Hablemos de básquet

• Pablo Tosal (ptosal@pickandroll.net)
• 13/09/2011
• (37 comentarios )

Estaremos de acuerdo si digo que siempre que el barco llegue al puerto deseado, no importará mucho el camino elegido. Las formas en cómo se fueron sorteando las tempestades, o cómo se encararon las tormentas, en definitiva el barco ancló en lugar elegido. Argentina fue campeón del preolímpico.

Me permito un hecho periodístico: el análisis del camino elegido para disfrutar de este logro inolvidable. Acaso la única manera de mejorar es tener la sencillez de corregir situaciones incluso cuando las cosas van bien.

Muchos hinchas ya fueron mostrando su inconformismo por diferentes aspectos de la selección. Algunos muy entendibles, otros más bien pasionales. Atendamos los lógicos.

El torneo de 10 partidos en 13 días es para planteárselo a las autoridades de FIBA Américas, pero también subyace la complicidad del país organizador que busca en materia de venta de entradas salvar en parte los gastos del torneo. No es razonable esta serie enfermiza de partidos que deriva en lesiones por cansancio. Una sola rueda y play offs es más aconsejable, pero menos redituable desde lo económico. Sobre todo porque son 10 equipos. De lo contrario con el mismo formato lo mejor radica en jugar día por medio.

Una vez que está determinada la forma de juego, la responsabilidad es del técnico que elige el material humano para soportar esa carrera de resistencia. Y Julio Lamas tuvo muchos problemas para armar el equipo. Tuvo que pensar si Pablo Prigioni llegaba óptimo por la pubalgia, para darle al grupo la alegría de convocarlo a Pepe Sánchez o contar con Juan Pablo Figueroa que le garantizaba un joven óptimo para frenar bases rivales. Pero la presencia de Delfino y Manu, más la buena puesta a punto de Prigioni, lo convencieron a Lamas que la experiencia de Pepe Sánchez le sería más útil que las piernas de Figueroa.

El deporte no es una regla de tres simple, no tiene que ver con la matemática por lo tanto no se puede hablar de supuestos, para determinar “qué hubiera pasado si”. Lo cierto es que la recuperación tardía de Oberto lo obligó a Lamas a llevar al único pivote suplente disponible que tenía: Martín Leiva, por lo tanto, si Leo Gutiérrez no se hubiera ausentado por su salud Federico Kammerichs no habría estado entre los doce. Así de complicado y de difícil fue el armado del equipo.

Después en el torneo, tal como le corresponde a su cargo, Julio Lamas tomó decisiones para el reparto de minutos: lo bancó primero a Juan Gutiérrez, el MVP de la Liga Nacional de la temporada pasada, y su presencia (120 minutos en torneo) no generó lo que se esperaba de él. Habrá revancha para Juan, porque el talento lo tiene y es joven, pero su performance en la fase regular lo dejó sin jugar minutos en la semifinal y final.

Por el contrario, el entrenador pensó que la tarea de Martín Leiva no suponía una ventaja. En verdad los 21 minutos que Leiva estuvo en cancha no los aprovechó pero 9 minutos contra Paraguay, 9 contra Uruguay y 3 minutos contra Canadá no sirven para juzgar la tarea del actual pivote bicampeón de Liga. Mientras esperaba la evolución de Oberto, Leiva no fue solución de acuerdo a la visión del entrenador. En este punto habría que hacer una pequeña salvedad. Si el pivote más dominante de la competencia interna, dos veces campeón de liga, no está para sumar minutos en la selección podríamos preocuparnos de verdad por el futuro.

Lo cierto es que cada jugador ingresa en un equipo de acuerdo a la función que cumple, pero hubo muchos casos puntuales a lo largo del torneo que dio la sensación que la ausencia de un pivote nos pasaba factura. Salió el “Yacaré” Federico Kammerichs con su energía y brazos largos a suplir esa función y se erigió en figura indispensable.

Fabricio Oberto, un jugador cuyas virtudes alimentaron la historia de la Generación dorada, el 4 de noviembre del año pasado decidió anunciar su retiro. Desde entonces todo fue incertidumbre. En febrero la idea de volver se hizo cierta. Lo estuvimos esperando. Pero el amor, el afecto, las ganas de verlo a “Fabri” no se condicen con la necesidad de tenerlo 10 pts físicamente brindado las soluciones de siempre. Nueve meses sin jugar básquetbol profesional es un precio caro para una selección que buscaba ser la mejor de América. Los 10 minutos finales de Oberto en el torneo nos devolvieron el alma al cuerpo. El pivote de Las Varillas fue vital en ese segmento, justo de la final, recordando la capacidad intacta de ser determinante. Pero de sus 96 minutos en el torneo fueron los mejores 10.

