“No me gusta decir que voy a dedicarme a la política, porque suena feo”, dice “el Pichi” y aclara: “Yo quiero decir que voy a trabajar para la gente. Es algo que tiene que traerme satisfacciones. La política es servir, pero muchos la utilizaron para servirse. Algunos me dicen que no me meta porque puedo ensuciarme. Pero yo me pregunto: ¿por qué voy a ensuciarme si sé muy bien las cosas que quiero hacer y las que no?”.
–¿No tenés miedo de rifar la buena imagen que tenés entre la gente?
–No, porque no la voy a rifar. Sólo quiero hacer las cosas como deben hacerse, eso me da seguridad. No tengo problemas en hacer mi declaración de bienes, porque todo el mundo sabe dónde he ganado mi dinero. No me avergüenza mostrar lo que tengo, porque me lo gané sudando la camiseta y sacrificándome.
Futuro incierto
En junio de 2000, Campana se desvinculó de Atenas y firmó un contrato con Boca por dos temporadas. Su vínculo concluye ahora y aún no resolvió su futuro.
–¿No jugás más?
–Hace pocos días dije que existía un 90 por ciento de posibilidades de que no jugara más. Mi familia se radicó en Córdoba, porque mis hijas y mi mujer ya hicieron mucho sacrificio. Ellas no se van a mover más y yo, no puedo volver a Córdoba mientras (Felipe) Lábaque sea presidente de Atenas, porque cada vez que él estuvo a cargo, yo no tuve lugar. Siempre quise quedarme en el club, pero hace dos años dije que no lo haría a cualquier costo. Tengo mis convicciones y no voy a renunciar a ellas. La gente por la calle me pide que vuelva a Atenas, pero mi nombre está prohibido para Lábaque. Es la única persona con la que he tenido problemas. No tuve inconvenientes con jugadores, entrenadores, el resto de los dirigentes. Es más, no sé cuál es el problema con él. Será cuestión de piel. Porque si es por defender lo mío, cada uno está en su derecho de defender lo suyo.
–Entonces, ¿dónde estaría tu futuro?
–Estoy terminando mi desvinculación con Boca, haciendo la mudanza y tramitando mi pasaporte comunitario. Y lo dejamos ahí. A buen entendedor, pocas palabras. Cuando tenga algo que decir, lo digo. Hay posibilidades, pero prefiero dejarla ahí porque no quiero quemarla. Será un sacrificio más, porque otra vez tendré a mi familia lejos.
–¿Se te cruzó muy fuerte la idea del retiro?
–No creo en los retiros anticipados. El día que decida retirarme diré: “este ha sido mi último juego”.
–En tu último partido hiciste 39 puntos. ¿Tenés cuerda para rato?
–Me da orgullo que mucha gente todavía me vea bien. Fui un profesional que siempre se cuidó. El día que no me sienta bien, no jugaré más. El retiro ideal es como el que le pasó a Marcelo: en tu casa, con cancha llena, campeón... Pero no existe el retiro bueno. Todos los retiros son una m... Es dejar algo que hiciste toda tu vida y no hay forma de que no sea dolorosa.
–¿Te imaginaste cómo sería el tuyo por estos días?
–Sí. Y me sentí muy mal. El día del último partido de Marcelo no pude terminar de ver el partido. Y eso obedece más a algo propio. No quiero pensarlo mucho. Yo entiendo a los que quieren seguir ligado al deporte de una u otra forma porque lo ama. En el caso mío, siempre tuve la sensación de hacer otra cosa luego de abandonar.
–¿Eso quiere decir que nunca serás técnico?
–Exacto. Cambio de rubro.
El inglés.
Campana intentó estudiar bioquímica y educación física, pero se lamentó no haber estudiado inglés.
–¿Fue una traba para no entrar a la NBA?
–No, yo no entré porque era malo para la NBA.
–Pero si hubieras sabido inglés podrías haber tenido alguna chance más...
–Seguro. Creo que podría haberle pedido por favor al técnico que me dejara jugar.
Gustavo Farías
gfarias@lavozdelinterior.com.ar
Diario: la voz del interior
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