Lucas “Chiri” Reyes es una de las grandes promesas del básquet argentino y con apenas 20 años es una de las grandes apuestas de Instituto de Córdoba.
Desde su Mendoza natal, el joven dialogó con Pick&Roll en vivo por Instagram y contó acerca de toda su vida en el mundo del básquet.
¿Cómo llevas el aislamiento social?
Me encuentro en Mendoza hace unos 3 meses. Al principio, cuando estaba en Córdoba, me costó. Tuve que estar un mes encerrado allá. Luego, me vine a mi provincia y ya estaba más tranquilo. Además, a los días comenzaron a flexibilizar el aislamiento.
¿Estás entrenando en casa? ¿Cuánto tiempo le dedicas?
Estoy yendo al club donde jugué de pequeño (Leonardo Murialdo). Entreno en el gimnasio y hago fundamentos con los chicos del club. Le dedico unas 2 o 3 horas por día.
Vamos a ir al comienzo de todo... ¿Cómo llega el básquet a vos o a tu familia?
Yo arranqué a los 6 años en Murialdo. Antes había pasado por muchos deportes pero ninguno me gustó. Un día, mi vieja fue al club a hacer gimnasia, yo la acompañé y daba vueltas por ahí. Estaba un compañero de la escuela que me invitó a jugar. Fui, me gustó y desde ahí le metí para adelante.
¿Cuáles fueron tus colores en Mendoza?
Desde los 6 años jugué en Leonardo Murialdo. Luego, a los 15 años me cambié a Anzorena. Estuve un año y medio, y ya pasé a Instituto.
¿Recordás algo de tus primeros partidos?
Si, algo me acuerdo. En los primeros partidos agarraba la pelota y sin picar me iba hasta el otro aro como si fuera rugby.
¿Te veías ya como un jugador que sobresalía del resto en pre-mini o mini?
No, no lo veía así. Yo creo que al ser mi viejo en ese momento el técnico de la primera, me pasaba mucho tiempo en el club, por lo tanto, entrenaba mucho más que el resto de mis compañeros.
¿Desde chico tenías la mente puesta en ser jugador de básquet? ¿O tenías otras ideas?
Al principio no le daba importancia a eso. A medida que fue pasando el tiempo me di cuenta que me gustaba esto y miraba los partidos por la tele. Fue ahí cuando se me cruzó la idea de querer vivir de esto.
¿Tenías el apoyo de tu familia?
Sí, siempre. Toda mi familia ha jugado al básquet, por eso no costó convencerlos. Mi viejo era el que más quería que me fuera.
¿A qué jugadores tenías como referencia cuando eras chico?
Siempre me gustó Campazzo, lo miraba mucho cuando jugaba en Peñarol. Y de la NBA, me gusta Curry e Irving que son de otro planeta.
¿Cómo fue tu federal con Anzorena?
Al principio, me costó mucho. El dar el salto al profesionalismo fue difícil. Los entrenamientos eran serios y para mis compañeros era un trabajo. Había que tomárselo con mucha seriedad y responsabilidad. Empecé a ver los scouting y el tema de los videos. Era todo nuevo. El paso por Anzorena fue importante para lo que venía con Instituto porque ya sabía cómo se manejaba un equipo profesional.
Contanos de tu llegada al club en Instituto ¿cuál fue tu primera impresión?
Estuvo bueno. La semana de prueba fue durísima. En las mañanas entrenábamos durísimo 3 horas y en las tardes, un poco más tranquilo, hacíamos partido.
¿Cómo fue tu adaptación a una nueva ciudad?
Sí, muchísimo. Tener a mis viejos y amigos lejos fue difícil. El hecho de tenerme que lavar la ropa, hacer la cama, hace el desayuno, caminar hasta la escuela fue un tema. Era medio vago en ese sentido acá en Mendoza. Al ir a Córdoba tuve que empezar a hacer todo por mi cuenta. A medida que pasó el tiempo, se hizo todo más fácil, ya que la gente del club me recibió muy bien.
¿Cómo eran tus horarios de entrenamientos en Instituto?
En la mañana entrenábamos fundamentos y gimnasio. Almorzaba y teníamos que ir para la escuela. Después en la tarde, entrenaba con mi categoría y si nos pedían de la Liga nos teníamos que quedar. Siestas no habían.
