Podríamos quedarnos eternamente reprochando y llorando como acostumbramos hacer por la falta a Sconochini que no pitó el dominicano Reynaldo Mercedes, con la complicidad del griego Nikos Pitsilkas. Podríamos analizar técnica y puntillosamente por qué no se pudo mantener
una diferencia de 8 puntos a 4 minutos del final.
Podríamos dar loas a Dejan Bodiroga o insultar a Vlade Divac por sus constantes infracciones o picardías a favor de Yugoslavia. Pero sería mirar, con mucha bronca, el árbol y dejar, como siempre, el bosque de lado.
Por eso es preferible contar la historia y vislumbrar el futuro porque la medalla de plata que trae la Selección Argentina de básquetbol del Mundial de Indianápolis tiene un valor extraordinario.
Y en esto, la prensa especializada ha pecado de prudente. Hace 15 días la culminación de una gran campaña significaba jugar (no quiere decir“ganar”) el partido por el quinto puesto. En cuanto a la chance ya no de vencer sino de competir de igual a igual con el equipo local con jugadores de la NBA, era meramente una quimera.
¿Se dudó del verdadero potencial del elenco de Rubén Magnano? No, simplemente faltaba comprobar in situ si, dominado el territorio americano en un 90 por ciento (solo faltaba emparejar a EE:UU), se podía dar la cara ante las jerarquías europeas. Esto no se sabía porque,
simplemente, no se había competido. Pongamos un rápido ejemplo: la selección de fútbol ganó el certamen clasificatorio para Corea-Japón, pero también trajo victorias de categoría (por resultado y por juego) ante España. Alemania, Italia, etc. y desde tierra ajena.
En cambio, el básquetbol no había tenido dicha medida. Solo se sabía que individualmente, figuras como Manu Ginóbili, Hugo Sconochini, Fabricio Oberto, por citar a unos pocos, eran estrellas de Europa y otros como Pepe Sánchez y Rubén Wolkowyski habían hecho su experiencia NBA.
Nuestra prudencia periodística también fue propiedad del notable cuerpo técnico (¡Honor! Para Magnano, Tolcachier y Duró, no solo por el éxito sino, fundamentalmente por su planificación)
A medida que transcurrían los triunfos, los medios se dieron cuenta que eran necesario incorporar a los comentarios coyunturales la verdadera historia y aquí se fue muy inteligente.
Enseguida se señaló que a principios de la década del 80, Don León Najnudel demandó con pruebas que lo mejor que le podía pasar al básquetbol en particular y al deporte argentino en general, era copiar la organización de las grandes ligas como las de España e Italia. Además, abrir el mapa para lograr un proyecto bien federal, aglutinando esfuerzos aislados como los de Bahía Blanca, Córdoba, Santa Fe y Tucumán, por ejemplo, para mantener vivo esta disciplina.
Pero todo apoyado en una base piramidal que partiera de los estamentos más bajos (inferiores, amateurismo) hasta llegar a la alta competencia y, finalmente, la elite.
La Liga Nacional de Básquetbol fue un éxito para jugadores, técnicos, árbitros y prensa, quienes se fueron jerarquizando junto a su desarrollo, aunque, paradójicamente, aquellos directivos que abonaron el torneo con sus dineros, no hayan profesionalizado su sitial y hoy los clubes estén en su mayoría en banca rota y apoyados exclusivamente por la televisión.
Estos 12 componentes de la Selección son hijos de la Liga. Aprendieron cuál era el objetivo y se dedicaron a buscarlo. Y hay muchos más que siguen sus pasos, incluso con varios que están a su mismo nivel competitivo (Racca, Nicola, Daniel Farabello, Espil, Kammerich, Herrmann, entre otros). Esto no fue un hecho aislado. Hubo una planificación interpretada que tuvo como corolario este podio mundialista y, lo que es mejor, no como el epílogo de una estructura, sino como inicio de una estadía en el primer escalón de la consideración internacional.
Ahora hay que mantenerse, que siempre resulta lo más difícil. Además nuestra competencia interna sufre la crisis económica y, como ya venía sin sustento, no reflejará en su desarrollo la calidad de interpretes que mostró este seleccionado. Pero el público que se sumó en estos 10
días debe ser aprovechado. Otra vez se reclamarán ideas e imaginación (¿O es lo mismo?) a los conductores.
Por consiguiente, no hay que llorar una final perdida, como solemos hacer los argentinos, echándole la culpa a una situación arbitral. Hay que aplaudir un ejemplo dado en la Argentina de organización federal en pos del crecimiento sin egoísmos. ¿Le suena este enunciado?. Si, es
idéntico a lo que solicitamos a los dirigentes políticos. En definitiva, a nosotros mismos: Un país con una política federal, bien organizado, con cada uno en su puesto, dando lo mejor de si y, por qué no, demostrando que somos capaces de utilizar la técnica aprendida, el talento innato y, cuando esto no alcanza, poniendo a disposición el corazón.
Especial para Pick and Roll
Rodolfo Puleo es periodista del Diaro Olé y VIA 104 FM
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