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El día que CABB y COA acordaron boicotear al básquet femenino

Del 28 de mayo al 8 de junio de 1992, en la ciudad española de Vigo, se llevó adelante el Preolímpico Global femenino clasificatorio a los juegos de Barcelona. Un total de 16 selecciones fueron parte del mismo, y si bien Argentina se había ganado su derecho a estar presente, no fue.

¿El motivo? La Confederación Argentina de Básquetbol al mando de Rubén Rábano, acordó con el Comité Olímpico Argentino presidido por el coronel retirado Antonio Rodríguez boicotear al equipo. Así de corto, claro, contundente y bochornoso.

El plan, como todo, tiene un marco histórico. El mendocino Pedro Batiz dirigió por última vez al seleccionado mayor en el Sudamericano de 1989, después de estar al mando casi por 30 años.

En su lugar asumió Rodolfo Casini, el cual tuvo como primera experiencia el Premundial de 1989 en Brasil, donde pese a no lograr el podio el equipo mostró carácter y ser competitivo en todos sus encuentros.

A partir de ahí se comenzaron a profundizar los problemas con la dirigencia. Esa camada de jugadoras tenían en partes iguales talento y carácter, y pese a las diferencias que pudieran tener entre sí (como ocurre en la mayoría de los equipos), como grupo tenían muy claro lo que querían. Siendo gráficos en esa camada no había indias, eran todas caciques. Estaba en su ADN y no funcionaban de otra forma.

Al final de cuentas en gran parte eso las llevó a tener la calidad que ostentaban y ser el mejor equipo nacional de los últimos 30 años.

El reclamo persistente por mejores condiciones para entrenar (desde ropa a permisos en tiempo y forma), fue socavando la paciencia de una dirigencia que no tenía intenciones de preocuparse por el femenino, y por la situación del país, tampoco contaba con los recursos económicos.

Luego de tres décadas con Batiz, y pese a no tener malos resultados, a Casini le dieron las muchas gracias y el hasta luego después del Sudamericano del ´91, donde nuestras chicas lograron la clasificación a los Panamericanos y al Preolímpico; dos cosas hasta ese entonces nunca alcanzadas.

Ese despido no hizo más que empeorar las cosas, en una relación que ya venía tirante. En menos de dos meses Argentina debía presentarse en los juegos de La Habana, y a esa altura tanto el COA como la CABB habían decidido que las chicas no viajen.

A los reclamos existentes se le sumaba un detalle no menor: la mejor jugadora de ese entonces, que tiempo después pasó a ser nuestra mejor jugadora de la historia, Karina Rodríguez, ya era profesional.

Para que ella pudiera estar presente necesariamente debían firmarle un seguro, cosa que la Confederación nunca tuvo una real intensión de hacer. Ese fue uno de los motivos por lo que no integró la plantilla finalmente. En el medio el tiempo seguía corriendo, y pese a que un joven Eduardo Pinto ya había sido nombrado coach, la idea seguía firme: el femenino no iría a la isla.

Con la palabra empeñada, y la clasificación ganada en el parquet, todo se le complicó a las autoridades, cuando desde la Organización Deportiva Panamericana los informaron de algo que no habían tenido en cuenta:

Si las chicas no viajaban se caía la disputa de la rama femenina porque serían menos de cinco equipos (como ocurrió luego en Mar del Plata ´95). Si eso pasaba no dejarían competir al elenco masculino, y de yapa, deberían pagar una multa de 20 mil dólares.

A regañadientes no les quedó otra opción más que aceptar, pero con una condición muy clara, las “revoltosas” (léase algunas de las que reclamaban lo mínimo indispensable) debían quedar fuera. Fue tratar de apagar un incendio con nafta.

Esa decisión apenas duró una semana. Una reunión en la CABB donde el plantel pidió explicaciones de todo lo que venía ocurriendo, alcanzó para que las vetadas vuelvan a ser parte, y de la noche a la mañana, de estar fuera de la preselección, pasaron a ser parte de las 12, incluida la nombrada capitana de ese equipo Viviana Andujar.

A ese hecho las autoridades no lo tomaron como una batalla perdida, sino como un recordatorio que traerían a la mesa semanas después.

