Tan solo una victoria en ocho presentaciones oficiales por torneos FIBA en 2019. La marca va a un 3-9 si se toma en cuenta el Panamericano. No hay registro de un año tan flaco en cuanto a resultados para una Selección mayor femenina. Pero el problema verdadero no solo son los malos resultados, sino el camino que se eligió.
Las preguntas sobrevuelan una y otra vez. ¿Por qué ahora sí importa el proceso? ¿Por qué la misma gente, encabezada por Hernán Amaya, que hizo un culto de ganar a toda costa en menores, ahora habla de plazos, horas y procesos largos en la mayor?
Los mismos que en 2015, para el Mundial U19, usaron a Victoria Llorente (1.80) de pivot, y al tándem Laviero-Lara (1.70 y 1.75 respectivamente) de ala pivots; hoy hablan de proyectar y de plazos. Incluso quieren correr a Llorente de alera, cuando hasta hace algunos años, su preocupación no pasaba por mejorarle la mecánica de tiro, o inculcarle la explosión en un primer pique desde el perímetro, debido a que su función pasaba por incrustarse en la pintura.
Paradójicamente no se trata de una evolución en su razonamiento. No cambió su forma de pensar, sino más bien acomodaron el discurso a la conveniencia. Sino no se explica cómo este mismo año, y con el arrastre de los anteriores, aún siguen parando en U19 a Candela Gentinetta de cuatro (1.81), y a Sofía Acevedo de dos (1.67).
Con Amaya (que sigue en su cargo como si nada hubiese pasado luego del papelón en Lima) hace una década forjando el destino de las menores, y el resto del actual cuerpo técnico sumándose con el tiempo, estas contradicciones entre el discurso y el hecho, han sido una constante reiterada, basándose exclusivamente en ganar a como dé lugar, sin importar el desarrollo pensando a futuro.
De allí que a través de ese lógica, este año la U19 (la camada mimada que podía dar triunfos) haya entrenado desde enero (Academia CABB incluida), y otras selecciones, con o sin competencia a la vista, apenas tuvieron supervisión. Una vez más los hechos desnudaron una retórica flaca de argumentos, la cual como el camaleón, cambia dependiendo la conveniencia.
Y una vez más la pregunta que hiere como un puñal ¿Por qué ahora sí importa el proceso? ¿Por qué durante 10 años no importó desarrollar en menores, y justo ahora sí importa en la mayor?
En la conferencia de prensa del sábado, la alera Andrea Boquete decía que “lamentablemente este tipo de torneos pide resultados ya, pero estamos en medio de un proceso que necesita tiempo”; y el entrenador Leonardo Costa, sentado a su lado, asentía con la cabeza.
El problema radica que en América el básquet femenino no tiene torneos largos, ni ventanas, ni ligas de 30 fechas. Son todos cortos, vibrantes, y el avanzar o no se define en una cantidad de partidos que no superan los dedos de una mano.
Esta camada, que brilló en la AmeriCup 2017 y volvió a ser campeona sudamericana en 2018 luego de más de 70 años, se está amoldando a un nuevo cuerpo técnico y a un cambio de filosofía que, como el discurso de su génesis, se forma desde la contradicción.
Una vez más, y como en notas pasadas, el punto no se pone sobre el paladar del entrenador, el cual debe tener los palmares suficientes para estar en ese puesto. Donde sí se pone el foco, es en las acciones que van en contramano de sus planteos.
Por un lado, se busca intensidad y ritmo asfixiante durante todo el partido, pero por el otro se rota solo con siete. Para ejecutar ese planteo de presión constante se necesita poder volar en la cancha, y sin embargo se ponen jugadoras que están faltas de ritmo, por volver de lesiones (caso Aispurúa), no estar jugando (González) o incluso lesionarse durante el torneo (Rosset).
Se dice que las jugadoras tienen voz y voto, pero suena raro luego de algunas bajas sorpresivas. A esto se suma que la única vez que esta camada quiso hacerse escuchar, lo terminó haciendo puertas adentro luego de lo ocurrido en el Panamericano, y con el diario del lunes puede decirse que sin mucho éxito. Vale aclarar que desde la transición 2006/07 un grupo no se le planta a un cuerpo técnico.
Se habla de ampliar la base, pero el recambio se hace entre las más jóvenes del equipo, y en un torneo trascendental como el vivido en Bahía hace pocos días, lo que las expone negativamente en vez de ayudarlas. Y de la mano con esto, se producen saltos en la plantilla que no responden a una lógica cierta, a saber:
Julieta Mungo, alera que actualmente juega en la segunda división española, de estar entre las 12 en los Panamericanos, no volvió a ser llamada. En su lugar ingresó la ala pivot Sofía Aispurúa, la cual está volviendo y aún se encuentra lejos de tener su mejor ritmo.
Con la lesión de Ornella Santana (ala pivot) se sumó a Agustina García para la AmeriCup de Puerto Rico, la cual de llegar sobre la hora, tuvo más participación en “juego vivo” que otras perimetrales, como Natacha Pérez o Julieta Ale, pero sorpresivamente no fue tenida en cuenta para Bahía Blanca.
Quizás el caso más paradigmático haya sido el de Celia Fiorotto, a la cual cortaron varios días antes del Preolímpico, y a último momento, por la lesión de Mara Marchizotti, debieron llamar y sumar.