El base y el pivote fueron un dolor de cabeza para el técnico. Lo del base tiene que ver con otras connotaciones. A los rivales les preocupaba mucho más que Prigioni haga jugar a que anote. Fue el mejor torneo ofensivo del base cordobés demostrando que si subestiman su tiro lo pagarán caro. Además buscaron mucho lastimarlo con penetraciones para desgastarlo en defensa. Por su suerte salvo contra Brasil por la fase regular no mostró síntomas de cansancio.

Lo mejor de la selección fue haber asimilado el caudal emocional. Jugar bajo presión fue un problema importante. En la historia de la Generación Dorada jamás se habló tanto de “la presión”. Jamás. Como tampoco se vio a los jugadores arengando a la gente a que aliente. La interacción de los jugadores con el público fue permanente. “No saben la energía que nos dieron” declaró varias veces a la gente Manu Ginóbili después de los partidos. Debe haber sido en verdad un torneo traumático para jugadores que lo ganaron todo. Haber sorteado esa carga del favoritismo es un premio extra. Llegar como sorpresa y llevarse todo no es tan grande como resolver el hecho de ser el aparente número uno y demostrarlo.

El segundo aspecto más positivo de la selección fue sin dudas su defensa. Vamos a meternos en problemas (una vez más) pero hay que decirlo: esta selección defendió mejor que la pasada y atacó peor. Salvo por dos partidos (Venezuela fase regular y Puerto Rico semifinales) la Argentina de Lamas fue un lujo defendiendo. Contra Venezuela (93 puntos en contra) los jugadores acusaron el cansancio de la batalla del día anterior contra Brasil donde inexplicablemente los jugadores emblemas sumaron más de 30 minutos. En la semifinales el pick and roll de Puerto Rico fue algo así como descifrar jeroglíficos egipcios. Un día después Brasil no pudo lastimarnos con el mismo argumento, es decir no se cometió nunca dos veces el mismo error.

Atacando Argentina fue ciclotímica. Por momentos faltaba la música de Sweet Georgia Brown, para ser los Harlem Globe Trotters, pero muchas veces faltaron ideas y se apeló al recurso individual. Gozamos de porcentajes inolvidables en el tiro de tres puntos (terminamos primeros con 43%, histórico!) y nos aprovechamos que Prigioni (61%), Manu Ginóbili (45.7%), y los 6 partidos de Chapu Nocioni (50%) fueron auténticos killers desde el perímetro. Además tenerlo a Maradona haciendo jueguito en la puerta del área chica siempre es una ventaja: Luis Scola es el mejor jugador FIBA del mundo actualmente y quien lo tenga lo aprovechará. Es argentino (gracias a Dios) y lo aprovechamos nosotros. La selección apeló a todos estos recursos naturales (como su geografía) para llegar al gol naturalmente.

Se lo podría reprochar al entrenador la ausencia de Paolo Quinteros quien fue el goleador argentino del primer partido con 19 puntos. Un problema de gastroenteritis lo alejó algunos partidos pero cuando volvió ya no confió en él, incluso cuando nos marcaron zona. En el final lo volvió a poner pero ni siquiera le pasaron la pelota. Quinteros tenía mucho para dar en esta selección pero deberá esperar otra chance. Al final de la recta con un equipo más largo Scola y Prigioni sumaron ambos 29.2 minutos de promedio en el torneo mientras “Manu” acusó 28.2 minutos por juego. En el mundial de Turquía Scola sumó 35.8, Delfino 36.3 y Prigioni 31.5. La rotación sigue siendo un problema en nuestra selección.

Como se dijo al principio de la nota, los caminos elegidos por el cuerpo técnico nos depositaron en el puerto deseado. Nos llevaron a la tierra prometida. Somos campeones de América, sin olvidarnos de un detalle: No estuvo Estados Unidos con sus NBA, como si pasó en La Vegas donde la selección nacional jugó mejor pero no pudo ante los monstruos locales.

En definitiva, como siempre, salir campeón es el objetivo y ayudándonos en el análisis achicamos los riesgos del futuro, corregimos y seguimos. Hay que cuidar la flauta porque la serenata es larga.

Pablo Tosal
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