Fue un final escandaloso, también dirán las crónicas, porque ni los mismos jugadores paraguayos sabían que habían ganado el partido, y porque los cordobeses se resistieron a aceptar el fallo de una dupla arbitral que ya había dejado mucho que desear.
Sin embargo, antes hubo un partido, durante el que Atenas estuvo abajo todo el tiempo ante un equipo que en los papeles aparecía como mucho menos que los cordobeses, pero que jugó con los dientes apretados y contó con una actuación sensacional de su conductor Javier Martínez, autor de 29 puntos. A eso, los paraguayos le sumaron el trabajo de Curtis Williams (19 puntos) bajo los tableros.
Con eso, les bastó para vencer a los griegos, que no jugaron ni la mitad de lo que lo hicieron en el segundo tiempo de antenoche ante Deportivo Valdivia.
Sí, es cierto, que aquel triple no cobrado fue determinante para no tener otra chance; pero también lo es que Atenas regaló el resto del encuentro y después debió depender de ese cierre ajustado.
Al margen de los problemas propios para acertar en la ofensiva, Atenas no fue inteligente para frenar a Martínez y Williams. Parecía tan fácil cortar el goleo paraguayo, que sorprendió ver cómo entre ambos llegaron a anotar la friolera de 48 tantos sobre los 68 que sumó San José.
Por eso, Atenas perdió los tres primeros cuartos. Pero como uno era el histórico campeón argentino y el otro el humilde representante de Paraguay, “los Griegos” tuvieron oportunidades hasta el final.
Es más, cuando el marcador estaba 59-64 a 5,04s del cierre, la merma física de los hombres desequilibrantes de San José era alarmante, mientras que los verdes ya habían mejorado algo (por lo menos en la actitud) y en base a los arrestos individuales de Bruno Lábaque conservaban la ilusión de evitar la humillante derrota.
Pero Atenas no pudo, al margen de las cuestionables decisiones de los jueces. Y no pudo porque fue una sombra del equipo que debe ser y volvió a mostrar su peor cara. Así de simple.
La polémica del final
Fue un final escandaloso el que cerró ayer el encuentro Atenas 67-San José 68. La polémica la desató una decisión arbitral avalada por el comisionado técnico y cuestionada y rechazada vehementemente por integrantes del plantel y cuerpo técnico griego.
¿Qué pasó? Sobre el cierre, Diego Lo Grippo se elevó de tres y encestó. El juez chileno Eduardo Becerra, que estaba a centímetros del ateniense, elevó su mano marcando el triple y entonces nadie dudó: Atenas empataba el partido en 68 a segundos del final. Incluso, así lo atestiguaba el tablero electrónico que estaba sobre el aro donde acertó Lo Grippo. Alivio griego y desazón paraguaya.
De pronto, el escándalo. Alguien advirtió que aquel triple de Lo Grippo había sido dado como doble por el árbitro venezolano Pedro Becerra, lo que iniciaba el festejo guaraní.
La amargura paraguaya se volvió fiesta, y el alivio ateniense se transformó en bronca. Hubo reclamos, empujones, agarrones y hasta un carpetazo de Mario Milanesio, ayudante del entrenador de Atenas, a Iván Dobud, el comisionado técnico. El hombre, que estaba sentado en la mesa de control, fue centro de las protestas verdes porque, ante lo sucedido, tuvo una actuación pasiva y poco comprometida, sin siquiera consultar a los jueces.
“Vos no podés estar sentado ahí”, le gritaba una y otra vez Bruno Lábaque, quien intentaba estar calmo (lo que menos imperaba en ese momento era la calma) mientras buscaba una explicación.
La polémica siguió y debió intervenir la policía para poner orden, mientras algunos jugadores de Atenas se resistían a aceptar la decisión y la gente silbaba a los cordobeses mientras se ponía a favor de San José. A esa altura, varios agentes ya se habían llevado a los árbitros al camarín.
“Jugamos muy mal, es la verdad, pero el tiro de Lo Grippo fue triple”, les dijo Horacio Seguí, técnico de Atenas, a colegas chilenos mientras se retiraba al vestuario. La delegación ateniense ni se cambió, se subió al ómnibus y se marchó al hotel, de donde regresó un par de horas después para ver el resto de la jornada del Sudamericano. “Todavía estoy con bronca –dijo entonces Bruno–, porque a nadie le gusta que le roben”.
Fuente: Joaquín Balbis (La Voz del Interior)
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