The Last Dance en Netflix ha sido el fenómeno deportivo per excelencia en estas semanas de confinamiento planetario. El público ha recordado el brillo de un astro como Michael Jordan, que iluminó el baloncesto durante su trayectoria profesional, y la mejor etapa en la historia de los Chicago Bulls, que incluía a Scottie Pippen, Dennis Rodman o Phil Jackson. Y una de las sorpresas ha sido redescubrir a Steve Kerr tanto como deportista como por una anécdota personal que ha marcado su vida y que ha emocionado al público.
Cuando se anunció el documental y Kerr apareció en el material promocional, muchos fans no entendían su presencia. ¿Por qué salía al lado de los míticos cuando su papel en el equipo había sido muy menor en comparación? Él mismo reconoció que estaba “casi avergonzado” de estar al lado de estos jugadores y que sólo entendía que estuviera por una razón: “Estoy allí porque ahora soy el que es famoso porque entreno a los Warriors”.
De hecho, hay dos razones por las que se acabó entendiendo su presencia en el documental. Una era la anécdota del enfrentamiento entre Michael Jordan y Steve Kerr durante un entrenamiento en 1995. Jordan, competitivo, insultaba a los jugadores contra los que estaba jugando y Kerr acabó hasta las narices. El ahora entrenador de los Warriors le dio un golpe en el pecho y Jordan directamente le dio un puñetazo en el ojo. Quienes pensaran que Michael Jordan era un ejemplo de espíritu deportivo estaban más que equivocados.
Lo inesperado es que Jordan y Kerr acabaron haciendo un buen tándem. En 1997 hicieron historia de la NBA en las finales con esta asistencia que el actor de Space Jam le hizo a Kerr, que marcó los puntos de la victoria. Y, bueno, Kerr se quita medallas porque la verdad es que él formó parte de esos Bulls que se llevaron tres campeonatos entre 1996 y 1998.
Pero, como advertíamos, Kerr también ha acabado emocionando al público con una historia muy personal: la muerte de su padre en 1984 y que le marcaría para siempre. Malcolm Kerr fue disparado y asesinado por extremistas islámicos mientras trabajaba en la Universidad Americana de Beirut en el Líbano. Kerr recibió la noticia en su residencia universitaria de la Universidad de Arizona.
“Recibí una llamada en mitad de la noche de un amigo de la familia”, explica en The Last Dance. Se dio cuenta que tenían que ser malas noticias porque nada bueno podía salir de una llamada a las tres de la madrugada. ¿Su desolada reacción? “El baloncesto era lo único que me permitía distraerme de lo que había sucedido. Así que al día siguiente fui a entrenar. No sabía qué otra cosa hacer”, confiesa en una escena que ha destrozado a los espectadores.
Quizás esta terrible experiencia con las armas de fuego, que acabaron con su padre, hizo que Kerr se haya convertido en una de las figuras mediáticas más firmes a la hora de criticar el libre comercio de pistolas en Estados Unidos. Es el consciente del dolor que pueden provocar y está harto de ver que roban vidas cada año, muchas veces en centros escolares o universitarios.
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