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Soy leyenda

Al finalizar la práctica de Hebraica Macabi algunos jugadores se van al vestuario y otros se quedan a elongar al costado de la cancha, mientras que los entrenadores y asistentes charlan entre ellos. Casi como si nada estuviera pasando, el único que continúa practicando sus tiros libres es Leandro García Morales. Para sus compañeros es una costumbre, pero para quienes no lo conocen es un hecho curioso, ya que, a los 37 años, la mayoría de la gente de su edad prefiere estar con su familia, mirando un partido o relajándose en la pileta.

Todo lo contrario pasa con el escolta uruguayo, quien a base de esfuerzo y trabajo duro se hizo lugar en un deporte que hace añicos a gente de su tamaño. Con el corazón más grande que sus 1,86 metros de altura, Leandro demostró siempre que lo mejor viene en envases pequeños.

"Identifico tres pilares mi carrera: el entrenamiento, el descanso y la alimentación. La repetición de los buenos hábitos te alarga la carrera", explicó el escolta en una entrevista realizada por DirecTv. Admirador de Manu Ginóbili, Leandro sabe que su cuerpo tiene que estar por encima de todo para continuar jugando al más alto nivel.

Su figura impone respeto en cualquier país de Latinoamérica y los títulos en casi todos los lugares en los que jugó le permitieron estampar su efigie en el corazón de los amantes del baloncesto. Tal es así que, actualmente, se transformó en un monumento viviente al convertirse en el máximo anotador en la historia de la Liga de las Américas con un total de 845 puntos.

Tras desempeñarse en Biguá, Halcones de Xalapa, Cocodrilos de Caracas, Aguada y Hebraica, el uruguayo impuso respeto a través de sus triples y de una mecánica letal, capaz de destruir y derribar a cualquier defensa. Además, su desempeño durante 20 años en la Selección de Uruguay dan mérito de lo que este jugador significa para un país que respira básquet.

Su única carie en el diente es la Liga de las Américas, un torneo, de los únicos, que García Morales nunca pudo ganar. Sus participaciones con Biguá o Hebraica fueron fallidas, pero el escolta no se tira para abajo. Sabe que la oportunidad está a la vuelta de la esquina y que siempre habrá una segunda oportunidad.

Al día de hoy, Leandro respira tranquilo, pero se sigue exigiendo más que nadie. Cada vez que erra un triple o una bandeja se puede notar su fastidio y los tropiezos no hacen más que levantar y despertar a un inmortal vestido de ser humano, un guerrero siempre listo para luchar, sin más armas que un diez en la camiseta.

De su paso por Corrientes quedan sólo ya recuerdos, pero su muñeca enamoró para siempre a más de uno, en un fin de semana que se vivió a puro básquet. Como Ginóbili, Leandro contagia a los menos adeptos a que se acerquen a una cancha con más frecuencia. El escolta tiene esa habilidad de hipnotizar a todo aquel que lo ve jugar, de lograr ser imposible de olvidar.

Nacho Miranda

@nachomiranda

COMENTARIOS (1)

se paso de moda.. 06/02/2018

cuantos claros en la tribuna de regatas

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