¡Gritalo!

• Pablo Tosal (ptosal@pickandroll.net)
• 25/04/2014
• (60 comentarios )

Fue el mejor clásico de los últimos 8 años. Una epopeya que merece revivirse por segmento. Y que regaló a los 7 mil privilegiados un partido para la historia. Primero por las características, por su desarrollo, por lo emocionante y porque significó el fin de una racha de 14 partidos sin poder ganar de Quilmes sobre Peñarol, inaugurando además una serie de cuartos de final que se puso al rojo vivo.

El primer tiempo fue una sinfonía de Quilmes y una pesadilla de Peñarol. Los peores 20 minutos del torneo del equipo de Rivero, aún peor que el primer tiempo del último clásico de la serie regular. No hubo para el escolta de la fase regular nada de lo conocido. Quilmes salió con la receta de no liberar tiradores, la orden de cortar con falta a Leiva y bancarse todo en defensa con un planteo inteligente de cerrar espacios.

Peñarol no supo nunca jugar con inteligencia y acaso ese haya sido su principal pecado. A las piñas, de guapo, se gana en el boxeo. La actitud es necesaria pero para jugar al básquet hay que ser inteligente, Peñarol lo es, lo ha demostrado mil veces, pero por alguna rara razón en todo el primer tiempo perdió la cabeza.

Desde el principio Federico Marín mostró el camino ofensivo, con coraje atacó la defensa milrayitas, sabiendo que el juego interior estaba negado para Romero y difícil con Ghersetti (al que supieron utilizar). Sahdi separado del juego por Campazzo y Baxley acompañando en marcas escalonadas.

A veces para hacer un gran negocio no hay que hacer nada raro, solo esperar que el rival se equivoque. Quilmes fue prolijo y Peñarol un desconcierto. Así el cervecero sacó 5 en el primer cuarto (16-21).

Cuando llegó el segundo cuarto la rotación le cayó mejor al cervecero que encontró en Vildoza un hacedor de juego exquisito. Enloqueció a Campazzo que se sacó en protestas. Fue de tan bajo vuelo el primer tiempo de Peñarol que Facundo se olvidó de jugar al básquet.

Ghersetti y Maciel controlaron a Leo Gutiérrez y Boccia luchaba contra si mismo en un partido que se hace difícil de adjetivar del rubio escolta de Peñarol, no le salió nada, aunque lo intentó todo.

La defensa de Quilmes a medida que aumentaban los minutos iba tomando cada vez más confianza. Y fue desarticulando las intenciones de Peñarol como si le robara un caramelo a un niño. El milrayitas estuvo dominado mental y tácticamente. Por eso convirtió en total solo 5 dobles en todo el primer tiempo, el mismo guarismo que a veces mete solo Leiva en un cuarto. Fue tanta la marca al perímetro que metió Quilmes que Peñarol lanzó solo 8 triples en todo el primer tiempo (4/8) y prefirió mandarlo a la línea de libres (10/16).

Quilmes se animó a salir a tirar con confianza (5/11 en triples en los primeros 20 minutos) atacando bien con Baxley, Marin y Ghersetti (37 de los 49 pts entre los 3). Se sintió cómodo en ataque corriendo las calles y pasando rápido el balón.

Para el segundo tiempo la historia tenía que cambiar o Peñarol iba rumbo a una decepción histórica. Por eso la gente de Peñarol mimó al equipo al regreso aplaudiendo uno por uno a sus jugadores y estos respondieron pidiendo que confíen en ellos. “Esta es mi casa” señalaba Leiva. Estaban en deuda con ellos mismos.

En esta clase de partido uno se pregunta, ¿cuándo vuelve todo a la normalidad?. En el inicio del tercer parcial Peñarol salió decidido a darlo vuelta con mucha más ímpetu que juego. Forzó las rompimientos de la primera línea defensiva y atacó decido el aro, especialmente de las manos de Campazzo que fue un demonio para la defensa rival.

