Estar siete meses fuera del hogar resulta por lo menos extraño para cualquier mortal. Claro que si ese tiempo se pasa con la familia a la que habitualmente se ve sólo por camarita web o por fotos, no tiene precio. Emanuel Ginóbili pasó siete meses en Bahía Blanca, su tierra, Preolímpico de Mar de Mar del Plata mediante. Mejor, imposible. Pero hubo que regresar a San Antonio porque la NBA pedía pista . “Después de los 27 grados con los que dejé Bahía Blanca, llegué acá después de la primera helada. Imaginate el cambio”, le cuenta Manu a Clarín desde San Antonio, donde anteanoche fue el encargado de ponerle calor a la ciudad, como figura en el triunfo inaugural de los Spurs (ver recuadro).
Comenzás tu décima temporada en el mismo equipo, con tres anillos ganados. ¿Qué se puede esperar esta vez?
Siempre juego para pelear bien arriba. No ganamos la temporada regular pasada de milagro. Estuvimos a un partido de hacerlo. Luego fallamos en los playoff, tuvimos una mala serie y Memphis, una muy buena. Eso no quita que si ganábamos el primer partido, por ahí pasábamos de ronda. No soy tan pesimista después de la temporada pasada. Pero no por lo bien que nos fue nos va a ir bien en esta temporada. Lo que queremos es ganar mucho en los primeros partidos.
Será una temporada corta. ¿Qué se puede imaginar de esta NBA con tantos partidos en menos días?
Veremos qué pasa con el correr de los partidos. Será bastante impredecible, sobre todo para nosotros (risas). Tenemos algo a favor: nos conocemos muy bien, mejor que la mayoría de los equipos de la liga. Pero somos un equipo más entrado en años que el resto. Vamos a ver cómo pinta la temporada, porque será muy estresante a nivel físico. Habrá muchos partidos en pocos días, con los mismos viajes de siempre.
La NBA es una “picadora de carne”, por el esfuerzo que demanda de los jugadores. ¿Cómo palpitás tener que jugar tres días seguidos en dos momentos de esta temporada?
Hice un curso intensivo en Mar del Plata este año, con cuatro partidos seguidos y seis en siete días (risas). Ya entendí lo que significa y fue complicado y realmente muy difícil jugar los últimos partidos. Durante la temporada de la NBA se podrá tener margen de error y entonces, si estás agotado, podés pedir un cambio o sentarte en un partido. En el Preolímpico no había ningún tipo de chance de hacer algo así. Pero me sirvió como curso intensivo (se ríe de nuevo).
¿Pensaste que no iba a arrancar la temporada, debido a la prolongación del lock out?
No, no, no. Ni bien llegué a la Argentina pensé que iba a arrancar a mediados de diciembre o en los primeros días de enero. No le erré por tanto, je. Estaba dentro de los planes. Era lo que esperaba.
¿Qué fue lo que más te generó dudas de lo que iba a pasar? ¿O simplemente entendías que era una cuestión de poder?
Como toda negociación, cuando hay un dilema económico muy grande de por medio, uno quiere lograr lo que cree más justo y por eso todo se hace duro. Los dueños de las franquicias pensaban que no era justo el convenio anterior y nosotros creíamos que sí. Había que encontrar el punto intermedio.
¿Notas conformidad con lo que se acordó?
No puedo hablar tanto de esto. No está bien visto acá. Ya pasó y está todo listo. Prefiero evitar el tema.
¿Te costó más esta vez la vuelta al mundo NBA después de tanto tiempo en Bahía Blanca?
No sólo me costó sino que me está costando la inactividad prolongada. No hubo el tiempo habitual para ponerme en ritmo. Es complicado. Así que no voy a arrancar la temporada en forma ideal. Pero muchos estaremos en la misma situación.
“La NBA es un negocio, como es Boca”
El traspaso de jugadores fue un loquero en la NBA. “Son habituales los movimientos, pero no como este año -opinó Ginóbili-. Influyó el cambio del convenio colectivo de trabajo, que permitió que los equipos tuvieran variantes distintas a las de antes. Todo lo que habitualmente se hacía en un mes, se hizo en una semana.
-Luis Scola, que casi se va a Nueva Orleans, dijo algo interesante: que se sintió un tonto por haberse identificado tanto con Houston, sabiendo cómo es el negocio.
-Lo de Luis fue una locura. Entiendo que se identifique con Houston y con un proyecto porque es una virtud. Luis se pone la camiseta, como yo, y no toma a su equipo como el trabajo de turno. Eso lo hace diferente y no debe cambiar.
-Queda claro que la NBA es un negocio y ustedes, mercancías.
-Hoy el deporte es un negocio. En Argentina, en Italia, en la Champions League, en todo el mundo. Es una locura ignorarlo. ¿Quién no lo sabe? No se puede esconder esa realidad. Pero los cambios en la NBA son un poco crueles porque el jugador no tiene voz ni voto. No es novedad decir que la NBA es un negocio, pero al igual que Boca, Arsenal o cualquier equipo argentino.
“Podemos soñar con otro podio en Londres 2012”
Si el equipo llega con un panorama físico ideal, ¿con qué escenario deportivo te ilusionás en Londres? Creo que podemos subir a otro podio. No somos los favoritos al oro, porque Estados Unidos y España están un escalón por arriba, pero eso no quita que se pueda dar una sorpresa. En el segundo pelotón, nadie es mucho mejor que otro. Si jugás bien el partido clave, estás inspirado y ejecutás mejor que el rival, ganás. Podemos llegar a soñar con un podio porque no es irracional y estamos en condiciones de hacerlo.