Tal era la desorganización que reinaba sobre el despreciado equipo femenino, que para cuando le comunicaron a Adidas que las chicas viajaban, ya era tarde. El sponsor del COA apenas pudo darles tres juegos de camisetas, con sus respectivos pantalones cortos; más una campera y un pantalón deportivo… pero todo para hombre y en talles enormes.

Mientras que el resto de las delegaciones viajaba con un bolso lleno de ropa (como corresponde) para pasar los días en la Villa Panamericana, nuestra Selección mayor debía moverse con “vestimenta de civil” ya que para ellas no hubo nada de eso.

Es más, debieron ingeniárselas para achicar la ropa de juego, ya que les quedaba muy grande. Atarla, coserla o enrollarla fueron las opciones que encontraron para representar al país de la mejor manera posible.

Pero eso no era todo. Evidenciando que tanta rebeldía no sería gratuita, les informaron con solo un par de días de antelación que por falta de recursos no podría viajar toda la delegación. Fue allí cuando el padre de Paula García, una de las jugadoras, se ofreció a hablar en la empresa donde trabajaba para ver si la misma podía sponsorear al equipo y de esa manera, conseguir el dinero que faltaba para que viajen completas.

La CABB no tuvo objeciones y por eso un juego de camisetas celestes llevó en el pecho a la firma Renault. Tan poco importaba esta rama, que ni siquiera las autoridades se tomaron el trabajo de averiguar si eso no iba contra el reglamento.

¿El resultado? Esas camisetas se usaron solo en el debut y casi le cuestan el resto del torneo a la Selección, ya que están prohibidas las marcas en la indumentaria. La delegación viajó completa, pero con otro lunar más: el equipo fue alojado en el pabellón de departamentos de hombres, y la jefa de equipo fuera de la Villa.

Al coronel retirado Antonio Rodríguez, presidente del COA (sí, desde 1977 un militar estuvo a cargo hasta 2005), nada de todo esto lo inmutó en lo más mínimo. En cambio sí lo sacó de sus casillas que las chicas estén con ropa Topper en el albergue. Que no tuviesen siquiera la ropa oficial no era motivo de molestia. Increíble y a la vez entendible por cómo se venían manejando desde las sombras.

Con tanta suma de contratiempos las chances de obtener buenos resultados eran minúsculas, y el milagro no estuvo ni cerca de ocurrir. Cuatro derrotas en igual cantidad de presentaciones: el 3 de agosto ante Cuba (93-47), el 5 ante Estados Unidos (97-40), el 7 con Canadá (81-61) y cerraron el 8 ante Brasil (83-56).

Entre CABB y COA se frotaron las manos, y entendieron que era su momento de dar un golpe definitivo, como si tanto mal manejo anterior no hubiese sido suficiente; con una FFBRA que nunca cortó ni pinchó.

Sin redes sociales y con muchos intereses apuntalando el deseo de vengarse de ese grupo de “descarriadas”, comenzaron a hacerle llegar a la prensa general mentiras por verdades. De la noche a la mañana ese equipo que trataron de esconder todo el tiempo, fue el foco de todo lo negativo.

Un gran chivo expiatorio para tapar errores en todas las demás áreas. Fue así como el equipo de básquet femenino se hizo conocido por ingresar alcohol a la villa, llegar a cualquier hora, organizar fiestas, vestirse provocativamente, no respetar los valores del deporte, e incluso según palabras del equipo de hockey femenino “pintarse como gatos”.

Cualquier calumnia e injuria era bienvenida para desprestigiarlas un poco más. Las 12 integrantes de la “vergüenza” fueron Gabriela Casini, Elena Rosolen, Marcela Colombo, Viviana Andujar, Paula García, Karina Van der Wee, Marcela Andreozzi, Silvia Smidt, Iris Ferazzoli, Laura Falabella, Diana Tizon y Andrea Gale.

Pero aún lo peor no había llegado. El 10 de septiembre, en la revista Solo Básquet N° 111, se dio un hecho que hoy sirve para entender lo que ocurrió luego. Todo gracias a la gran producción de Horacio Brusco y Miguel Simón, a cargo ambos de esas tres carillas.

