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La historia de un nombre que mutó con el tiempo

La 2016/2017 de la NBA está cada vez más apasionante, con varios equipos en la puja por los primeros puestos en sus respectivas conferencias, partidos vibrantes noche tras noche y actuaciones individuales que sobresalen a cada jornada.

En este caso particular, anoche en Chicago se pudo ver otro muy buen partido de basquetbol en el que el local venció a los Boston Celtics por 104 a 103 con dos libres de Jimmy Butler cuando al reloj solo le quedaban 0.9 segundos. Pero antes de ese emocionante desenlace, algo había sucedido.

Isaiah Thomas, una de las sensaciones de esta temporada (segundo máximo anotador con un promedio de 29.9 puntos por juego) quebró el récord de más partidos en forma consecutivas con al menos 20 tantos en la riquísima historia de los Celtics. Segundo quedó un tal John Havlicek.

Con algo menos de dos temporadas en la franquicia, Thomas se convirtió en un referente del equipo; ya es el jugador más eficiente de la historia del mismo con 23.8 de promedio, relegando al segundo lugar al enorme Larry Bird.

Pero existe una historia particular y digna de ser contada alrededor de Isaiah Thomas que lo sigue vinculándolo a la historia de Boston, pero desde otro lugar. Hoy su nombre es palabra santa en el TD Garden, pero hace treinta años era sinónimo de persona no grata para la franquicia.

En 1990 los Detroit Pistons eran los campeones defensores de la NBA e iban en busca del bicampeonato. Pero antes, en las finales de la conferencia Este, debían toparse nada más ni nada menos que contra los Chicago Bulls de Michael Jordan. Aquel cruce terminó favoreciendo a los “Bad Boys”, y gran responsabilidad de ellos fue de Isiah Thomas, quizás el jugador más importante de aquel recordado equipo dirigido por Chuck Daly.

El Thomas que hoy es base de los Celtics nació unos meses después de aquel choque entre Pistons y Bulls, que de todas formas lo marcó para siempre. Su padre, hincha de Chicago, daba por hecho la victoria del equipo de sus amores, tanto que aceptó una apuesta con sus amigo en la que, de perderla, debía bautizar a su hijo con el nombre de la leyenda de Detroit, algo que finalmente sucedió. La diferencia radica en que el nombre de su hijo se escribe con una “a” ante de la primera “i” (Isaiah y no Isiah) para que el “dolor” no sea tan profundo.

Isiah fue uno de los principales rivales de los Celtics en la década del ochenta. Entre mediados y finales de la misma, Boston y Detroit – dos de los principales animadores de la época en la costa Este – se vieron las caras varias veces en los playoff. En el 85 (segunda ronda) y el 87 (finales de conferencia) la victoria fue para los de Larry Bird; pero en el 88 (finales de conferencia) y el 89 (primera ronda) el triunfo quedó en manos de Thomas, siendo éste determinante en ambas series.

La historia de la NBA es muy rica y continúa escribiéndose día a día. Thomas está metiéndose en la de los Celtics treinta años después de que su nombre mutara en los corazones bostonianos.

Sebastián Ciano
Twitter: @Seba_Ciano
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