Un diálogo de sordos

• Pablo Tosal (ptosal@pickandroll.com.ar)
• 07/01/2009
• (39 comentarios )

“(el burgués) trata de colocarse en el centro, entre los extremos, en una zona templada y agradable, sin violentas tempestades ni tormentas, y esto lo consigue, desde luego, aun a costa de aquella intensidad de vida y de sensaciones que proporciona una existencia enfocada hacia lo incondicional y extremo. Intensivamente no se puede vivir más que a costa del yo. Pero el burgués no estima nada tanto como al yo (claro que un yo desarrollado sólo rudimentariamente). A costa de la intensidad alcanza seguridad y conservación; en vez de posesión de Dios, no cosecha sino tranquilidad de conciencia; en lugar de placer, bienestar; en vez de libertad, comodidad; en vez de fuego abrasador, una temperatura agradable. El burgués es consiguientemente por naturaleza una criatura de débil impulso vital, miedoso, temiendo la entrega de sí mismo, fácil de gobernar. Por eso ha sustituido el poder por el régimen de mayorías, la fuerza por la ley, la responsabilidad por el sistema de votación.”

“El lobo estepario” de Hermann Hesse

Desde muy joven aprendí a escaparles a los asuntos de quedar en el medio. Por naturaleza y convicción y no porque este bien. Es mucho más conveniente quedar en el medio que jugarse a un extremo. Pick and Roll por su naturaleza detesta el medio. De hecho tenemos todos los quilombos que tenemos por decir lo que no se debe decir: justamente lo que uno piensa. Soy incondicional de mi pensamiento y al burgués promedio “lo condicional le es insoportable”, tal como lo describe maravillosamente el escritor alemán.

Sin embargo no puedo traicionar mi pensamiento por más que la masa empuje. Por estas horas lo más fácil es pedir la cabeza del Comisario Rubén Pérez alegando todo tipo de improperio contra él y manifestando su incapacidad. Me cuesta sentirme así, en el medio, pero lejos de querer quedar bien con las partes creo rotundamente que hay verdades en los dos lados, clubes y COPROSEDE y que finalmente ambos son responsables del mayor bochorno previo en la historia de un clásico.

No me parece que Pérez sea incapaz, al contrario lo creo muy inteligente, pero nadie que se maneje como si fuera un autista podrá resolver temas sensibles a las mayorías. Esgrime estar abierto al diálogo, pero quiere poner las formas y los tiempos de la charla y desoye argumentos de la realidad. Tiene razón en muchas cosas, pero una vez puesto el problema sobre la mesa quiere que los dirigentes corran a pedirle ayuda. Se sienta y espera sabiendo que tienen las cartas ganadoras.

Los dirigentes de Peñarol juegan también a su modo a no escuchar. Esta situación le da la Asociación de Clubes y el Tribunal de Disciplina una lección ejemplificadora: a los clubes les duele mucho más una multa económica que una quita de puntos.

Cuando Peñarol sintió que por segunda vez consecutiva se quedaba sin la recaudación del clásico dijo: “estamos dispuestos a hacer lo que no estábamos dispuesto a hacer”. Esto es, vamos a pararnos en la puerta a que no entren los que no tienen que entrar.

Tarde.

Rubén Pérez no quiere que se juegue un clásico inmediatamente sino arreglarlo y si esto significa que se suspenda, pues entonces que se suspenda. No conoce lo que significa estar abajo con los sueldos de lo jugadores y tener que lidiar todos los días con la búsqueda de dinero. Peñarol necesita la plata para ayer, ni siquiera para hoy.

Pérez desde el primer momento quiso sentarse a la mesa de diálogo (siempre en las condiciones que él impone) para aniquilar de raíz el problema del básquetbol. Para ello utilizó como recurso el arma más efectiva: les tocó el bolsillo. Está claro que jugar con socios locales no es para prevenir nada, es un castigo económico para sacar a Peñarol al lugar que él quiere.

De tal manera obligó a Peñarol a “hacer lo que no estaba dispuesta a hacer”. Se podrá debatir si es responsabilidad dirigencial o policial realizar un derecho de admisión, lo que no se puede debatir es que está mal pagar micros para que viaje la hinchada a ver un partido. Esto es lo que Pérez critica y esto es lo que deben charlar.

Y al mismo tiempo, el COPROSEDE, que dice tener “métodos” para ayudar a los dirigentes a sacarse la lacra de encima, jamás golpeó la puerta del club ofreciendo su profesional ayuda. Al fin y al cabo parecen dos nenes disputándose un chupetín, cerrados en sus posturas, jugando a ver quien tiene razón o como diría el Nano Serrat “jugando a ver quien la tiene más larga”.