Facundo estuvo en llamas y convirtió 14 de los 24 puntos de su equipo en el segmento pero más importante aún fue que lo hizo con cuatro faltas. Porque iniciando el tercer segmento, cometió una falta y se ganó la cuarta acumulada. Era la noche más negra del mundo para Peñarol que perdía en ese momento por 19 (32-51) y con Campazzo con 4 faltas.

Pero Quilmes no tuvo nunca la virtud de ir a buscarlo a Facundo para provocarle la quinta. Por el contrario, le pasaron la bola a Baxley, que abusó del uno contra uno y sobre marcado forzó todas las situaciones. De repente Quilmes empezó a jugar a los autitos chocadores, siendo obsesivo Baxley (0/6 de campo en el segmento) y sin nada de nadie en particular. Todos con el freno de mano puesto y a merced de una defensa de Peñarol que había subido 20 metros su presión y empujando mucho sobre la línea de pases.

Campazzo flotaba a dos metros a su marca con tal de no meter la quinta, pero la pelota no estuvo nunca en manos de quien lo atacara. Y Peñarol de apoco de la mano de su sensacional base terminó por pasar al frente 56-55 al cierre del tercer cuarto con un parcial de 24-6.

Todo lo bueno que hizo el equipo de Ramella en el primer tiempo lo tiró por la borda en 10 minutos. Por eso para ingresar al último cuarto se juramentaron volver a las fuentes y ser los del primer cuarto. Pasarse más el balón y ayudar la línea del fondo para contener los rompimientos.

Y el segmento final se hizo de marcada paridad. Quilmes siguió jugando el hack a Leiva que lo mandó a Martín a línea de libres con su acostumbrada poca eficacia (5/14, 36%). Por esta estrategia tuvo que pagar con un alto número de jugadores condicionados por falta. Ghersetti, Galizzi, Vildoza y Sahdi salieron por cinco, y nadie se guardó ninguna falta para dar, si la tenían que dar la daban.

Desde lejos se veía sufrir a Fernando Rivero, el entrenador de Peñarol, que de manera permanente rotaba la posición del dos-tres que fue un verdadero infierno. Nada de Boccia, poco de Fisher, nada de Sosa, poco de Giorgetti. Alternó todas las combinaciones posibles y nadie lo sacó del bache. El técnico sacó a Campazzo en los minutos de cierre del tercer segmento y hasta mediados del último cuarto con Ibarra en cancha jugaron una gran presión defensiva.

Ese último cuarto fue lo más emocionante e intenso que se recuerda en mucho tiempo. Porque ante cada estocada milrayitas hubo una reacción del cervecero. Y mucho tuvo que ver Federico Marín que fue gigante en el Polideportivo. No se achicó, las pidió todas y se animó con el aro rival. Baxley tenía doble marca y atrapes permanente y el cervecero ya tuvo que improvisar casi todo el segundo tiempo con el doble cuatro (Ghersetti-Maciel o Maciel-Piñero) quedándose definitivamente sin poste bajo en ataque.

Peñarol siguió con la tónica de sumar casi exclusivamente por medio de los libres (10 de los 16 puntos llegaron por los tiros libres), mientras Quilmes que definitivamente no podía entrar a la zona pintada del local decidió bombardearla con 1/9 en triples. Todo era muy emocional.

Las escenas de cierre del juego fueron una película de suspenso. Primero pareció que lo ganaba Campazzo solo cuando metió dos dobles seguidos y puso su equipo dos arriba (70-68) a falta de 1:00 para el final. Baxley metió un solo libre (70-69) y la historia era para Peñarol, no obstante, erró Leo Gutiérrez el triple (magra noche) y luego con 21 segundos Facundo Piñero erró su cuarto triple. Parecía asunto liquidado. Campazzo fue la línea y metió uno solo (71-69) cuando llegó una extraordinaria mandada de Federico Marín que terminó con gol y foul convertido (71-72) cuando solo restaban 9 segundos. En la última jugada, Campazzo recibió la falta que lo mandó a la línea, pero Facundo (extenuado pediría luego el cambio por calambre de cansancio) metió uno solo, empató en 72 y no hubo tiempo para más. Se fueron al suplementario.

