España coquetea ante el espejo. Se mira, se sonríe a sí misma, se gusta y es consciente de su poder de atracción. Le gusta que se escriba de ella, que se la critique, que se la mime, que se enloquezca de odio y de pasión ante ella. Como la más fílmica de las femme fatale, España disfruta cuando se mira al espejo y es autoconsciente de que los demás la van a admirar. Porque, entonces, se siente libre. Libre de hacer lo que quiera. Y de conseguir lo que desea, al final.
Tercera final olímpica para el baloncesto español y segunda consecutiva. España tumbó a Rusia (67-59) con una segunda mitad en la que se recuperó a sí misma, para olvidarse de todo un campeonato y de unos horrendos primeros minutos. Provocó el hundimiento ruso y se colocó a sí misma donde sabía y decidió que quería estar. Ya tiene una medalla. España ya ha cumplido su parte y, ahora, tras veinte minutos de sonrisas, espera a Estados Unidos en la final olímpica. Solo Argentina puede remediarlo. Y se seguirá escribiendo, y hablando de ella. Y ella será consciente de su poder.
Veinte minutos de horror
Que Rusia dispone de armas coincidentes con las debilidades españolas no era ninguna novedad. Y a ello salía David Blatt: a hacer daño con lo mejor allá donde el rival tiene lo peor. Primero,Shved atacaba frontalmente a su defensor, Juan Carlos Navarro. Y conseguía una canasta paraSasha Kaun, en la continuación tras bloqueo. Seguidamente, Kirilenko llevaba a Rudy Fernández al poste bajo, para aprovechar su (considerable) ventaja de centímetros. No anotó, pero su ventaja fue clara. Más difícil resultaban para Rusia los balones interiores, que no encontraban aro, pese a que buscaban insistentemente a Kaun, tratando de conseguir cargar de faltas al juego interior español.
España, como siguiendo el patrón que viene escribiendo sus desventuras en este campeonato, naufragaba desde el tiro exterior, lo que influía visiblemente en su fluidez ofensiva y en sus posibilidades para encontrar a los Gasol en la pintura. En estas, Rusia aprovechaba sus posibilidades dentro de un bajísimo marcador: 4-9 en el minuto 6, cuando Khryapa terminaba el contraataque. Entonces, España se permitió una alegría, con un triple de Rudy. En el estado de ánimo de la Selección, el triple es el antidepresivo. El único, por lo visto. Pues hasta la presunta superioridad de los interiores ni siquiera permitía esbozar una sonrisa, atacando esa defensa zonal rusa que enfangaba (de nuevo) el juego español, incapaz de correr.
Y la primera carrera no estuvo exenta de fango. Terminada con un 2+1 de Serge Ibaka, después de que este se hiciera un lío con el balón, que sirvió para empatar el encuentro. Una igualdad que deshizo un Fridzon salido expresamente para el ataque final. Su lanzamiento cerró el primer periodo en 9-12. No, no pasaría al Museo del espectáculo baloncestístico. El porcentaje de tiro español era de 3/15 en tiros de campo. El ruso, de 5/18.
Aunque las primeras jugadas del segundo periodo inventaron el ritmo. Primero con un alley-oop para Mozgov, que se aprovechaba de una defensa interior española que no estaba brillando por su dureza. Monya le siguió con un gran triple tras bote, que contestó Llull (14-17). Pero a España seguían aquejándole los mismos problemas. Su ataque estático carecía de dinamismo: los balones interiores hallaban dos y hasta tres defensores, el exterior que penetrase se topaba con un interior barrándole el paso, en una maraña de inmensos jugadores rusos que poblaban la zona y abandonaban el perímetro a su suerte. Un perímetro que le era esquivo a España. El resultado eran lanzamientos lejanos de jugadores interiores (un par errados de Ibaka) o lanzamientos forzados en penetraciones (un tapón recibido por San Emeterio o una bandeja a la remanguillé de Rudy).
Sergio Scariolo disponía también puntualmente una defensa zonal, tratando de proteger a sus interiores, que estaban teniendo ciertos problemas para parar a Kaun ( que anotaba para el 14-21) y las embestidas interiores de un Kirilenko sabedor de su inestimable ayuda en la pintura. Aunque los de Blatt tenían menos problemas para romper las alternativas defensivas: Monya anotaba un triple cuando su equipo empezaba a tener problemas para circular el balón. Y, acto seguido, anotaba otro en una transición rápida: 14-27 España en jaque, obligada a recurrir al tiempo muerto.
Pero los problemas se volvían a manifestar numéricamente. 6,75 era una cifra maldita, incluso con buenos lanzamientos, después de que Pau Gasol sacara el balón fuera tras recibir el 2x1. Pero, consecutivamente, fallaban Calderón, Navarro y Rudy. No por conocidos, los problemas de España eran menores. Su absoluto colapso ofensivo hacía que las cifras de anotación fuesen ridículas (a menos de un punto por minuto) y que la diferencia en el marcador fuese un auténtico mundo. Lo que suponían 13 puntos a ese nivel anotador.
Únicamente desde la agresividad de Pau Gasol llegaban puntos para España. Mas solo desde el tiro libre: Rusia prefería enviar a la línea antes que arriesgarse a que el juego interior rival se creciera. Y nadie podía decir que su trabajo no fuese, por meticuloso y concienciado, exitoso. Rusia había borrado a España en la primera mitad: 20-31. Una veintena de minutos que parecían la prolongación espaciada del partido de la primera fase. Una defensa rusa que acrecentaba los congénitos errores españoles. Y una España sin medicinas para su propia dolencia. Confiando en que el tiempo, por su solo paso, arreglaría el mundo. Que el desacierto no podía ser siempre el mismo. Que no tenía sentido, ni era lógico. Aunque la única certeza era que España estaba en su peor anotación olímpica al descanso desde... 1968. Que había anotado seis tiros de campo en 20 minutos.
