Rememorar lo que pasó con Scola meses atrás en Tokio emociona hasta los huesos. Aún ya sabiendo de su retiro, ya asumiendo lo sucedido pero no deja de emocionar todo lo sucedido en ese partido ante Australia. Si bien puede durar la bronca, la dura derrota y la manera en la cual Argentina se despidió del torneo, todo se detuvo por un minuto cuando la ovación emergió en su totalidad y solo para un hombre: Luis Alberto Scola.
Podemos decir muchas cosas sobre Scola, hablar de sus títulos, récords, cantidad de Juegos Olímpicos, la preparación exhaustiva en cada previa de un torneo internacional para estar a la altura, reinventarse con el tiro externo, mayor movilidad de pies para no quedar pagando en defensa o ganar en uno contra uno cerca del aro llenándose de recursos. Todo eso inspira Scola, inspira el deseo de mejorar, de entrenar duro, la constancia, la pasión por lo que hace y dar todo hasta quedar vacío como dijo en algún momento el propio Luifa.
Un Juego Olímpico difícil para él como para todo el equipo. Le costó encontrar su lugar, ganar en ambos costados, así y todo volvió a ser el goleador de Argentina, dejar la piel por el equipo y con toda su experiencia dar el último recital dentro de una cancha de básquet. Era lo último de Luifa, ya se sabía, así y todo, nadie quería imaginarlo fuera o de civil de ahora en más.
Esos últimos instantes ante Australia dejaron en claro el respeto mundial que se ganó Scola dentro de su vida de básquet, pero no solo dentro de la cancha, sino todo lo que inspiró fuera del parquet. La ovación total de cada jugador de Australia, cuerpo técnico, hinchada presente y las redes sociales invadidas de mensajes para con el gran capitán.
Cada compañero con lágrimas en los ojos, abrazos interminables y palabras de agradecimiento. Para Scola todo estaba terminado pero era imposible no irse sin emocionarse, sentarse un momento y seguramente, rememorar rápidamente su vida, sus momentos y todo lo que le brindó el básquet así como Scola nos brindó a los fans y todo el básquet cada año.
Uno de los grandes de la historia de nuestro básquet. Desde su pensamiento, su entendimiento, su manera de ver las cosas, de entrenar, de esmerarse, de mejorar, de dar todo, de ser el faro par los jóvenes, de asumir todos los retos, desde su personalidad y enfocarse para el siguiente objetivo en su vida. Un titán y es nuestro, siempre lo será. La última aventura del capitán fue en Tokio. Gracias miles.
José Fiebig
@Josefiebig
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