Ya la imagino a Elenita inquieta buscando dónde lo nombro al abuelo Juan Carlos. Y Juan Carlos Cantarelli también aparece en esta historia. Su inseparable compañero también se destacó en la Selección masculina, y una vez retirado, en la faz organizativa. Él también es parte del linaje.
Sin embargo, fiel a mi estilo, el foco está puesto en el básquet femenino. Y es allí donde uno de los emblemas del mítico 17 de Agosto brilla con luz propia. Porque no solo ganó absolutamente todo lo que se le puso enfrente, sino que con esa bondad que la caracteriza, supo regar el amor y los valores de este deporte en su descendencia.
Fue por esto que una vez que Elena Gálvez hizo el pase de antorcha, ya con varios certámenes defendiendo los colores celeste y blanco en su espalda, lo mismo que con la selección de Capital; su hija Romina Cantarelli tomó la posta.
Y de semejante dupla, apasionada y técnicamente impoluta, no podía salir más que otra amante del básquet, la cual siempre se brindó al máximo y que desde temprana edad se supo destacar.
Al igual que sus padres Romina tuvo el honor de jugar para la Selección, tanto en menores como en mayores. Ya instalada en España siguió despuntando el vicio, pero como en su momento le tocó a Elena, a ella también le llegó el turno de pasar el testimonio.
Es así como Marco Pacífico Cantarelli aparece en escena. El espigado jugador del Casademont Zaragoza viene pidiendo pista hace un par de temporadas, y en esta 2022/23 explotó de lleno, compitiendo tanto en Junior como en Cadetes.
Si bien los tiempos han cambiado y el básquet evolucionó, quien ve a Marco puede encontrar aristas de Juan Carlos, de Elena y de Romina. Es un Gálvez-Cantarelli. A la legua se lo puede distinguir.
“Es un orgullo, una alegría y un honor que lo hayan convocado” dice aún emocionada Elena. Se le entrecruzan los sentimientos y los recuerdos. “Se me viene a la mente todo el camino recorrido, desde que entraba como mascota a los partidos, hasta cuando jugué en la Selección” afirma.
Sin dudas es revivir todo. Lo de ella, lo de Romina, y ahora, el futuro que se volvió presente con Marco. “Ahora viajo a Cadiz. Vamos a ver el campeonato de Cadetes. Es una locura, pero estoy súper feliz” acotó.
La pasión por este deporte corre por las venas de Marco. El femenino, quizás sin que él tenga plena noción, directa o indirectamente le hizo germinar esa semilla que hoy ya es árbol que da fruto. Como dice Elena, parte de esta gran y hermosa familia que da el básquet.
Emanuel Niel
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