Todo el color de Tecnópolis

• Leonardo Chianese (@leodeflores)
• 27/07/2016
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Estaba todo dado para que la gente no vaya. Las contras eran todas las imaginables. Empezando por la suspensión del partido Australia - Lituania la noche anterior, siguiendo por una lluvia que golpeó duro en la Capital Federal y el conurbano bonaerense durante toda la jornada de martes, pasando por los precios de las entradas (que de populares tuvieron poco y nada), la ubicación del estadio y un horario que es complicado para el porteño medio que al otro día se tiene que levantar a eso de las 7 de la mañana para ir a trabajar. Y para cerrar, la frutilla del postre: TV en vivo a través de la Televisión Pública. Enorme paso para la difusión, pero que habrá hecho que alguno que dudaba se quede en casa a verlo por la tele.

Claramente con todos estos condimentos un partido común de Liga Nacional (ni siquiera hablamos de categorías del ascenso o amateurs) se hubiera jugado a estadio casi vacío en alguna de las canchas porteñas. Pero la gente los quiere a ellos. Y sabe que las oportunidades de verlos en vivo y en directo son muy escasas, y van a ser más escasas aún con el paso del tiempo ya que ninguno de los susodichos es un quinceañero. La gente va a una misa, va al teatro, va al cine, no va a ver un partido de básquet. No le pida al que se mojó para ir a Tecnópolis que vaya a ver un Lanús - Libertad o un Obras - Ferro un 8 de enero con 45 de térmica a la sombra. No es lo suyo. Lo suyo es adorar a Manu, Scola, Delfino y el Chapu.

Ya dentro del estadio se podía ver alguna que otra butaca vacía, pero el concepto de show se siguió a rajatabla. Linda presentación, una enorme pantalla gigante que nos hizo pensar durante dos horas que estábamos en Dallas o en San Antonio y no a pocas cuadras de la cancha de Chacarita o de Colegiales. Cada intervención positiva de Manu o del Luifa (y los gritos alocados de la gente) nos llevó imaginariamente a un estadio yanqui y no a uno del Partido de Vicente López. Además hubo porristas, juegos en el entretiempo y otros lindos condimentos que hicieron que todos los presentes vivamos una noche NBA, algo casi impensando teniendo en cuenta que la noche anterior allí se suspendió un partido por goteras. Se trabajó contra el reloj y bien.

Sacando a los cuatro fantásticos, el que más hizo delirar a la multitud fue Campazzo cuando hacía alguna de las suyas. Casi a contramano de esta afirmación, hay que decir que los pocos "trapos" ligueros los aportó la gente de Quilmes de Mar del Plata y su incansable Filial Buenos Aires. "Seguro ahora lo da vuelta Australia", tiró un plateísta cuando la visita se acercaba cada vez más y se escuchó el histórico "vamos vamos, Argentina, vamos vamos a ganar, que esta barra....." tan ligado a los fracasos futboleros de la Selección albiceleste. Y a decir verdad, razón no le faltó al hombre. Poco después, tembló Tecnópolis cuando Manu clavó una bomba que adelantó 78-77 a Argentina a poco del final. Pero la victoria australiana trajo tristeza y aplausos de resignación.

Ya eran más de las 23 cuando más de uno se topó de frente con la realidad. A comer un pancho en el histórico Pancho 46, o a tomar el 140 o el 21 que mañana hay que ir a laburar. Las dos horas NBA ya habían quedado atrás y las oscuras calles de Vicente López o San Martín se parecían poco a las de EEUU. La General Paz ofrece medios de transporte rápidos para llegar a diversos lugares pensando que mañana el despertador será impiadoso. Por suerte ya no llovía. Y claro, por suerte mañana hay más.

Leonardo Chianese (@leodeflores)