• 21-11-2024
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Eslovenia dueña de Europa

Eslovenia conquista Europa. Eslovenia conquista el básquet. Eslovenia conquista la historia. Un equipo que rima en consonante, que dignifica el baloncesto, que atrapa, que enamora, que engancha, que tienta, que ilusiona, que reconcilia, que seduce. Un equipo de poetas, un equipo de currantes, un equipo de gestos, un equipo de campeones. Un equipo, desde hoy, inmortal.

El país de los dos millones de habitantes, el del verde de sus montañas que volvió a ser azul, el humilde, el gafado de antaño, el del hambre, el que se propuso cambiar su historia con un torneo impecable, perfecto, con un 9-0 para recordar que les iguala a los más grandes en tocar el cielo.

Un Dragic sublime (35), con una primera parte de puro orgasmo (¡26 puntos!), un Doncic lesionado tras impulsar a su país con el orgullo de un héroe, un Prepelic letal, un Vidmar guerrero... 12 nombres, 12 héroes hasta el día de su muerte en su país. Y un entrenador, Igor Kokoskov, cuya apuesta por un baloncesto salvajemente atractivo encontró el premio del oro.

En un partido de los que presumes haber visto dentro de dos décadas, en una de las finales más emocionantes, intensas, trepidantes y explosivas que el baloncesto europeo pudo ver jamás, Eslovenia se llevó la final contra una aguerrida Serbia (93-85) que supo resistir al hipnótico Dragic para lanzarse a por el campeonato en el último cuarto. Entonces, con Dragic fuera de combate por el cansancio y Doncic entre lágrimas por su lesión, Eslovenia escribió el último verso... el verso del nuevo rey de Europa.

El regalo de Dragic

"Jugamos contra el mejor equipo del campeonato. Ellos son los favoritos absolutos". Djordjevic traspasaba cualquier tipo de presión a su rival, nuevo en estas lides de jugar finales y, hasta hace 72 horas, un curioso más por conocer el sabor de una medalla. Muric y Kuzmic monopolizaban en los compases iniciales el ataque de sus conjuntos, con los pívots serbios haciendo daño en la pintura (7-10, m.5) y Dragic saliendo al rescate a base de penetraciones imposibles de parar.

Goran miraba a Bogdanovic, convencido de que el partido se lo iban a jugar los dos, ignorando los caprichos del guion final. Doncic y Marjanovic querían su trozo de protagonismo, mas Bogdan daba primero para impulsar a Serbia (13-18, m.8) con una bandeja de las que caen con hielo. Prepelic, probablemente el jugador que más esquemas ha roto durante todo el Eurobasket, salió al rescate esloveno con 5 puntos seguidos y Dragic avisaba de lo que estaba a punto de venir en el segundo acto con un contraataque de libro para cerrar el primer cuarto con los suyos solo 2 abajo (20-22).

El ritmo era sublime. Si Randolph daba un paso al frente para adelantar a Eslovenia (25-22, m.12), Bogdanovic contestaba desde el 6,75. Si Bircevic se colaba gritando en la fiesta, Prepelic le silenciaba con otro bombazo lejano (30-28, m.13). En mitad del combate, el niño prodigio pedía paso. Djordjevic, que ha lamentado en público en más de una ocasión la decisión de Luka de jugar en Eslovenia y no en Serbia, se lo vio venir cuando Doncic atrapó el rebote. El madridista corrió, esquivó a todos sus rivales, se plantó delante del aro y, saltó, saltó más que nunca. Su mate valió mucho más que dos puntos. Su grito de rabia pudo valer un oro. El público con las manos en la cabeza, con las bocas abiertas. Algunas lágrimas asomando en los ojos por lo que acababa de ver. Eslovenia estaba aquí. Y Dragic llamaba a la puerta.

Goran estaba a punto de protagonizar alguno de los minutos más salvajes que un Eurobasket pudo contemplar jamás. El Pau Gasol del último cuarto en Francia 2015. Dirk contra España en 2001. Djordjevic y sus triples en la final del 95. Gallis, Sabonis, Petrovic. Leyendas de épocas recientes, leyendas de épocas pasadas que se entremezclaban con el nombre de un jugador que, de ahí al final de cuarto, fue capaz de sumar 20 puntos de una manera bella, alocada. Insultante. Colosal. Ni los que le cantaban "MVP, MVP", profético el grito, cuando la estrella ponía a los suyos 8 arriba desde el tiro libre en el ecuador del cuarto (38-30) podían vislumbrar una explosión similar. Después del triple de Prepelic, con Macvan salvando los muebles como podía, Goran pidió paso. Y todo parecía tan sencillo con el balón en sus manos. Penetraciones con una velocidad imposible, parada y tiro, faltas forzadas, tiros libres anotados con sangre fría.

Solo un gen tan competitivo como el de Serbia podía responder todo aquello. Un 2+1 de Lucic y un triple de Guduric, 0-6 y partido nuevo (43-38, m.17)... hasta el nuevo arreón del líder de Eslovenia. Con un triple superaba la frontera de los 20. Con otro, de 8 metros, de dibujos animados, dejaba ardiendo la grada de su país (54-43, m.19). Y con su último guiño, pasándose la bola por detrás, parando otra vez en carrera y clavando la bola con la misma facilidad con la que tú o yo metemos la bolsa de basura en un contenedor gigante, le gritaba a Europa entera que este Eurobasket era suyo, tras una primera parte para pellizcarse una y mil veces. Para sentirse afortunado como testigo, como compañero, como espectador... e incluso como rival.

