“Muchas veces tengo un sueño, pero eso no quiere decir que tenga que ser así. Sueño que termina la Liga, salimos campeones en el Cerutti y yo voy y cuelgo las zapatillas del aro, retirándome. Si no es así, no importa, pero sería lindo”.
Así comentaba Marcelo Milanesio en noviembre pasado, en el programa Uno contra Uno de TyC Sports, como suponía el retiro ideal. Y como en los cuentos para chicos, donde el final siempre es feliz, Marcelo pudo darse el gusto casi sin cambios al guión pensado. Terminó el quinto partido ante Estudiantes, recibió la Copa, se subió al aro y colgó las zapatillas.
Y si alguien tenía merecido en esta Liga poder terminar como quisiera, ése fue Marcelo Milanesio. El base de Atenas tuvo la habilidad e inteligencia para combinar todos los elementos, o la mayoría, de los que diferencian a un excelente jugador de un grande. Tuvo carisma, tuvo sentimiento, tuvo entrega y, sobre todas las cosas, jugó extraordinariamente bien a este deporte, caso contrario de nada hubiesen servido las otras virtudes.
Marcelo fue un ganador. Y está bien que se retire ganador. No podía ser de otra manera. Milanesio se va con 7 títulos a cuestas, cifra en la que quedó sólo en el tope, 848 partidos jugados (¿alguien lo alcanzará alguna vez?) y, en esto sí inigualable, como el gran símbolo de la historia de la Liga.
¿Cómo llegó a eso? En parte, por las cosas mencionadas antes. Milanesio tuvo un amor real por este deporte que ningún otro jugador –menos aún de su nivel-, mostró siquiera de cerca. Y basándose en eso se brindó por una sola camiseta al ciento por ciento, algo que en este mundo mercantilista debería ser elogiado quizá por sobre cualquier otra cosa.
Hacer un repaso de su carrera sería para un libro, pero para ser sintéticos digamos que se retira con 7 títulos de Liga, 2 Sudamericanas, 2 Sudamericanos de clubes, 1 Panamericano de clubes, 1 Panamericano de selecciones, 1 Sudamericano de selecciones, 4 mundiales jugados y el premio al mejor asistente en el Mundial de Toronto’94.
Con el tiempo, quizá nos demos cuenta de su dimensión. Como suele ocurrir, es difícil tener la perspectiva real hasta que la situación no se puede analizar desde cierta distancia. Milanesio se fue dejando una estela que a la Liga le costará horrores reemplazar.
Ojalá que en poco tiempo, si se decide, al menos podamos volver a contarlo repartiendo indicaciones en lugar de asistencias en el banco del único club al que todo el mundo puede unirlo de memoria: Atenas de Córdoba.
Fabián García
Terra
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