Comunión de las almas

• Pablo Tosal
• 04/11/2002
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Dicen algunas leyes no escritas, que el parto en su esencia natural es con dolor. Así es como todo nacimiento requiere de ciertos esfuerzos y dolores por más que se refiera al alumbramiento de un romance.

La Causa Quilmes, no fue una excepción. Después de los ruidos de invierno, entre la salida de Oscar Sánchez y la ida de jugadores muy caros afectivamente al sentimiento del hincha, el descrédito, como mínimo, era el común denominador.

Las primeras voces de protestas se levantaron luego de la eliminación de la Copa Argentina en manos de Gimnasia y Esgrima de La Plata. No era correcto, pero si comprensible, nadie le enseña a uno a olvidar. Y el hincha no olvida. Entonces los fantasmas de jugadores que ya no están retumbaron en Once Unidos.

La salida a tanta presión, fue la natural, el trabajo y el silencio. Y la única manera de abrir el depósito de confianza era ganárselo en la cancha, donde el hincha no hace concesiones y aunque el común denominador de la gente no entienda de sistemas y tácticas, el jugador siempre es rigurosamente observado, más por condiciones de índole espirituales que técnicas.

El viejo adagio que reza que las victorias construyen amistades es verídico, y Quilmes ganó 6 de los últimos 7 juegos. Eso simplificó el camino de la comunión entre los jugadores y la gente. Teniendo en cuenta además que la zona Sur de la Liga Nacional fue la más pareja de todas, situación que también ayudó a crecer.

Pero había algo más. Luego de las tormentas del comienzo, y un super clásico perdido después de mucho tiempo, el Grupo (léase jugadores y cuerpo técnico) sabían que debían demostrar cosas, rendir examen.

En Mar del Plata, el básquetbol se respira en las calles, es pasión casi como no hay en otro lugar del país, por lo menos para ciudades de tal envergadura. Y aunque todos saben que el objetivo no es salir campeón, la presión juega: a favor y contra.

Hasta que llegamos a este presente inmediato. Todavía en la búsqueda de una identidad definitiva el equipo de Pedro Escaraín se topo en la noche de ayer con el rival más difícil. Y sorteó el primer escollo con autoridad. Pero el hecho no se magnífica por el simple resultado.

La victoria, si se quiere, es una mera anécdota circunstancial. Los feligreses de Once Unidos (¿de que otra manera llamar a quienes todavía creen en la Liga?) fueron a ver una victoria, es cierto, pero en el camino se encontraron con más. La respuesta del equipo fue un claro mensaje: se puede ganar o perder, pero este equipo no se entrega ni a propósito. Y la señal fue captada por la gente.

Es razonable que la gente crea mas por lo que siente que por lo que ve. Y ayer hubo un ida y vuelta invisible de pedidos y entregas de corazón. Unos alentaban otros se prodigaban. Y casi sin querer hubo un nacimiento. El de un nuevo romance (si uno más), en tiempos flacos incluso para el querer, con más ganas de putear y descargarse que de felicitar a alguien, la gente abrió su ilusión y su crédito. Primer batalla ganada por el Grupo.

Fue entonces que la popular se quedó largo tiempo después del partido cantando. Felices, sin pedir nada a cambio. Y los jugadores, después de tanta presión se entregaron, y salieron a la cancha. Como hacia tiempo no se ve. O como se ve sólo en los momentos de despedida de campeonato.

Para los racionalistas como uno, a veces viene bien parar un poco la pelota y detenerse a mirar otros aspectos. Más emocionales o emotivos que racionales y aunque se trate de carnavales ajenos nunca viene mal brindar a la salud de algún nuevo romance.

ptosal@pickandroll.com.ar