Siempre mencionaste lo que significó para vos vivir un Juego Olímpico. ¿Este lo ves diferente en lo deportivo y emocional?
Atenas 2004 era el primero y en Beijing 2008 no sabía si iba a jugar otro. Todos tienen un condimento especial. Londres seguramente va a ser mi último Juego y esto lo hará más emotivo.
No sólo para vos, sino para otros integrantes de la Generación Dorada que tendrán un fin de ciclo...
No sé qué va a hacer el resto. Si juega Fabri (Oberto), será su último. No sé qué tendrán pensado hacer Luis (Scola), Chapu (Nocioni). No lo hablamos. Pero va a tener un condimento emocional.
¿Cómo prevés el desgaste físico en Londres, teniendo en cuenta lo que sufrieron en el Preolímpico?
Fue un torneo durísimo, porque es una locura jugar seis partidos importantes en siete días. El de los Juegos no va a ser así. Nos va a beneficiar muchísimo jugar día por medio. No somos el equipo más largo ni el más joven del mundo, por ser gentiles. La ventaja comparativa con Mar del Plata ya está.
Llegaste a decir que allá no podías levantar las piernas...
A lo físico se le sumó lo emocional y no hay que esconderse de eso. Era enorme la presión que tenía el equipo por ganar, gustar y golear. Desde ya, por clasificarnos, porque jugábamos en casa, éramos los favoritos y no había ausencias, como sí las tenían la mayoría de los rivales. Se había creado un ambiente en el que no podíamos fallar. Eso suma. Lo físico y lo mental hicieron que fuera un campeonato desgastante.
¿Fue una de las grandes alegrías de tu carrera?
Fue muy lindo. En el momento de ganar no sentí el éxtasis, la felicidad total, por el estado de destrucción que tenía. Estaba muerto. No lo disfruté tanto en ese momento con la algarabía que tenía pensado. Pero ni hablar que vivir un campeonato de esa manera, frente a los tuyos y a 9.000 personas cantando el himno como lo cantaban y gritando como lo hicieron en la final, fue algo especial.
Cuando bajó la adrenalina, ¿lo digeriste como un logro diferente?
Como un gran logro. Con el tiempo se valora más. No es una boludez lo que logramos, porque sabemos lo difícil que es clasificarse a un Juego Olímpico. Es algo valioso y nos manda a Londres, que será una experiencia espectacular.
¿Es idiota preguntarte a esta altura por el Mundial de España 2014?
Y... no lo sé, no tengo idea. Ya bastante que pienso en Londres 2012. Si va a haber otro campeonato, no lo sé. Siempre dije que hasta acá llegaba seguro. Dependerá de las ganas, del momento, de lo psicológico y de lo físico.
Feliz por el país “movidito”, triste con una obra fallida
Cada vez que regresa transitoriamente a la Argentina, la agenda de Emanuel Ginóbili se apreta a más no poder para cumplir con sus compromisos comerciales, con la cena anual de su Fundación, con el maratón benéfico que organiza en Bahía Blanca y con brindar entrevistas cara a cara con medios que lo buscan durante todo el año. Este año hizo todo eso y se dio un par de gustos más, como ver partidos de la Liga Nacional y asistir a la presentación del último libro de Adrián Paenza.
Sentiste de cerca el humor del país durante siete meses, más de lo que habitualmente solés estar. ¿Qué diferencias notaste con otros años? ¿Lo notaste más movidito?
Lo movidito que debía estar un país ante elecciones tan importantes como las presidenciales. Me hubiese desilusionado si no hubiera estado movidito en un momento tan importante para cualquier país que celebra la democracia. Estuvo movidito como tenía que estar y como creía que estaría. No lo vi muy diferente al país de los dos años anteriores, pero que se hablara tanto de política estaba directamente relacionado con las elecciones.
¿Sentiste una mayor movilización de la gente?
Sí, sí, sí, muy movilizada, hablando mucho. En cada asado y en cada sobremesa siempre salía algún tema político. Me pone contento que se hable de ideas, de proyectos o de leyes, cuando en 2002 o en 2003 nadie creía en absolutamente nada.
Hay una mancha negra que enciende a Manu : el estadio multipropósito en Bahía Blanca, por el cual en 2007 se firmó un convenio con el ex presidente Néstor Kirchner para que el Estado nacional aporte la mitad del presupuesto.
¿Qué novedades tenés?
Absolutamente ninguna. Sigo a la espera, como hace cuatro años, para que algo pase. Pero no pasa nada. No sé qué sucede. Como siempre. Lo último que sabía era que estaba todo listo para arrancar, hasta la primera partida de dinero, pero nadie me cuenta que hay una grúa lista.
¿Es tu gran desilusión?
Me subí a la idea porque me encantó y les creí a todos. Ahora estoy empezando a descreer. No seré el único en la historia mundial al que le han dicho una cosa y no la han hecho. Simplemente que después que me hayan dicho en la cara tantas cosas, decís: “¡Mierda! ¡Qué cosa que te lo digan tan convincentemente y después no pase nada”.
Se lo dijo a Clarín antes de romperla en el comienzo de la temporada. Manu no deja de sorprender ni aún cuando dice la verdad.
Nota: Hernán Sartori (en twitter @hernansartori) – Diario Clarín
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