Para algunos, una moto es bastante más que un medio de transporte. Sobre ella, la sensaciones de libertad, de rebeldía y de adrenalina cobran vida. Una vida que pasa más rápido, menos pesada. Finamente gasificada. Marcelo Arrigoni lo sabe. Y lo disfruta. El DT de Atenas, este Atenas renacido en aspiraciones, ya tiene una característica distintiva al resto de los entrenadores de la Liga Nacional: se moviliza en una Yamaha.
Se trata de un detalle que refleja la personalidad del entrenador que está superando ampliamente las expectativas del hincha común del Verde. Tras el triunfo de su equipo sobre Lanús 107-80, en la inolvidable noche de los 49 puntos de Walter Herrmann, Arrigoni se subió a sus dos ruedas para cabalgar en el sueño de hacer más grande aún la historia del Griego. “Me ayuda mucho a despejarme. El día de descanso lo aproveché. Estuvo lindo y salí a dar una vuelta. Es algo que disfruto mucho”, le contó la Pepa a Día a Día.
Pero reconoció: “No es aconsejable la moto. Tiene sus peligros. Y si llueve no podés andar. Tiene sus complicaciones. Cuando no ando en moto, ando a pie. En algún momento veré si me compro un auto y la dejo un poco más tranquila a mi mamá. Siempre fui bastante rebelde y el corazón me tira para ese lado. Pero ya le daré el gusto a la Vieja de vender la moto. Je”.
Está feliz el DT de casi medio siglo de vida y criado en barrio General Paz. Llegó sin bombos ni platillos al cargo (primero en dupla con Martín López, hasta que este renunció), pero en base a resultados fue ganando el reconocimiento de propios y extraños: “Ya hace una semana que tenemos el plantel completo y venimos de un fin de semana con dos juegos muy completos. Gimnasia fue muy duro. Es uno de los equipos con los que estamos luchando en la tabla. Es un plantel que viene trabajando hace ocho meses, pero se les pudo ganar a fuerza de corazón, de ganas. A nosotros, como equipo, nos faltan un hay un montón de cosas por pulir. Pero lo que más rescato es que los jugadores están dejando todo. Es un gusto poder trabajar y ver el compromiso que tienen a diario”.
–¿El plantel completo da mayores responsabilidades?
–Sí. Nosotros nunca pusimos como excusa que nos faltaba personal. Además, si poníamos excusas y entrábamos medios tibios hubiésemos perdido varios partidos. Sabíamos que estábamos disminuidos y fue una realidad con la que tuvimos que convivir. Pero el equipo siempre creyó que podía ganar, a pesar de esa situación. Ahora tenemos una posibilidad real de recambio. Esto posibilita tenerlos a todos con una buena dosis de energía y llegar al final del juego bien en ese plano. Ante Lanús, más allá de la diferencia, pudimos usar los últimos cinco minutos con los titulares y seguir creciendo como equipo.
–¿Sentís que ya tiene identidad de juego el equipo?
–Nos faltan muchas cosas todavía. Pero lo más importante que tiene este equipo es que quiere estar junto. Los problemas de uno los hacemos propios de todos. Y las virtudes que tiene un jugador una noche, como pasó con Walter ante Lanús, la disfrutamos todos. Ese es el camino. Este es un juego en equipo. Mientras más voluntades estén de acuerdo, con la capacidad que tiene este plantel, más lejos se puede llegar. Tenemos jugadores con mucha experiencia, otros más jóvenes con muchas ganas y unos extranjeros muy voluntariosos. Estamos para soñar, pero sin dejar de saber que nos falta y que no es fácil incorporar a tantos jugadores en tan poco tiempo. Todavía no pudimos jugar con los dos americanos al mismo tiempo porque nos falta volumen de juego. Hay que trabajar mucho para también sumar esa opción.
–¿Qué viste y qué necesidad tiene Atenas de estos extranjeros?
–Están predispuestos a hacer lo que se les pide. A Terrel Taylor ya lo conocemos. Es un luchador. Es de esos 4-5 que realmente se entrega, contagia y trata de hacer su mejor trabajo defensivo, tomando fuerte a los internos. Y en ataque, toma tiros de descarga de media distancia. También se hace ancho en el poste bajo tratando de juntar marcas para descargar o bien buscar un tiro cómodo. En el caso de Brian Williams, es intenso y demostró ser generoso para jugar el dos por dos con los externos, sobre todo con el base. En el poste bajo no se complica. Y tiene predisposición para los rebotes.
–Cuando asumiste, les dijiste a los jugadores que a esto lo sacaban adelante ellos y que los laureles se los tenían que llevar ellos. Hoy se te ve afianzado en el puesto de entrenador. ¿Cómo fue ese proceso?
–Ese primer día de entrenamiento lo hablamos y les dije que creía en este equipo. Lo importante era que ellos creyeran primero en su propia capacidad individual y después en la del compañero. El mismo esfuerzo que iban a hacer conmigo lo iban a hacer con un entrenador consagrado. La posibilidad de revertir la situación la tenían que construir ellos. Y sigo pensando eso; son los jugadores los que pudieron acomodar al equipo. Me puse del lado de ellos y trato de sumar en el trabajo diario. En los partidos alguien tiene que tomar la decisión de quién entra y quién sale. No pueden estar los 12. Lo mío pasa por tener la intuición necesaria para saber qué jugador conviene que esté en cancha en ese momento. La prioridad siempre la va a tener el equipo. Eso lo tenemos en claro. En definitiva, eso es lo que importa para poder estar en comunión y ganar.
–Tenés varios días hasta el partido contra Regatas. ¿En qué vas a hacer foco?
–En sumar a los americanos y a Federico Ferrini. Los tenemos que acoplar al juego en conjunto. Y también en sumar situaciones de juego y ampliar las páginas del librito porque realmente, con todos los cambios que hemos tenido, es muy difícil hacer que los sistemas tengan más variantes. Es como que siempre estamos empezando con alguien nuevo.
Tu forma de ser
Su pasado como jugador le sirve. Participó de las primeras cuatros LNB con Asociación Española y San Martín de Marcos Juárez. Después, formó parte de diferentes cuerpos técnicos y se desarrolló como entrenador a nivel asociativo y federativo. A quien le pregunten, destacarán de Arrigoni su condición humana y su mirada positiva, ante todo: “Siempre soy de ver la mitad del vaso lleno. Si no lo veo así, tengo que dar la mano e irme. Cuando estuve en Hindú, todos estábamos de acuerdo en ver amarillo y negro hasta el final. Y acá pasa lo mismo. Todos quieren ver el verde hasta el final”.
–Tu carrera de jugador se truncó por el accidente que sufriste con el plantel de San Martín con el colectivo. ¿Disfrutás de la misma manera fuera que dentro de la cancha?
–Disfruto verlo. Cuando veía los partidos por televisión de Atenas lo disfrutaba. Pero a mi rol de jugador lo disfruté muy mucho. Era un jugador de dientes apretados, pero lo disfrutaba. Quería hacer el mejor trabajo, con las armas nobles que te da el reglamento. Hoy, como entrenador, para mí no hay nada más importante que el jugador de básquet. Sé que si al jugador lo tengo bien de la cabeza, se pueden lograr grandes cosas. Todo lo que sea palabra básquet, me deleita. Es realmente mi pasión y aprendí a disfrutarla desde distintos lugares.
El pibe rebelde creció. Y aprendió en ese largo recorrido. Hoy sueña como nunca. ¿Y fugitivo? Sí, le huye a la posibilidad de quedar dentro la intrascendencia en el básquet.
Fuente: Día a Día
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