Con cuatro jugadores afuera por cinco faltas, habiendo aguantado con doble ala pivote parecía imposible para Quilmes el alargue, pero no hubo brazos abajo. Por el contrario, el cervecero siguió peleando a pesar que Campazzo seguía haciendo magia en cada mandada. Lo ganaba Peñarol 79-78 pero Baxley que fue siempre alternando más malas que buenas (2/15 en dobles) encontró un triple fenomenal (79-81) a falta de un minuto.

Nuevamente Campazzo (ya mencionado por 50ma vez en esta crónica) puso al frente a Peñarol (82-81) con un triple decisivo a falta de 35 segundos. La historia de Peñarol ganando con un solo referente parecía posible. Habiendo jugado mal, empujando, luchando, lo tenía en las manos. Llegó el último ataque cervecero y parecía que la perdía Baxley cuando la encontró Maciel. Y Maxi, en vez de darle nuevamente a Walter decidió lo mejor que podía hacer, desafiarlo en el uno vs uno a un muy cansado Leo Gutiérrez. Le ganó con piernas, fue para abajo y metió el doble más importante del año (82-83). Cuando solo restaban 22 segundos.

Allí llegó la juagada del final. Repuso Peñarol, se la dio a Campazzo y Quilmes decidido a defender lo mandó a Marín, que fue a buscarlo una, dos y tres veces a Facundo que no quería penetrar. Allí pareció entenderse el principio del fin. Campazzo en vez de penetrar lo miró a Leo Gutiérrez como diciendo “vení” y Leo estaba extenuado. Campazzo también. Con los jirones que le quedaban el base jugó rompimiento pero lo encerraron lógicamente entre tres. Abrió a la derecha a un solitario Weigand que desde la línea de tres erró el tiro ganador. El rebote fue de Piñero que recibió la falta con 1 segundo y medio para el final. El Faca metió los dos (82-85) y final. La hazaña estaba cumplida.

Hasta aquí el relato de los hechos. Todo lo que siguió fue una tonelada de emoción, porque el deshago de 7 años de derrotas, de los descensos, de las gastadas, de saberse en inferioridad, de ver al equipo campeón en frente. No importo nada. La victoria fue la más grande que podía soñar un hincha de Quilmes, por eso había que ver esos abrazos y lágrimas en las tribunas cervecera. Fue la noche soñada que querían gritar. Y bien vale gritarlo.

Síntesis
Peñarol (72) (82) : Facundo Campazzo 36 (x), Forrest Fisher 13 (x), Adrián Boccia 1 (x), Leonardo Gutiérrez 10, Martín Leiva 11 (FI) Franco Giorgetti 6, Isaac Sosa 1, Gabriel Fernández 0, Axel Weigand 2, Matías Ibarra 2. Dt: Fernando Rivero.

Quilmes (72) (85) : Fabián Sahdi 2 (x), Walter Baxley 24, Federico Marín 26, Mario Ghersetti 10 (x), Diego Romero 1 (FI) Tayavek Gallizzi 1 (x), Luca Vildoza 8 (x), Facundo Piñero 6, Lucas Ortiz 0, Maximiliano Maciel 7. Dt: Leandro Ramella.

Progresión: 16-21, 32-49, 56-55, 72-72 y 82-85
Árbitros: Alejandro Chiti-Diego Rougier-Oscar Brítez
Estadio: Polideportivo Islas Malvinas (Mar del Plata).
Asistencia: 6 mil espectadores.

Foto: Majo Gil (@MajoPick / mjgil@pickandroll.net)

Pablo Tosal
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