Ginóbili se dio otro gran gusto

• 21/02/2005
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En Denver, Colorado, con temperaturas bajo cero afuera del estadio, pero con todo el calor que irradiaba su corazón adentro del Pepsi Center, Manu bajó feliz la pasarella con su nuevo loock flequillo durante la presentación y se insertó entre los monstruos más famosos del mundo del basquetbol.

Fue en el 54° Juego de las Estrellas de la NBA, que anoche volvió a enfrentar a los seleccionados del Este y del Oeste, que tuvo sólo seis extranjeros y que se transmitió a 115 países para más de tres billones de personas.

En medio de la pomposa ceremonia, amenizada con toda la increíble artillería del espectáculo que suelen desarrollar los norteamericanos, rodeado de cantantes famosos, empresarios multimillonarios, artistas reconocidos y grandes leyendas de la NBA, estuvo nuestro Manu. Sí, como en un sueño. Tocando el cielo con las manos. Convirtiéndose en el primer sudamericano que accede a tan glamorosa fiesta. El segundo latinoaméricano después del panameño Rolando Blackman

Todos bajaron de una especie de gruta de la zona de las rocallosas en homenaje al lugar que los cobijaba, para celebrar esta tradicional fiesta anual del básquetbol profesional.

Porritas, bailes, cantantes, percusionistas, buena música, mucho efectos especiales, color. Todo dentro de un estadio y para albergar a las estrellas.

El partido comenzó con Grant Hill, Allen Iverson, Vince Carter, LeBron James y Shaquille O´Neal, por el Este, y con Kobe Bryant, Tracy McGrady, Kevin Garnett, Tim Duncan y Yao Ming, por la Conferencia del Oeste.

Después de algunas jugadas deslumbrantes en medio de un partido muy relajado, sin defensas fuertes ni mucha exigencia, quedó para recordar de ese arranque un triple de Tim Duncan (inhabitual en él) y algunas volcadas fulminantes de Amare Stoudemire.

Nuestro Manu ingresó cuando restaba 1m50 para el final del primer cuarto y ganaba el Oeste por 28 a 23. Ingresó por el canadiense Steve Nash, justo uno de los jugadores con los que quería compartir la cancha. En consecuencia tuvo que actuar como base, recluído en el perímetro, pasando el balón y sin recibir demasiado juego.

Para no permanecer inactivo, ni aburrirse ante la hegemonía que tomaban el alemán Dirk Nowitzky y Ray Allen, intentó ir a buscar cada uno de los rebotes ofensivos y defender con más ganas que el resto. Había dicho que mucho no le gustaba jugar por diversión: “Me motivo más cuando es por los puntos”, dijo el viernes último.

Fue sustituido por primera vez cuando quedaban 9m18 para concluir el segundo cuarto y regresó 4 minutos más tarde, ahora sí para compartir el balón con Nash y Kobe Bryant, que había dicho que admiraba al bahiense.

En esos primeros once minutos pudo hacer dos dobles, uno con su sello, penetrando y usando mucho efecto en el tiro. Sumó además un rebote, una asistencia, una pérdida y una tapa, en ese primer tiempo. Pero quedaba más Manu, todavía.

A lo largo del primer tiempo el bahiense alternó minutos aunque sin lograr una participación activa, algo que cambió en el complemento, cuando permaneció mayor tiempo en cancha y ganó en protagonismo.

Ginóbili terminó con ocho puntos en su haber (2-4 en dobles, 0-2 en triples y 2-2 en simples), tres rebotes, una asistencia, una tapa, un recupero, dos faltas y tres pérdidas en 16 minutos.

Lo estaban viendo desde 214 países a través de la magia de la televisión, con 57 cadenas que emitieron el evento para unos 3,1 billones de espectadores, ante 270 periodistas acreditados de todo el mundo.

“Todavía no tengo noción de lo que siente la gente cuando me ve. Es demasiado fuerte por lo que me dicen mis padres, hermanos y amigos. Cuando era chico ni soñaba con llegar a esto”, fue lo único que atinó a decir “Manu” poco antes de empezar a brillar con luz propia.

Fuente: La Nación y la Nueva provincia