En la página 21, y sin ponerse colorado, el presidente de CABB, Rubén Rábano aseguró: “Hay que disolver el actual seleccionado. Más allá de los rivales de primer nivel y la deserción de Karina Rodríguez, el balance es totalmente negativo (...) antes de ir al Preolímpico habrá que analizar bien lo que se pretende. Por supuesto que sería lamentable desertar y perder una plaza”.

Primera señal de alerta. ¿Por qué hablar de no ir a un Preolímpico? ¿Por qué ponerlo en duda? ¿Con qué fin no se iría? Al final de cuentas, si la labor dirigencial hubiese sido perfecta y la de las jugadoras totalmente detestable, alcanzaba con cortar a las 12 y poner allí otras 12.

En la página siguiente el presidente del COA, Antonio Rodríguez, se paró en la vereda opuesta en cuanto a la labor deportiva, pero no fue tan tibio sobre el Preolímpico:

“El equipo no fue completo, le faltó la figura más importante. Igualmente, pese a los resultados, la experiencia fue favorable (…) de alguna manera teníamos que saber dónde se encontraban paradas en América (...) no me arrepiento de que hayan ido. En este nivel, de ninguna manera podemos ir a un preolímpico. Habrá que trabajar mucho, contar con todas las mejores y demostrar que se progresó”.

El boicot estaba declarado. Si bien ambos le dedicaron apenas un renglón a los supuestos hechos de indisciplina, que en ambo casos negaron, lo rutilante era que con ocho meses de anticipación ya avisaban que el básquet femenino no iría al Preolímpico de Vigo.

La excusa de los malos resultados vino perfecta. Para hacer un buen papel a nivel internacional debía haber un recambio profundo y mucho trabajo, y con el torneo “tan cerca” todo no se podía. El “sacrificio” de no ir era necesario. Entender que lo que pedían las jugadoras era menos de lo mínimo indispensable, no.

Como siempre ocurre en este tipo de historias el hilo se cortó por lo más delgado. Se habló de falta de fondos, de problemas administrativos, de construir desde cero y en consecuencia, por el capricho de personas a las cuales el femenino les estorbaba, Argentina no fue al Preolímpico global.

Se boicoteó a toda una rama porque les resultó más fácil hacer eso que buscar la igualdad; algo por lo que aún hoy y en el día a día las mujeres luchan. Creyeron que sacando caciques las sumisas surgirían por sí solas, pero como escribió Neruda, podrán cortar las flores, pero no podrán detener la primavera.

Varias regresaron a la Selección años después, y las que no, siguieron marcando la diferencia en las ligas locales, como un vivo recordatorio que lo sucedido en el ´91 no fue lo correcto.

Una última reflexión: ¿Por qué traer esta historia 29 años después? Porque no se puede hablar de lo que se desconoce, pero una vez que se vuelve conocido, entra a tallar la frase que “quien calla ante una injusticia se hace cómplice de ella”.

Emanuel Niel
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COMENTARIOS (2)

Ricky Morocho 06/05/2020

Evidentemente a Rábano le importaba un ídem el femenino. No obstante, parece que los problemas con la indumentaria de las chicas duraron hasta la gestión del Chubi inclusive.

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Eduardo 07/05/2020

Esta bueno que se conozca del pasado , pero a pesar de que la nota tiene muchas precisiones, quiero remarcar que en ese grupo había mucho talento y que no se cambio a las 12 jugadoras luego , y el que elegía era el cuerpo tecnico (no como insinúa la nota) ,Karina Vender We , iris Ferazolli y Andrea Gale , las tres de 19 años, mas y Laura Falabella (algunas , también observadas en preselección , como Romina Cantarelli ) siguieron en los equipos nacionales por muchos años mas . Algunas llegaron al primer mundial que clasificamos y participamos en Alemania 98 y a los subsiguientes , en que también se clasifico y se participo ( China 2002 , Brasil 2006 , R. Checa 2010 ) . Se podrían discutir mas cosas , algunos juicios de valor con los que no coincido , pero en términos generales el objetivo de conocer el pasado , es valorable , mas hoy que todos tenemos la sensación de que el basquet femenino esta en problemas , pero ese es otro tema .

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