Adiós a la depresión
Viniendo de una honda tristeza en la primera mitad, España cambió de cara en el descanso. Nada más pisar la pista, Rudy anotó un triple al más rudyniano estilo posible. Y Kirilenko se fue a la línea de tiros libres tras atrapar un rebote ofensivo. Era la primera vez que Rusia pisaba el 4,60 en todo el encuentro. Todo había cambiado. Tras un ataque en el que el balón volaba de mano a mano, Calderón anotaba otro triple: 28-33 y la alargada sombra de un conjunto campeón ya empezaba a eclipsar. El antidepresivo comenzaba sus efectos. En tres minutos de tercer periodo, España había mostrado más méritos que en toda la primera mitad. En tres minutos de tercer periodo, 9 puntos anotados, los mismos que en todo el primero.
Aunque el ataque empezaba a funcionar con regular acierto, la defensa seguía mostrando ciertas lagunas: Fridzon quedaba abierto contra la zona y asestaba un triple que retrotraía a la primera mitad y Kaun recogía un balón solo en la zona para machacarlo sin oposición. Rusia se colocaba 31-40, como diciendo que no eran Francia. Que su dureza mental estaba fuera de toda duda. No son propensos al hundimiento. Remontarle a Rusia es una empresa mayor.
En ocasiones por mero talento y capacidad, en otras con ayuda de la fortuna. Primero un tiro deShved, luego otro muy lejano de Mozgov, enfriaban la calidez española. Pero era Pau Gasol el que acababa de embestir, con un triple que ponía el 41-44 y el tiempo muerto de un Blatt inquieto. No solo porque España jugaba sus mejores minutos, sino porque había recuperado la alegría de vivir. En ocho minutos ya había anotado tanto como en la primera mitad. Y Rusia empezaba a cometer errores: en el pase o hasta en campo atrás.
Era Gasol el faro que volvía a enseñar la costa (16 puntos y 12 rebotes). La oscuridad se había alargado demasiado tiempo. Un solo punto era la distancia: 43-44. Calderón y el triple hicieron el resto. España se iba al final del tercer periodo empatando el partido. In extremis, causando todavía más dolor. Empate a 46 y un nuevo mundo que empezaba. Nunca un empate tuvo tanta ventaja. Española, claro. Estados de ánimo.
Sonrisas y profecías
Ponkrashov, castigador español, salía al rescate de los suyos. Anotando tanto al final del tercero como al inicio del cuarto, Anton es ese actor olvidado por la calidad de todo lo que le rodea, pero especializado en rendir contra España. Las estrellas estaban en problemas: Kirilenko cometía su cuarta falta personal. Y, a falta de 7:21, todo terminaba por cambiar. Un Calderón providencial (cuatro triples para 14 puntos) daba, de una vez por todas, la vuelta al marcador, con un triple (51-49). Los estados de ánimo se habían cruzado y Blatt se veía obligado al tratamiento psicológico desde el tiempo muerto, justo después de que un robo de Calderón acabara en contraataque para un Sergio Llull cuya velocidad y agresividad volvería a ser un tormento para el rival.
Eran tres los balones consecutivos que perdían los eslavos, que solo anotaban desde el tiro libre, mientras España recuperaba el tono ofensivo. El banquillo saltaba en sonrisas. Con el nuevo triple de Calderón, con la canasta de Felipe Reyes que colocaba la ventaja ya en diez puntos: 60-50. ¿Que Rusia no podía hundirse? España había golpeado en su línea de flotación. Y cada ataque ruso se volvía desesperación. Sucesión de balones perdidos contra una rotación española que funcionaba ya en todas sus piezas. También Reyes, que había gozado de pocos minutos. Cuando se iba al banquillo para que volviera Pau Gasol, la realización mostraba una imagen reveladora: Pau le abrazaba al recoger el testigo. Quedaban más de tres minutos, pero no era protocolario, era el abrazo del que ya se sabía en la Final.
Ya todo funcionaba en España, respondiendo incluso a un triple de Kirilenko, a una pérdida de balón de Pau, a una antideportiva después de que Kirilenko le birlara el balón a Calderón en la media pista... La Selección española ya había realizado el cambio mental definitivo en el campeonato. Ese que lleva haciendo en los últimos torneos hasta conseguir el objetivo final. Este ya estaba cumplido. Una vez viéndose tan cerca, España se recupera a sí misma y se sobrepone a lo interno y a lo externo. Se puso en la segunda mitad. Y lo logró. España asegura otra medalla para la delegación olímpica. España cumple con el guion que se había autoimpuesto a sí misma antes del campeonato y durante el mismo. 67-59. Mínimo, plata. Y, ahora, sí, sonríen.
Porque, ¿qué más da todo lo que se escriba, se polemice, se mienta, se pelee o se vacile en el proceso si, al final, todo termina como ya estaba escrito de antemano? España está en la Final. Y ya solo Argentina puede romper la profecía. Este baloncesto ya lo han escrito. Final: España-¿Estados Unidos? No habrá más coqueteo.
Foto: Gentileza EFE.
Nota: David Vidal - www.acb.com
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