De repente el día se había ido. El sol, que fue duro y hostigante toda la jornada, le dio paso a una tardecita cálida, y una noche que, bien negra, le va poniendo fin al día. Acaso comienzo por el final por el deseo mismo que termine. Pero acá estoy a las 23.50 escribiendo estas líneas y esperando que lleguen las 2:00 AM para salir por Radio Brisas, charlar un poco con el Ruso Jaskilioff, escuchar las notas del día, las voces de los protagonistas y contar lo que está pasando en Kayseri.
Sucede que los días parecen tener muchas mas horas de lo habitual y el Jet lag no se va. Me acosté a las 6.00 AM del viernes 27, no pude dormir. Cerca de las 7 me desmayé pero 9.30 estábamos con mi compañero de ruta, Esteban Villar de pie yendo a desayunar. Es que Prigioni y Scola darían una conferencia a las 11 en el Hotel Hilton y había que estar allí.
Allí, en la primera verdadera salida Kayseriana fui interpretando donde estaba. Este es el corazón de Turquía, no por su influencia en el pueblo, sino por las costumbres. Ankara es la capital política del país, Estambul, ciudad cosmopolita por excelencia, será tan europea como esperamos, pero Kayseri es… una ciudad llena de sentidos profundamente arraigados con el ser turco.
Es el centro geográfico de Turquía, una ciudad que está envuelta en montañas, pertenece a la región de la Capadocia (por favor “gugleen” la palabra y lean) y tiene un comercio sostenido y una industria poco desarrollada.
Aquí vemos con asombro algo que también se destacaba en la Beijing comunista: muchos autos de clase media muy bajos: Fiat Regata, Fiat 128, Renault 12 (muchísimos), Ford Taunus, mezclados con autos de 50 mil dólares, bólidos de última generación. Una gran collage de status andando por las calles.
Todo era normal hasta que a mi amigo Esteban se le ocurrió alquilar un auto ¿Para qué? Pregunté – Es un gustito que me quiero dar – fue la respuesta. El estadio queda a 20 cuadras del hotel y el sistema de transporte para periodistas es muy bueno.
Allí nació la “nueva Kayseri”: la de los conductores suicidas. Conducen de manera imprudente, a toda velocidad, con un atávico placer por pasar los semáforos en rojo, como si se tratara solo de un cartel de Stop. Algunos, no todos, frenan pero solo con frenar ya arrancan de nuevo. Para nosotros, acostumbrados a esperar la cuenta completa, el amarillo y verde, resulta más que curioso. Sobre todo porque no lo hacen todos (lo que daría una pauta) sino varios. La velocidad al volante pareciera ser un rito más de los muchos que este pueblo musulmán tiene.
Ya será tiempo de ir a las mezquitas, donde no se puede entrar con los hombros desnudos, ni en pantalones cortos y se debe ingresar descalzos, iremos a museos, pero lo primero es lo primero dijo mi abuela y nos fuimos a probar comida turca de verdad.
Con Juan Manuel Rodríguez, Demian Schleider y Joaquín Zurletti terminamos en un bar – comedor – restaurante (o vaya a saber que) para probar algunas delicias locales, especies de sandwichs baratos y ricos con gaseosa y papa fritas. Si alguna vez vienen a Turquía sepan que “Cips” es “papa fritas”, hasta que no llegó a la mesa nadie sabía muy bien que había pedido. Festejamos el hallazgo ya que los mozos solo hablan turco.
Para la tarde lo más importante de la jornada era esperar el entrenamiento de la selección, donde Sergio Hernández debe darle forma definitiva al equipo que mañana debuta con Alemania. La prensa tenía acceso permitido para los últimos 15 minutos de entrenamiento, sólo para verlos tirar, porque la parte táctica ya había pasado.
Pero los imprevistos siempre esperan agazapados. Esta vez le jugaron en contra al técnico de la selección que de una práctica privada casi termina siendo una entrenamiento transmitido por cadena nacional. Sucede que la organización dispuso que se monte un ensayo general al debut y de pronto el estadio se lleno de gente que trabaja. Y sobre todo de la televisión que tomó posición y usaron los movimientos argentinos para coordinar la transmisión de mañana. Sí, la tele también practica.
Fue entonces que quedamos perplejos ya que todo el centro de prensa, con más de 50 periodistas dando vueltas, entre ellos alemanes, vimos como la selección se movía tácticamente en los 8 plasmas colgados de las paredes. En primer plano la transpiración de los jugadores, las secuencias de replay, las cámaras de los costados y los movimientos de los dos quintetos que el Oveja paró en la práctica. Obviamente el técnico se quejó pero marche preso, la organización también estaba ajustando detalles y contra reloj.
Como se había pactado, la prensa pudo ingresar al campo de juego, reconocer los lugares asignados para su trabajo desde mañana y en definitiva poder comprobar que todo huele a nuevo. Impecable estadio para no más de 6500 espectadores, con un anillo inferior grande que da la vuelta en U a la cancha (tiene lugar para escenario en una punta) más una anillo superior mucho más chico. Palcos, lujo, todo bien cuidado. Lo malo: el baño de hombre de la sala de prensa no tiene inodoro, tiene letrina (¿pueden creerlo?).
Posiblemente haya mucho más que contar, pero algunos recuerdos del día empiezan a borrarse o más bien no quieran salir a la luz, solo por la pereza de no ser escritos. Ojala mañana sea otro buen día.
En Kayseri – Pablo Tosal
En twitter @pablotosal
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