Analogía necesaria
Desde que las primeras noticias fueron llegando de la tragedia de República Cromañón, hasta revivir minuto a minuto el horror con las imágenes, se fue gestando una idea: un inevitable paralelo con nuestro deporte. La cultura, la educación, la prevención, todo gira en rededor de lo que asusta y preocupa.
Para todo el país la mañana del 31 fue devastadora, terrible. Por formación, por cultura, por sensibilidad a unos más o a otros menos el hecho le fue pegando al individuo común en distintos niveles.
Aunque nunca de manera indiferente, la tragedia se convirtió en muchas personas más en un tema de conversación que en una puñalada en el alma.
Como en el básquetbol se trabaja de manera cotidiana con el hecho popular, con las estrellas (que no están en un escenario pero si en una cancha), las similitudes se volvieron peligrosas trampas de la mente.
Por trabajos aleatorios al periodismo conozco, los barrios pobres, la vida en las villas y también su opuesto. No hace falta que los sociólogos me alerten que en menos de cinco años todo será peor.
Lo que la falta de alimentación hizo en la mente de los pibes, más las ingesta de alucinógenos baratos destruyó toda posibilidad de pensamiento. Agregado al hecho de la cultura “del aguante” casi como exclusiva forma de vida se volvió un cóctel difícil de contener.
Dicen que el básquetbol tiene en sus canchas personas de un nivel social mayor al fútbol. Las grandes empresas comerciales no piensan lo mismo, por más que la gente del básquetbol, quiera vender esta mentira para situarse en una vereda elitista que realmente desconoce.
Seguramente el básquetbol no tiene las miserias del fútbol pero juro que sólo es un problema de proporción. No de clases.
El paralelo con el rock es un viaje de ida, como la droga. Esta sumamente emparentado. Las barras de chicos que hacen el aguante a una banda de rock funcionan de la misma manera que una barra de basquet: piensan que es más importante la fiesta que ellos generan que el espectáculo en si.
Lo que diferencia a “La 25”, de “Callejeros”, de “Ataque 77” es la fiesta de los pibes, no el arte que cada banda hace. Los chicos piensan que ellos son parte del show. Tanto para los que van a recitales como lo que van a una cancha.
Ven el partido de espaldas a la cancha. Mueven banderas, cantan, hacen pogo y se olvidan del hecho original. Y en la Argentina esto es un detalle fundamental; más de un plateísta mira más a la hinchada que el partido. La pasión es el eje de nuestra sociedad.
Es sencillo como definición y muy complejo como para intervenir. En nuestro país se reduce a lo siguiente: Nuestros políticos son elegidos por su carisma y no por sus ideas.
Tanto los chicos que concurre a un recital de rock a vivir su propia fiesta con la excusa de la música, como los pibes que concurren al básquetbol con la excusa de la pasión por unos colores viven el hecho en primera persona. Son ellos y no el espectáculo lo que vale la pena.
Siendo la pasión el eje común, y el rock y el deporte asientos de miserias y virtudes populares es que podemos encadenar una situación con otra. ¿Esta ajeno nuestro mundo del básquetbol de tragedias como la de República Cromañón?
Se podrá argumentar: “Los estadios son más seguros, no hay tanta gente junta, los techos no son bajos”, y muchas más. Acaso no estamos en la puerta de una nueva fobia nacional…? La de concurrir a espectáculos masivos en lugares cerrados.
¿Con que alegría la madre dejará ahora que su hijo de 14 años vaya a la cancha sólo? Y su razón natural de madre estará debidamente fundamentada, aunque ella lo desconozca.
Con el tiempo se ha reglamentado la prohibición del ingreso de bombos y redoblantes a los estadios y finalmente la pirotecnia. Siempre es más barato tomar estos recaudos que exigir estadios seguros. Yo quisiera que haya dignidad de vida y educación pero pido demasiado.
Sinceramente siento en mi alma como un golpe de Knock Out que me dejó en la lona. Desde hace tres días que no me puedo parar. Y no creo que pueda en mucho tiempo. Soy tan pasional como cualquiera y veo con dolor que el tema, tratado por mentes gordas y burguesas, encuentra como culpables al último eslabón de la cadena.
Cuando uno alerta sobre posibles problemas lo tratan como pesimista. “Perro que ladra no muerde, hasta que deja de ladrar” me recordaba hoy Carlos “Cachacho” Pascual. Es claro, las cosas no pasan hasta que suceden y nos lamentamos.
Con los años hemos asistido a la transformación de los espectáculos públicos, donde el espectador es más importante que el artista o deportista como reflejo de la sociedad. Ahora se horrorizan y se rasgan la vestidura.
Si no se puede cambiar a la sociedad, si se pretende seguir el camino de lo popular, entonces solo cabe la precaución extrema y la sinceridad puertas adentro de la responsabilidad de cada uno, para evitar males mayores. Así en el basquet como en la vida.
Fuente: Pablo Tosal (Archivo Pick and Roll 3/1/2005)
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