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A 20 años de la palomita eterna

¿Cómo que ya pasaron 20 años de semejante hazaña? Un 15 de agosto del 2004 vivimos uno de los momentos más épicos del básquet argentino. La palomita sagrada de Manu Ginóbili para la victoria agónica del seleccionado ante Serbia 83 - 82 iniciando el camino de los Juegos Olímpicos en Atenas, Grecia. Un juego increíble con un final fuera de serie. Ya son 20 años...

Argentina venía de perder la final del mundo en 2002, en ese entonces ante Yugoslavia en suplementario y con mucha polémica en el cierre. Un dolor en el alma, aunque había que recomponer las fuerzas y pensar en el siguiente evento. El inicio de los Juegos Olímpicos en el mítico escenario griego y justamente ante Serbia (ya separada de la ex Yugoslavia) en una especie de revancha respecto de lo sucedido y con mayoría de los protagonistas.

Un partido nuevamente de película y con un cierre que nadie hubiese imaginado. Argentina dominó en el comienzo con un Ginóbili brillante (17 pts en el 1C) para comandar 27 - 15 e irse por un margen de 49 - 39 al descanso. Serbia mejoró en ambos costados, llegó a colocarse al frente 63 - 61 y encima Bodiroga clavó una daga clave (78 - 75). Argentina descontó, Serbia volvió a anotar y apareció Manu con un genial 2+1 para empatar en 81.

Llegó el momento sublime. Una penetración cómoda de Serbia, la descarga en la pintura para Tomašević y la falta contra el interno. Erró el primero, anotó el segundo con 3.6s. La bola rápida para Montecchia, quien se abre por la izquierda, mete dos dribbling en velocidad, un giro y como por arte de magia aparece Ginóbili desmarcado a unos metros. Llega el pase directo del puma y en palomita y cayéndose, el bahiense anota de tablero un doble hollywoodiense.

Todos se tiraron sobre un Manu rendido, Magnano con su clásico ya festejo corriendo y a los saltos. Serbia se quejó de ser una jugada inválida, aunque claramente la pelota se despegó de Manu instantes antes que la chicharra aparezca en rojo. Una locura absoluta pensando en lo que seguiría luego y el final de esos Juegos Olímpicos literalmente mágicos donde fuimos felices.

Un doble que pasó a la inmortalidad. Sacado de la galera, de las arcas de la generación dorada donde se forjó todo lo maravilloso y esa palomita fue una de esas cosas. Posiblemente el mejor doble de la historia del básquet nuestro, el que nos mueve recuerdos dorados, el que nos genera sonrisas y alguna lágrima también. "Fue el doble más significativo de mi carrera! Dijo Manu. Hasta la eternidad.

José Fiebig

@Josefiebig

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