Mar del Plata también lo festejó

• Pablo Tosal (ptosal@pickandroll.com.ar)
• 26/06/2003
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Era una especie de Rey sin corona. En un país tan exitista y resultadista como este, es particularmente extraño que a Oscar Sánchez se lo mencione como uno de los más grandes técnicos, ya que nunca había salido campeón. Un caso único.

Pero como una espina clavada en su costado brillaba el hecho de la ausencia del campeonato. Y lo logró sin dejar dudas de su participación en el hecho. Como la película deseada.

Mar del Plata, su ciudad adoptiva, la que eligió para radicarse con su familia, también vivió la final a pleno. Por los amigos, por los hinchas de Quilmes, por los hinchas de Peñarol que le guardan respeto y admiración y por su puesto por todos sus detractores (de Quilmes y de Peñarol), como sea nadie quedó exento de ver lo que pasaba.

No es para menos, su carrera como técnico suma 25 años, (Comenzó en 1978 dirigiendo El Nacional de Bahía Blanca) y desde 1987 llegó a Mar del Plata, traído por otro bahiense, Oscar Rígano, quien lo convenció de dejar la Liga Nacional y Estudiantes de Bahía y encarar un sueño. Juntos proyectaron ascender al Club A. Quilmes a la máxima categoría del básquetbol Argentino, en la incipiente Liga Nacional.

Desde la Liga C, tiempos en que el “Huevo” llegaba a los entrenamientos en su Mehari, ascendió a la Liga B, y desde 1988 buscó el ascenso en el antiguo TNA, hecho que logró en la liga 90/91. Luego en la primera temporada en la elite (91/92) recibió el halago de ser considerado el Mejor entrenador del año.

Su identificación con Quilmes rápidamente se gestó, sobre todo por la épicas batallas de otrora contra Peñarol, con el singular hecho de tener en su currículum personal más victorias que derrotas en el super clásico del país (13-11).

Su carrera tuvo dos equipos más. Primero Andino de la Rioja en la 94/95 y 95/96, donde ahora reluce el hecho de haber llevado a Emanuel Ginóbili como Juvenil (tenía 17 años), y consiguió el tercer puesto en la 95/96. En la temporada 97/98 fue sexto con Deportivo Roca.

Luego su regreso a Quilmes para sacarlo de las llamas y llevar de nuevo a la elite, consumar la vuelta y lograr dos semifinales consecutivas.

El Huevo quería salir campeón, y alguna vez me dijo: “Estoy podrido de remar, de chiflar, de gritar, quiero un equipo para salir campeón, no para pelear”. El hecho de que los dirigentes nunca le armaban “El gran equipo” lo frustró y fue el origen de todas las peleas y discusiones con sus directivos en Quilmes.

Dueño de un estilo muy particular, despierta admiración y bronca. Exige que sus jugadores se brinden con la misma pasión, entrega y profesionalidad que él lo hace, situación que lo enfrenta a muchos jugadores que no entienden lo mismo.

Una palabra que lo emparenta es “Obsesión” y un chiste referente a él es su absoluto desconocimiento por el mundo que lo rodea ajeno al basquet: ¿Mel Gibson, quien es Mel Gibson? ¿De que juega, a donde?

Los entrenamientos a puertas a abiertas, incluso en instancias decisivas de play off (salvo por única vez un día antes del sexto partido entre Atenas y Boca), la posibilidad que la televisión deje el micrófono en sus minutos, algo que no todos los entrenadores aceptan, y aunque parezca un hecho menor, lo pinta de cuerpo y alma. Todo lo que sea referido al basquet no lo asusta. No le asustan los desafíos.

Y Mar del Plata no le fue indiferente en la hora Gloriosa. Entre lágrimas, por su Vicky por Alejo y Mariano y por su mujer Marisa, recordó a los amigos de Bahía Blanca y a los amigos de Mar del Plata. Una recuerdo recíproco que se unió en el momento más deseado, el ansiado título de Campeón .

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