Es más, el “tricolor” arriesgó a un tal LaTerrence Keys antes que alguno de los nombres mencionados. Entonces parece que nos sumergimos en un panorama poco alentador. Con semejantes puntales en sendas plantillas hasta nos atrevemos a
pensaren quién será capaz de ganar un salto inicial.
Pero es lo que hemos cosechado luego de una siembra irregular, efectuada por directivos y allegados que en muchos casos actuaron más por impulsos victoriosos que por sensatos pensamientos a futuro, manejando dineros a su antojo, embarcándose en el crédito constante de la empresa que tiene los derechos televisivos de la competencia y que por ello, cuando la Argentina del uno a uno terminó abruptamente, vieron, por fin, que abajo no había red alguna para contener su caída financiera.
Que todos disfrutamos por 15 años de sus arriesgadas convicciones, no cabe duda. El público, en primer término, gozó con la calidad de los jugadores con tratados y nació una rivalidad deportiva que suplió al fútbol y llevó a algún apurado a catalogar a la ciudad como “la capital del básquetbol”, denostando a la mismísima Bahía Blanca.
Pero aún señalando detalles antipáticos, hasta la prensa pudo hacer su camino en la perfección de los detalles técnicos para comunicarse en forma moderna y pedagógica con el público que se iba sumando a la popularidad del baloncesto.
Esto no ocurrió solo aquí. El país se llenó de contratos millonarios para jugadores,
técnicos y árbitros que fueron, en su conjunto, los que mejor aprovecharon para
evolucionar y tomar un cariz profesional estupendo al punto de aumentar sus
posibilidades con llamadas desde el exterior.
Y hasta la Selección ahora es potencia. Entonces, vale aclarar primero que nos alegramos de aquellos fanáticos que pusieron chequeras y tiempo para el crecimiento del básquetbol. Pero también cabe recordarles que lo que se viene, es producto de pensar en el ahora, como sea y como salga y no en una organización coherente de cara al futuro que, lamentablemente para los intereses de todos los involucrados, ya llegó.
Hoy pululan los representantes negociando suculentos contratos para jugadores
de segundo y tercer nivel. Cuando coloquen a todos, ofrecerán extranjeros “baratos”, aunque sus nombres sean, en muchos casos, los mismos que antes de diciembre eran “caros”.
Y hasta los juveniles cotizan en bolsa porque los famosos “reclutamientos” solo en contados ejemplos fueron realidades y no simples versos de entrena dores y dudosos dirigentes.
Pero esta realidad incontrastable no nos tiene que dormir. Si acunamos solo
críticas, entonces estaremos atentando contra nosotros mismos, impulsores
de la competencia y de la presencia local permanente. Lo que hay que exigir, metidos en la sinceridad que ahora demuestran los responsables económicos de ambas instituciones locales, es que esta sensación de haber aprendido, no sea solo una ficción momentánea. Y que analicen, escuchando, que a veces es conveniente arriesgar más que improvisar en nombre de una hipotética coherencia financiera.
Como único ejemplo, para no ahondar demasiado, cabe suponer que el Huevo Sánchez
solo, con un par de nombres representativos al lado (Ibarra, Gil) puede recaudar más, soportando en sus espaldas alguna mala campaña por si mismos, por el sentimiento que poseen sus seguidores para con ellos.
Pero ya está. Entonces ahora, el “Zeta” Rodríguez será sinónimo de show-time y
Pedro Escaraín significará madurez e inteligencia. Porque de ellos dependerá la supervivencia del interés popular hacia el básquetbol en Mar del Plata.
Midamos desde donde la realidad manda. Si no mataremos ilusiones, negaremos hasta el simple pero importante hecho de perdurar aún en las malas y nos quedaremos solos en las canchas, añorando los buenos tiempos idos y que, hoy por hoy, parece que no volverán.
RODOLFO DAMIAN PULEO
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