Serbia nunca se rinde

26 puntos, 4 rebotes, 3 asistencias. Eslovenia 9 arriba (56-47). Blazic con los ojos saliéndose de sus órbitas por lo que estaba haciendo su compañero. El murmullo del listón de Djordjevic en 1995 (41 puntos, tope en una final). El vistazo en el descanso a los apuntes, a los viejos récords, para plantear qué lugar en la historia estaba dispuesto a ocupar Dragic, que, burlón, saludaba a la segunda parte con un triple para ilusionar a todo un país. El mate posterior de Vidmar en la cara de Marjanovic, mil gestos incluidos en la celebración, parecían la confirmación de que este oro tenía dueño.

Sin embargo, el rival era Serbia. La Serbia con hambre de éxito -desde 2002, cuando ganó bajo el nombre de Serbia y Montenegro, el oro se le resiste-, la orgullosa pero insaciable tras las platas en el Mundial 2014 o en los Juegos Olímpicos de 2016. La que ni faltando Jovic, Teodosic, Nedovic o Bjelica pondrá una excusa. La del Europeo de menos a más, siempre agazapada, siempre sólida. La que jugó 4 veces contra Eslovenia en toda su historia, perdió 3... y ganó la única importante, en esas semis de 2009 con fallo en el tiro libre de Lakovic y triple final de Teodosic. Con prórroga para dejar a su rival sin medalla y con complejos y miedos durante los siguientes años. Y cuando Serbia está delante, las finales no se celebran hasta estar en el podium.

Lucic, presente. Marjanovic, presente. Micic se estrenaba al fin. Y, con 8 abajo, Doncic se lesionaba el tobillo en la lucha por el rebote para que el choque cambiara para siempre. Mientras a Doncic le ponían hielo por su lesión, Bogdanovic le ponía hielo al partido (63-59, m.26) con la clase del mejor Bodiroga. Mientras el chico de 18 años, porque sigue teniendo 18 aunque su baloncesto parezca invalidar su carné de identidad, lamentaba su infortunio en la banda, Djordjevic aplaudía el esfuerzo defensivo de los suyos, que empezaban a meter más y más miedo en Eslovenia.

La pizarra funcionaba. Stimac era un bastión en la zona y se atrevía a poner a los suyos a 2, con kilos de rabia liberada. Dragic, con sus últimas pinceladas y el espíritu ganador de Prepelic retrasaban un poco lo que parecía una cuestión de tiempo, si bien sendos triples de Bircevic y Bogdanovic preparaban el terreno para un último cuarto apasionante (69-67, m.29). Goran, ahora sí en su última aportación al partido, llegaba a los 35 puntos para cerrar el cuarto en 71-67, quedándose a tiro de piedra del récord histórico esloveno, los 37 de Kotnik, e intentando hacer creer a su rival que, sin Doncic, él podría hacer de dos súper-héroes a la vez. El oro de Eslovenia iría por otro camino.

La apuesta de Kokoskov

Los eslovenos se lo creían, vaya si se lo creían. Blazic acompañaba con un triple el slalom de su vida (77-70, m.32) y Bogdanovic, el otro héroe sin capa del día, contestaba de inmediato para evitar que Serbia bajara los brazos. Cómo lo iban a hacer con tantos argumentos, con tanto compromiso, con tanta dignidad y orgullo. El antihéroe perfecto, el oponente ideal para dignificar una final, para hacer más grande a cualquier ganador.

Micic volvía a darle un mordisco a la renta eslovena mientras los triples de Dragic ya no tocaban ni aro, perdido de puro cansancio. Lucic dejaba reducía la desventaja de los suyos a la mínima expresión y Macvan, finalmente, culminaba la remontada con una jugada de clínic en la pintura (77-78, m.36). Qué bonito, qué pasión, cuánta competitividad, qué gozada de final. Prepelic y sus triples, Macvan de pívot clásico. Empate a 80. Bogdanovic eclipsando a su némesis Dragic, Kuzmic fallando tiros libres, Prepelic otra vez dándole la vuelta a la tortilla, Randolph anotando una canasta absolutamente clave (86-82, m.38) Doncic llorando en banda. Y Eslovenia con la épica de esa España sin Gasol en Japón.

Un equipo de artistas que creyeron, de currantes a los que le dejaron. Y de un técnico valiente, Igor Kokoskov, que se había atrevido minutos antes a quitar a la estrella Dragic cuando, además de dolores y problemas físicos, no había más gasolina para hacer arder su talento. Eslovenia fue más Eslovenia y, de ahí hasta el final, más equipo que la impotente Serbia, que se perdió en protestas arbitrales y en triples sin fe, con sus aficionados sufriendo la misma decepción con la que recibieron recientemente el palo de perder contra la vecina Croacia la final de waterpolo. Mucho más que un partido, mucho más que un deporte. Mucho más que una derrota.

El tapón de Vidmar a Bogdanovic simbolizó de forma definitiva el cambio de era. Los tiros libres del glorioso Prepelic fueron la sentencia. Sus lágrimas, antes del 93-85, la de todo un pueblo que se enamoró de un equipo de poetas. De los Montes Karavanke a los Alpes Julianos, del Monte Triglav al Lago Bled, de las Cuevas de Postojna al Río Drava. De la plaza central de Lubliana a Estambul, de Estambul a Europa entera. El oro, la gloria, el podium. Doncic en hombros, cual legionario, de esos militares que disparan con palabras y poesía. El homenaje a Zoran Dragic, el equipo de los gestos. El equipo de todos. El equipo campeón. Un poema para disfrutar toda la vida.

Link al boxscore oficial del partido

Crónica: ACB.com
Fotos y video. FIBA.com

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