Quizá por ser el hijo del presidente del club (algo así como el dueño de la pelota) o quizá por haber jugado al lado del ídolo y astro Marcelo Milanesio –que todo lo hace fácil y que eclipsa a más de un compañero cuando de resaltar una labor se trata–, Bruno debió ganarse de a poco un lugar dentro del plantel. Y lo hizo con el peso de su propia estirpe basquetbolística.
No lo moviliza ningún ánimo de revancha pero, muy suelto de cuerpo, no titubea cuando tiene que enhebrar frases que, se sospecha, hace tiempo tenía atragantadas.
Por eso, sin que nadie se lo pregunte, se atreve a decir: “Soy el único jugador de la historia del club y del plantel campeón surgido de las inferiores y nunca me perdonaron nada. Eso me daba un poco de bronca y me dolía que le perdonaran muchas cosas a otros jugadores que pasaron por el club y a mí, que estoy orgulloso de pertenecer desde los ocho años, no me dejaban pasar una”.
–¿Notás que en la cancha ya no sos el hijo del presidente?
–Eso lo tiene que notar la gente y el periodismo. Yo estoy tranquilo con lo que le aporté a los distintos equipos, no sé si bien o mal, pero siempre dejé la vida. Siento como que le tapé la boca a mucha gente que hablaba sin saber y que juzgaba sin conocer.
–¿Qué sentías antes de que la gente reconociera tu aporte?
–Notaba que permanentemente tenía que rendir examen, así jugara cinco o 10 minutos, siempre tenía un obstáculo nuevo. Pero cuando se achicó el plantel, y tuve más minutos, noté que me fui ganando a la gente y también conformando a la prensa.
–Dentro de tu progreso, ¿qué le agregaste al equipo?
–Le aporté un poco más de poder ofensivo, algo que no tuve en las otras ligas, y un poco más de madurez en el juego. Ya no me apresuré tanto ni fui tan revulsivo (sic), sino que jugué mucho más concentrado y pensando en lo que necesitaba el equipo.
Con la crisis, el cambio
La dura derrota ante Estudiantes de Olavarría de local, el 2 de diciembre y nada menos que por 23 puntos (73-95), fue un antes y un después en su destino dentro del parqué, tanto en su juego personal como en el aporte para su equipo.
Ayer reconoció que las lágrimas posteriores a ese partido no sólo fueron provocadas por la humillante derrota sino que se debían a una situación interna de “muchísima bronca y muchísimo odio”. “Allí mismo me dije: no me importa más nada. Que hable el que hable, que digan lo que digan; voy a empezar a hacer mi juego. Hablé con Horacio (Seguí) y le pedí por favor ‘¡dame una oportunidad y no te voy a fallar!’... le pedí libertad para jugar”, repasó ayer Bruno.
–Suena como un pedido de auxilio...
–Y sí, algo así. Porque me sentía muy atado para jugar y, en las ofensivas, me limitaban mucho. Sólo me tenían para defender y nunca ni una chance en ofensiva.
–Y por lo visto se jugó por vos...
–Sí, es algo que le estaré siempre agradecido a Horacio, porque me dio la chance de jugar como yo quería. Algo que sólo me pasó cuando me dirigió Rubén Magnano o Marcelo Vivas. Horacio se animó a darme rienda suelta en ofensiva. La verdad es que se jugó conmigo.
–Y te salió bien...
–Creo que sí, creo que algo aporté al equipo y lo más emocionante es que la gente me lo terminó reconociendo.
José Artaza
La voz del interior
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