• 29-03-2024
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Una fiesta religiosa sin invitados

Es indomable esta ciudad. Esta bien que uno divide su tiempo entre el trabajo y las ganas de conocerla, así el tiempo vuela y la verdad tenía más ganas de vivir que de contarlo. Entre la tendinitis que no se va y la escasez de tiempo, después de 6 días vuelvo con un diario de viaje. Aquí van algunos apuntes mentales de lo que fue dejando este recorrido itinerante.

Hoy termina el Ramadán (Ramazán en lengua nativa), un mes de contrición religiosa, donde los musulmanes toman una suerte de penitencia en honor a Alá y desde que sale el sol hasta que se oculta no pueden comer ni beber. Luego si a la noche aprovechan para recuperar fuerzas y energías, comen y beben antes de ir a dormir. A partir de aquí no me quedó claro si son tres o cuatro (según a quien le pregunte) los días de carnaval hasta que recuperan el ritmo normal.

Lo curioso es que yo al Ramadán no lo vi. Las oraciones los musulmanes turcos no la hacen nunca en público. Se ocultan y jamás una persona que se vea en un parque se lo verá rezando. Si no hay mezquita oran en silencio y contra un rincón. El guía de la excursión al bósforo era un hombre nacido aquí pero de padres españoles y habla seis idiomas. Se llama Jaime y tiene una riqueza cultural muy importante. Él explicó que las artes del engaño son iguales en todo el mundo: Quizás un ejecutivo deja una reunión haciendo alarde porque tiene que ir a orar y se va a dormir la siesta, quizás otro, no dice nada y desaparece solo para orar y regresa sin que nadie note su ausencia. La hipocresía no tiene bandera.

Admito que en Kayseri eran más ortodoxos, había bares que habrían sus puertas pero no atendían por el Ramadán, subiendo las sillas en las mesas, solo para cumplir horario, pero aquí, del lado europeo de Estambul, lo único que veo son comerciantes y prostitutas. Se atiende a toda hora. Ni señales de nada parecido a una festividad religiosa.

Constantinopla fue un puerto clave en toda la edad media, posiblemente la ciudad más importante del mundo en dicho lapso (aproximado de mil años). De hecho el ingreso a la edad moderna se establece desde la caída de esta ciudad (el imperio bizantino) a manos de los turcos otomanos (también se indica el ingreso a la edad moderna con el descubrimiento de América y el fin de la guerra de los 100 años). Allí cambia de nombre y se llama Estambul.

Semejante lugar, tan lleno de vida y de asedio dejó un legado cosmopolita. Será por eso que aquí se hablan muchos idiomas. Los Turcos convirtieron a la iglesia de Santa Sofía en una mezquita y tan brutos como para pintar el exquisito decorado bizantino. De todos modos con el agregado de los cuatro minaretes (esas torres altas que están en cada mezquita) la imagen final de tal construcción es imponente.

Los turcos tienen facilidades para hablar el castellano y aprendieron el inglés como idioma de comercio. Una ciudad de 13 millones de habitantes tiene la dinámica de toda gran ciudad. Yo la encuentro muy parecida a Buenos Aires pero con mucho más turismo. Hay pobreza, Home less, tráfico demoledor, autos de 100 mil dólares, 40 hoteles 5 estrellas. Dios y el diablo viviendo a un par de cuadras.

Los turcos saben que viven del turismo y aprovechan sus dotes para vender y comerciar, pero sus dotes chocan contra la idiosincrasia del argentino que no quiere rebajas, quiere ganar. Me he chocado con no menos de 10 comerciantes que al decir que soy de Argentina, me dejan de prestar atención sino directamente me dicen: “Argentinos, buenos en fútbol, buenos en básquetbol, pero no compran”. Por algo será querido turco.

El pronóstico de que el Grand Bazar sería una pérdida de tiempo no me falló. Es autentica porquería que no vale la pena ni conocer. Quedaría mal que alguien te pregunte “¿fuiste a Estambul y no viste el Grand Bazar?”. La verdad que no vale la pena. Un largo laberinto de 540 puestos donde todo lo que se vende es igual. Es decir un gran comercio manejado por unos pocos. Aquí el distribuidor de pantalones, remeras, alfombras, relojes, joyas, sacos y demás es el mismo. No puede haber 540 comercios con lo mismo!. Lo único que cambia es la calidad del vendedor de productos Made in China. El Grand Bazar no tiene nada que ver con esta hermosa ciudad ni tampoco se hace buen negocio visitándolo.

Dijimos en Kayseri que el Gran Bazar tendría más turismo internacional, por ende más dinero en circulación, por ende precios más altos. Y fue así, donde hay gringos con plata, los argentinos perdemos. Los gringos pagan lo que nosotros no y el comerciante prefiere perder una venta conmigo para ganar la de atrás a un precio irrisorio. La táctica del desinterés y la pelea de precio consiguen descuento pero no importa el costo que se pague, siempre saldrá ganando el vendedor.

Hay otras maravillas, en cambio, más citadinas y mucho más hermosa, como el barrio de Taksin. Es Palermo Soho en Buenos Aires, el cerro de las Rosas en Córdoba y Alem en Mar del Plata, pero aumentado por 30. Buenísimo, de alto nivel, mucha noche, bares, música, calidad internacional de turismo. Agradable. Y de día gran cantidad de comercios donde se consigue de todo y de calidad.