Sin la bombero Melisa Gretter para apagar incendios con su mágica improvisación, todo se tornó más complejo, no pudiendo plasmar variantes a un pick and roll por eje sumamente previsible, y una rotación de balón por perímetro que nunca incomodó a los rivales. Esas fueron sistemática y repetidamente las dos principales variantes de juego en este año.
El mal uso de Macarena Durso en Puerto Rico derivó a que no sea parte del equipo en Bahía; y si bien eso le abrió la puerta de par en par a Florencia Chagas; ella tampoco fue cuidada, y se notó en el parquet.
No pudo guiar a sus compañeras, se vio a destiempo, no la rodearon e incluso tampoco le sacaron provecho como escolta, posición en la que atacó en tres posesiones ante Brasil y no recibió la bola.
El domingo, en el cierre del torneo, Leonardo Costa se esperanzaba en poder ampliar la base. “Ojalá tengamos 30 jugadoras que generen competencia en cada posición” dijo.
Si bien eso pasa por el gusto del coach, hay varias jugadoras que no fueron citadas ni para entrenar, y por lo hecho anteriormente en la Selección, o por su actualidad en clubes del extranjero, deberían tener su chance. Agustina Leiva, Diana Cabrera y Gisel Villarruel encabezan la lista, aunque claro está, depende del entrenador.
El cuerpo técnico hace referencia que necesita de al menos 200 horas para que la idea sea adoptada por las jugadoras; en una situación compleja por demás, debido a que por la competencia de elite nacional, sumado a que (gracias a Dios) cada vez son más las argentinas que juegan fronteras afuera, los tiempos para entrenar se acortan drásticamente.
Hace ya un par de años que resulta utópico pensar en tener al grupo reunido 45 días. Conseguir todas las piezas con 20 días de antelación ya suena a milagro. Y no es que Argentina padece una maldición. A excepción de China, el resto de los equipos que conforman el Top 25 del ranking mundial no lo pueden hacer.
Los cuerpos técnicos por consiguiente agudizan el ingenio, y por sobre todas las cosas se vuelven sumamente prácticos. Un núcleo minúsculo se puede dar el lujo de elegir las jugadoras que calzan perfecto con el estilo de juego que quieren sin perder nivel. El resto de los mortales se amoldan al personal que tienen, dándoles pequeños matices en base a su gusto, y sumando algunos más con el correr del tiempo.
Al final de cuentas, si el proceso es tan importante como se dice, en diez años que lleva este cuerpo técnico a cargo de las menores se debió trabajar para que hoy se vean esos frutos. Y allí nuevamente el raciocinio que desnuda y deja en evidencia.
En una década no se formó pensando en cómo llegarían esas chicas a su etapa de mayores. No se buscó encuadrarlas dentro del estilo que se creía mejor para su futuro y el de la Selección. La mezquindad del podio y el logro a pesar de todo fue el exclusivo objetivo, y hoy los amargos frutos están sobre la mesa.
Jugadoras por encima del 1.85 que no fueron formadas, porque la prioridad era ganar. Internas de 1.80 porque en menores sí servían con esa talla. Sin tiradoras creadas a base de tiempo de trabajo y constancia, las cuales serían vitales en este esquema ofensivo que se trata de plasmar, donde se vive y muere por el lanzamiento de tres puntos. Con escoltas y aleras muy bajas, que por su tamaño, y al no ser corridas de posición a tiempo, hoy no pueden atacar internacionalmente al chocarse con los biotipos reales para su posición.
En resumen, esa base de 30 jugadoras de la que habla Costa, tuvo 10 años para formarse de la mano de Hernán Amaya y el resto de sus colaboradores (él incluído el último tiempo), y si hoy no están, ellos son responsables en gran medida; como del presente sin brújula cierta de Las Gigantes, donde su canto de sirenas ya comienza a perder efecto, y las excusas disfrazadas de conceptos empiezan a tener gusto a poco, a la luz de la verdad y los hechos.
Emanuel Niel
@ManuNiel
www.pickandroll.com.ar
todas las jugadores dicen que nunca tuvieron un cuerpo tecnico tan bueno como este. Ya con eso no hay man nada que objetar por mas que alguno periodistas quieran decir lo contrario. Asi que por mas que escriban 10 notas en contra de la persona o del tecnico que sea las jugadoras te van a decir siempre la verdad y la verdad es que este es el mejor cuerpo tecnico que de los ultimos años. abrazo y felices fiestas. (No sensuren el mensaje)
Respondercada uno puede opinar ...pero que las jugadoras digan que es un cuerpo tecnico muy bueno ,no me dice nada ...y los malos resultados ..quienes son los responzables...y que no le lleven las camisetas ...y despues de 10años de trabajo para esto ...
Una verdadera verguenza amenazar cobardemente sin dar la cara, CAGONES/AS TOTAL, no estamos en la dictadura del 70 loco, en este país hay libre expresión, se deberá conocer los responsables para que se lo castigue con la ley como corresponde, muchas fuerza Emanuel.
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Diego 22/11/2019
Excelente nota. Ahora...no está bajo la órbita de la CABB? No fue el propio Scola que se apareció cuando el conflicto estaba a pleno y las mando a callar? Si mal no recuerdo?
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