El titular del COPROSEDE no admite ni admitirá la falencia que tuvo el operativo en Olavarría. “La gente del básquetbol sabe que no puede invadir la cancha”, le dijo a Pick and Roll. Eso y tratarme de estúpido es lo mismo.

Pero lo entiendo. Lo que Pérez quiere es erradicar el problema. El costo no importa, porque no paga él.

Este ghetto en que es ha convertido el clásico es sólo producto de un diálogo de sordos. En la Liga de las Américas todos los periodistas vimos como los que “no debían entrar”, finalmente estaban otra vez en la tribuna. Este fue el paso que estaba esperando Pérez. Por eso la famosa reunión del 18 de noviembre con la AdC no significa nada. Porque fue puro formalismo, un trámite.

El COPROSEDE estaba esperando el error, que finalmente llegó. La medida se tomó después del 18 de diciembre (con todas las cartas puestas), salió el 30 y se comunicó el 31 a las 11.45 de la mañana.

Hay una declaración que no comparto en absoluto. Los dirigentes de los clubes de Mar del Plata no tienen destino político. Salvo Pablo Vacante que hace años que se dedica a la política (muchos más de los que suma en su apoyo a Peñarol), nadie quiere sentarse en el Concejo Deliberante ni (como Mauricio Macri) ser Intendente. Por lo tanto ¿para que tendrían una fuerza de choque?

Lisa y llanamente: es una ridiculez pensar en que existe connivencia entre los dirigentes y las barras. Hay favores, hay vista gorda, hay miedo y hay incapacidad para enfrentarlos. Acaso suponiendo que no son un problema. Pero está claro que lo son.

Acaso estén ocupados consiguiendo el dinero de los jugadores y el cuerpo técnico, pero no lo ven como un problema, al contrario que el COPROSEDE que piensa que son el mal de todos los males.

Cuanto mejor hubiese sido que los dirigentes de Peñarol y Quilmes se hubiesen sentado una semana después del problema en Olavarría (7 de noviembre) a dialogar con el COPROSEDE sobre como terminar definitivamente con el problema. No sobre el “próximo clásico” sino sobre “el problema”. Hubo “pedido de reuniones” pero no una acción rápida y definitiva. Y cosa rara, todos los verdaderos hinchas de los dos clubes les estaban pidiendo a gritos que echen a los violentos. Peñarol era el más urgido con el tiempo, porque ya sabía que para el clásico del 6 de enero eran locales. Debía actuar con celeridad, pero se quedó.

Se llega al bochorno absoluto porque ambas partes se desoyeron. El grotesco ocurrido ayer por la tarde no tiene proporciones en la historia del clásico. Quince minutos antes de las 19 la Cámara de apelaciones informó que se volvía todo a como el COPROSEDE pedía. Había 3500 entradas vendidas.

Poner a 3500 personas con entradas en mano afuera del Polideportivo, de los dos clubes, es comprarse la madre de los problemas. Un muerto, heridos, represión. Sin dudas que al día siguiente no sólo eran tapa de los diarios del país sino que salían en la Gazzetta Dello Sport. Evidentemente esto dista de ser Seguridad Deportiva.

Pero aquí viene la otra parte. Pérez considera que un fallo en 45 minutos del Juez Galarreta significa que todos sus argumentos fueron pasaron por alto, al menos no considerados como prueba. En síntesis, el COPROSEDE dice que el juez Galarreta se apuró, mientras que la Cámara no tocó el amparo pero casi genera con su sanción uno de los hechos de violencia más grande que podrían existir. Por suerte la Asociación de Clubes en un fallo sin precedentes decidió postergar el partido.

Finalmente si tengo que elegir un palo, es claro que me tiro para el lado de los dirigentes. Sencillamente porque ponerse del lado de los poderosos no es mi estilo y porque cuanto mayor es el sufrimiento más grande es la victoria. No me gustan mucho los poderosos de traje que determinan “quien si y quien no” desde un escritorio.

Prefiero estos dirigentes que llenos de errores son de trinchera y comparten en el día a día el monumental laburo de sostener un club. Pero también entiendo que los dirigentes se envuelven en sus propios problemas de tal modo que no saben como salir, no piden ayuda, no pueden y terminan también cegados como un adolescente que grita “están todos contra mí”.

¿Habrá diálogo definitivo? lo pregunto porque nunca se sabe el paso que sigue. Sería lo más sensato, que se dejen de culpar unos a otros y resuelvan lo que deberían haber hecho ya hace bastante tiempo. Que si es por falta de lugar, yo les presto mi casa.

Pablo Tosal
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