La parte más vieja de Estambul es lo que se conoce como el cuerno de oro, el barrio de SultanAhmed donde está el Palacio de Topkapi, convertido en museo, (que todavía no recorrí porque pienso hacerlo con guía y tranquilo), la mezquita azul y la mezquita Santa Sofía. El corazón de mundo podría latir aquí o en el barrio de Manhattan.

SultanAhmed tiene vida 24 horas por siete días a la semana y el Ramadán parece no existir salvo por los llamados a oraciones y la gente que ingresa febril en una de las tantas mezquitas que existen por el lugar (más de 2000 en todo el país). Como la formación de la ciudad es antigua tiene calles muy angostas por donde no circula el tránsito que casi en su totalidad se mueve por avenidas o autopistas. En las callecitas el comercio es brutal y es aquí donde uno verdaderamente tiene que venir a comprar. Entre el Gran Bazar y el mercado de las Especias (Mercado egipcio) hay unas 10 cuadras que uno debe caminar por estas laberínticas callecitas. Llenas de magia y de vida local. Con precios para los turcos y no para los turistas, con gente muy amable y una gran cantidad de productos autóctonos. Caminar la calle para mí siempre ha sido un placer en tierras ajenas.

Es por eso que disfruto tanto que el Subte con el que voy a la cancha (25 minutos de viaje) sea en el 90% de su recorrido… un tren. Un subte que no va por abajo, salvo en su comienzo de dos paradas. Uno puede disfrutar la ciudad camino al estadio. En Beijing tardaba 50 minutos en subte pero era bien subterráneo y cada vuelta del estadio en taxi era para mí una festividad que me ponía la cara de un niño un 6 de enero. Porque pasaba por la plaza Tiananmen y tantísimos lugares más. Estambul aparece mágica, diferente cada vez que uno viaja de día y de noche. Dicen que uno de los tantos errores argentinos es comparar todo el mundo con Buenos Aires. No es un error, es un hecho: se parecen.

Hace más de 20 años que Turquía pidió entrar a la Unión Europea y todavía no le han dado bola. Hoy los turcos ya no quieren ser europeos, ni les preocupa. Media Europa turística se traslada aquí cada verano. Son visitados y tienen una moneda fuerte (1 euro es 1.90 lira turca). Nosotros con el peso venimos para atrás. Son base de la OTAN, tienen convenio con los Estados Unidos y gran fábrica de tanques. Son muy orgullosos de su país.

Algo de lo más curioso, para una ciudad que profesa una religión tan particular con las mujeres (capítulo largo y aparte) es la cantidad de prostitutas que hay. La oferta de sexo es altísima y sin reparos. Vas caminando y salen hombrecitos de todos lados ofertando señoritas: 100 liras por dos horas, 100 dólares por dos rusas más 7 liras del taxi. Estos tipos, no solo te acompañan media cuadra caminando, te invitan a que cenes en el lugar y son como moscas de lo más pesadas. Por tele a la noche hay un programa de oferta de prostitución con minas en bolas con el teléfono para llamar. Lindo Ramadán.

Hay miles de detalles particulares que se pueden contar y quedarán para la próxima, como la existencia de baños públicos pero pagos!. Si tenés ganas de hacer pis en el centro te cuesta una lira en un lugar horrible. Todo vale acá, por eso disfruto tanto que con Juan Manuel Rodríguez almorcemos y cenemos siempre en el mismo Lugar “Tatseven”, que significa “alto sabor” un restaurante donde al mozo lo bautizamos Roberto, hablamos de básquet, tiene el pollo más rico de Europa, 50 platos diferentes, todo rico, barato y te sirven bien y rápido. Como mi hogar. Lo único malo es que estos turcos no toman vino.

Desde Estambul – Pablo Tosal
En twitter @pablotosal
www.pickandroll.com.ar

COMENTARIOS (2)

SANDRA 09/09/2010

GRACIAS!!<BR/>Gracias Sr.Tosal por tan detallada pintura de una ciudad tan lejana como maravillosa (por lo que cuenta), con costumbres tan diferentes de las nuestras. Parece mentira que estando nuestro país allí representado, si no fuera por personas como Ud. no nos enteraríamos de nada extradeportivo. Ya lo deportivo es bastante escueto!!!)<BR/>Una muestra mas de lo poco que importa este bello deporte a los argentinos.....recuerdo muy bien que unos meses atras sabíamos por poco hasta el color preferido de la ropa interior de los sudafricanos!!!!<BR/>Con previas de los partidos que duraban casi 2 horas....ahora ni sabemos como es la fachada del hotel en el que se alojan nuestros jugadores....<BR/>En fin.....será cierto lo del viejo adagio popular “fútbol: pasión de multitudes”. Pero este deporte también mueve aunque sea una pequeña multitud y me atrevería a decir una “honesta” multitud que viajó con sus propios ahorros!!!! <BR/>NUevamente gracias, Sr. Tosal por las fotos y sus notas

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CONSUE 09/09/2010

Hola Pablo,que hermosa descripción de la ciudad ,e imagino cuántas cosas más tendrás para contar.Si bien tu misión principal es mantenernos informados repecto de la selección,este diario de viaje tan enriquecedor nos deleita acercándonos al escenario de los acontecimientos.Sinceramente todos los días entraba en la página con la curiosidad de saber más.Gracias por tus relatos!!!!!!!

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