Lázaro siempre resurge

• Leonardo Chianese (especial www.pickandroll.com.ar)
• 25/09/2013
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El ala pivote cubano volvió a Obras luego de cuatro años. El club, que lo recuperó tras una mala experiencia en la NBA y una lesión que lo marginó del basquet por un año, sueña con su tremenda efectividad para sobresalir en la Liga Nacional.

Cuenta el Evangelio que Lázaro nació en una aldea de Jerusalén. Que enfermó y murió, pero que el cuarto día Jesús decidió resucitarlo. No fue canonizado por la Iglesia Católica Romana, pero en Cuba lo elevaron a la categoría de santo.

San Lázaro es, para los creyentes cubanos, objeto de múltiples ofrendas. Se dice que es capaz de producir milagros. Su imagen —la de un anciano melenudo y barbudo, con muletas y vestida con harapos— la lleva tatuada en su brazo derecho un devoto que fue bautizado, a modo de homenaje, con su mismo nombre.

El dueño del tatuaje es Lázaro Borrell, la estrella que Obras Sanitarias recuperó para sustentar el sueño de superar su mejor posición histórica en la Liga Nacional de básquet. El fue protagonista aquella vez, en la mágica noche del 3 de mayo de 1999, convirtiendo 41 puntos para desbancar a Boca y meter a los tacheros en semifinales. El es la imagen de dos cuadros que esperaban su vuelta en la secretaría del club. El es el moreno de 2,02 metros que vuelve tras cuatro años, luego de cumplir los 30 y diciendo que “parece que nunca me hubiera ido”, aunque sabe que muchas cosas son bien distintas.

Aquella vez había llegado con un acuerdo entre Obras y el gobierno cubano. La selección caribeña se entrenaba en el club y él se ponía la camiseta negra y amarilla en los partidos. Pero luego de dos temporadas, decidió tomar la decisión que daría un giro radical en su vida y abandonar su país. Fue en el Preolímpico de Puerto Rico, donde junto con otros tres compañeros, dejó el hotel de su selección y nunca más volvió. La NBA lo estaba esperando.

“Estoy conforme con la decisión. La única inconformidad que me quedó fue que lo pude haber hecho mucho antes y no lo hice. Siempre fui un tipo de mi casa y mi familia. Estaba bien en Cuba, con mi Selección, con mi equipo acá... Pero ya está, en la vida uno nunca se puede arrepentir de lo que hace. Hay que hacerlo y seguir para adelante”.

Lázaro firmó contrato con Seattle Supersonics por dos temporadas. Por la primera de ellas recibió 302.000 dólares, mientras en Cuba cobraba ocho dólares por mes trabajando como profesor de educación física cuando no jugaba al básquet. Pero no todo fue un lecho de rosas.

En Seattle jugó un puñado de partidos en su primer año y no comenzó la segunda temporada, ya que fue incluido en un intercambio y terminó en New York, donde ni siquiera fue tenido en cuenta.

Sobre esa experiencia en la NBA, dice que “Aprender fue lo que más hice, porque partidos casi no tuve. Y cuando no tienes juegos, lo único que puedes hacer es prepararte en forma individual y aprender. Al principio, el coach Paul Westphal (de Seattle) no me valoró mucho. Y cuando fui a New York ahí sí que no me valoraron nada de nada...”

En los Knicks nunca tuvo chances y el capítulo de la NBA llegó a su fin. La aventura no terminó como él hubiera deseado. Y para alguien que siempre había sido figura en sus equipos, el golpe fue doblemente duro. Pero, como el Lázaro del Evangelio, él se levantó y anda.

Instalado en Miami, con su esposa se dedicó a escuchar ofertas. Pasó por la CBA (segunda liga estadounidense), Puerto Rico, España y Chile, además de superar una lesión de meñiscos que lo tuvo parado un año. Necesitaba un club que lo ayudara a recuperar el terreno perdido, y Obras no dudó en hacerle un lugar.

Cuentan en el barrio de Núñez que los hinchas están ilusionados como en las épocas anteriores a la Liga, cuando el club era uno de los grandes del torneo de Capital Federal y de los certámenes internacionales. Y que el culpable es este cubano del que todos hablan. El que se presentó diciendo que llegaba para ser campeón y siendo el goleador de su equipo los dos primeros partidos. El que dice, además, que está mucho más maduro. “Ya no soy el jugador que se desesperaba por hacer puntos. Pienso más y quiero ayudar a que el equipo gane y haga las cosas bien. Terminar saliendo campeón sería algo maravilloso”.

En Avenida del Libertador hay un solo Lázaro que es objeto de adoración. En una Liga donde los extranjeros son una rareza, los hinchas de Obras saben que cuentan con un arma letal. Y vaya si lo saben: desde su regreso, este eficiente ala-pivote jugó tres partidos, con un notable promedio de 27,3 puntos y 7,6 rebotes.

No les importa que vuelva por un momentico y que no sepa qué le deparará el destino más allá del final de la temporada. Algo de lo que él no se preocupa. Porque sabe que su vida está en el básquet y que va a disfrutarlo mientras pueda. Y cuando no pueda continuar, sabe quién lo hará por él:

“Voy a entrenar a mi hijo, porque quiero que llegue a la NBA. Quiero que me represente, que haga lo que yo no pude”. Hay que agendar a ese chico, entonces. Porque si —como dicen en Cuba— Lázaro cumple, va a ser un monstruo del básquet.

Foto: Marcelo Endelli.

Fuente: Clarín 25/1/2003