¿En qué crees que en lo personal y basquetbolístico te cambió Instituto?
En lo personal, me ayudó a madurar. El hecho de tener que hacer todo por mi cuenta y no tener a mis viejos cerca me ayudó. Y en lo basquetbolístico, tuve la suerte de tener a grandes entrenadores que me hicieron darme cuenta de cosas que no hacía para potenciar mi juego, como presionar todo el campo en cada jugada, crear más juego, etc. Son detalles que te quedan marcados.
¿Cómo fue tu primera temporada? ¿Sentías alguna presión?
Sí, un poco sí. En la primera temporada entrenaba con la Liga pero no siempre. Si necesitaban más juveniles me mandaban a mí o a los otros chicos. Ahí sí me sentía un poco nervioso porque entrenaba con los jugadores que antes miraba por la tele. Al ser base y tener que comunicarle las cosas yo a ellos era complicado, pero por suerte eran muy buenos compañeros. Me ayudaron bastante y el resto se me hizo más fácil.
¿Costó adaptarse al horario de descanso y las comidas?
El tema de las comidas me costó. No me cuidaba, era un desastre. En los primeros viajes nos controlaban que no comiéramos pan, que no le agregáramos condimentos a las comidas, todas esas cosas que acá en Mendoza no respetaba nada. Y con respecto al descanso, no me costaba porque al tener días tan pesados con entrenamientos y escuela, dormía bien.
¿Qué es lo que más te gusta de Instituto?
Me gusta todo. La gente con la que convivís, el trato que tienen hacia mí. La hinchada me encanta y más cuando hay un clásico o un partido importante. Son algunas de las tantas cosas que me gustan del club.
¿Qué recuerdos te quedan de Grecia?
Fue una experiencia única e increíble. A pesar de la espina que nos quedó del partido con Puerto Rico, fue increíble. Hicimos un torneo muy bueno ganando 5 de 7 juegos. Tuvimos mala suerte en el cruce, la pelota que no entró. Pero más allá de eso, fue lindo el conocer Grecia, enfrentar a grandes jugadores, y compartir equipo con unos cracks.
¿Cómo se llevaba la camada 2000?
Muy bien, son todos unos personajes ahí. Lo bueno es que ya varios nos conocíamos desde 2015 y ya había una buena relación.
¿Quedó alguna anécdota de ese mundial?
En un día libre que tuvimos, hubo una reunión entre jugadores de Rusia, Filipinas y Grecia. Era una actividad recreativa donde armaban grupos de a 4, un jugador de cada selección. Había que hablar temas de básquet, pero en inglés. Yo más o menos la piloteaba, pero Fausto Ruesga me hizo reír mucho. No andaba muy bien con el inglés y se escondía atrás de Caffaro que maneja excelente el inglés.
¿Cómo es Facundo Muller como entrenador? ¿Y Sepo Ginobili?
Facundo es un gran entrenador. Planteaba muy bien los partidos. Aprendías bastante con él. Lo que planeaba en el entrenamiento lo llevaba fácil a los partidos.
Sepo es más flexible con los juveniles. Está más pegado, nos jode. Pero a la hora de trabajar es serio, nos reta bastante, quiere que mejoremos. Cuando le da un día libre a los grandes, nos agarra a los juveniles y vamos a entrenar con él. Con Sepo aprendes mucho ya que te está corrigiendo los detalles en todo momento.
¿En qué momento lo agarra la cuarentena a Instituto?
Nos agarró en un buen momento. Habíamos quedado afuera de la Champions, pero veníamos jugando bien. No es poca cosa llegar hasta las semifinales del torneo más importante de Sudamérica. En la Liga veníamos bien, en la última gira le ganamos a San Lorenzo y Ferro de visitante, así que lamentablemente nos agarró cuando estábamos en un muy buen momento.
¿Qué consejo les darías a los pequeños que sueñan en jugar a nivel profesional como vos?
Entrenar, ser disciplinado, y escuchar a los DT. Todo pasa por el entrenamiento y ser constante. Hay que tener un poquito de suerte, pero se puede llegar.
Lautaro Arce
Pick&Roll
DEJA UN COMENTARIO