Abuso de paternidad

• Pablo Tosal (ptosal@pickandroll.net)
• 01/12/2014
• (27 comentarios )

Es subjetivo, desde ya, pero desde que Fernando Rivero es el técnico de Peñarol y Leandro Ramella el de Quilmes el de anoche fue la diferencia más clara e inobjetable que tuvo el “Milrayitas” sobre el “Cervecero”. Lo dominó en todos los aspectos del juego, desde lo anímico hasta lo estratégico y ejecución. Al final los 14 puntos de diferencia no dicen mucho sobre el partido.

Se esperaba un juego más parejo pero Peñarol logró con notable frialdad sacarle provecho a todas las ventajas teóricas. Pasar del pizarrón al campo de juego cada detalle es un mérito muy grande. Por el contrario, Quilmes va demostrando que la sombra de la gran campaña del año pasado le pesa cada vez más. No logra repetir su buen juego, sobre todo fuera de Once Unidos.

La estrategia de Rivero fue aprovechar la diferencia de estatura que beneficia a su equipo y el buen trabajo de espaldas que tienen incluso los perimetrales. El posteo de Boccia, Giorgetti, Leiva, Leo, no tuvo solución para Quilmes porque cuando metió la doble marca y el atrape los jugadores milrayitas se pasaron excelente el balón para encontrar tiros limpios, claros, con ventaja.

Y cuando no tomó el tiro desde el perímetro, mejor aún, atacaron los espacios con las penetraciones. No todo salió rápido y fácil en Peñarol pero la receta fue la misma 3/4 parte del juego, para luego liquidarlo con los perimetrales. Y los suplentes hicieron mejor la tarea que los titulares.

Los primeros 7 minutos del partido fueron con ventaja en el tanteador para Quilmes (9-13) pero no en el juego. Peñarol tiró 3/11 en libres (1/6 Leiva) y el local dejaba en la línea de simples gran parte de la estrategia de ir a buscar el aro desde cerca. Un triple sobre el cierre del cuarto a la carrera de Luca Vildoza le dio ventaja de uno al cervecero (17-18) que jugó a contener a Leiva con faltas y al resto sin posibilidad de tiro exterior.

Peñarol repartió un poco el goleo en cada mano, debutó Justin Giddens y Leiva se cargó con dos faltas, porque la tercera que iba directo para él (técnico por protestar) se la bajaron al banco de suplentes porque ya estaba autorizado el cambio. Quilmes tuvo como mala noticia las tempraneras faltas de Ivory Clark y el unipersonal de Baxley que comenzaba a asomar.

En el segundo cuarto Peñarol pudo hacer pesar en el tanteador la diferencia que por juego venía sacando en la cancha. Apareció Alejandro Diez con dos triples y un doble, 4 puntos de Giddens, dos de Sahdi, dos de Fernández y salvo Massarelli (1/4 en libres) fueron los suplentes los que potenciaron el juego del milrayitas.

Quilmes empezó lentamente a naufragar y con los internos con faltas, Ramella tomó una decisión audaz para ser un clásico y no haberla realizado nunca. Cuando Rivero fue a Leo Gutiérrez y Ale Diez en el doble ala pivote, el entrenador de Quilmes le contestó con Marín de cuatro y Maciel de cinco. Ortíz que debutó en el torneo entró con gol en las manos y la carencia de potencia perimetral lo convenció al entrenador de mantenerlo, por lo que terminó el cuarto con el tridente Cequeira-Vildoza y Ortíz. Muy bajo, muy rápido, pero muy permeable atrás. Finalmente de perder solo por uno (28-27), Peñarol pasó a ganar el cuarto 42-32 con un parcial 14-5.

Para el tercer cuarto el juego se hizo inicialmente un juego de lucha en las posición y en ese juego, Peñarol perdió la brújula que tuvo en el primer tiempo. Coincidencia o no, volvió a trabarse con sus titulares y fueron los relevos lo que dieron la cara en ataque, aunque esta vez no pudieron parar el vendaval que levantó Baxley en el parquet. Y Dios como testigo sabe que Boccia no lo marcó mal, sino que Walter encendido es un demonio (12 pts en el parcial). Era él contra toda la defensa de Peñarol.

Cequeira aceleró un par de veces para sacar ventajas y sin poder establecer una buena defensa del 5 vs 5, Quilmes achicó 5 puntos en el marcador ganando el tercer cuarto 25-20. Ese “todo gol” que jugó el cervecero era difícil de repetir y para ganar tenía que encontrar la forma de defender a su rival, algo que no encontró nunca.

Encima Quilmes tenía un par de cruces para cargar, de esas que van vaticinando inexorablemente que la noche viene torcida. A Ivory Clark los árbitros lo tuvieron alquilado, cobrándole hasta lo que no existía (sumó la cuarta falta y los sacaron rápido del juego) y Federico Marín jugó posiblemente uno de los peores partidos que yo le he visto en su vida.

Para compensar una noche muy mala de los árbitros, al cierre del tercer cuarto, le terminan anulando un triple completamente válido a Luciano Massarelli. Encima la diferencia era solo de 5 (62-57) y el tanteador era parejo. En ese momento, el estadio ardía, y con razón.

Para tranquilidad de sus hinchas, Peñarol no necesito discutir la pelota del tercer cuarto. Lo pasó por encima en el segmento final. Rivero encontró oro en el tridente Shadi (que ya había sostenido a Peñarol en el 3er parcial con dos triples) – Boccia (enorme, la figura de la cancha) Y Massarelli. El chico nacido en Buenos Aires de 21 años pudo disfrutar de tener la pelota en la mano y que jugaran todos los pick directos para él. Penetró, descargó, dribleó en velocidad y terminó anotando 10 puntos en el último cuarto. Un festín de goles y juego.

Lo que jugó Peñarol pasándose el balón hace rato que no se lo veía. No solo es defender con actitud, sacrificio y cooperación. El juego del básquetbol tiene 24 segundos para atacar, y allí el “milrayitas” tuvo una tarea extraordinaria.

Mientras Quilmes era más Baxleydependiente que nunca y evidenció que sin Romero carece absolutamente de poste bajo. Una vez Maciel y otra Wolkowyski fueron los únicos dos posteos en todo el partido. Se vuelve un equipo aburrido de predecible jugando todos los pick a la bola y atacando de frente al canasto, para terminar tirando de tres puntos, o 6 metros o 5 metros. La defensa de Peñarol le levantó un muro entre el aro y las intenciones cerveceras. Salvo Baxley, nadie lo pudo pasar.

Cequeira, con su velocidad, acompañó a Baxley en las mandadas heroicas para el aro pero en el tramo final casi termina a las trompadas con el propio Baxley por una discusión en defensa. Así estaba Quilmes, abrumado y aturdido. Cuando salió a buscar el partido en el cierre tiró 0/6 en triples para dejar en claro que sigue siendo el peor equipo en porcentaje de tres de toda la liga. Llegó al juego con 28% en triples de promedio y consiguió bajarlo a uno 26%. Así le es imposible abrir las defensas.

Entre las malas decisiones, malos porcentajes y hasta diferencia de actitud entre lo que Quilmes proponía y Peñarol disponía la lección que le dio el campeón al cervecero no se reflejó en el tanteador final.

Peñarol jugó muy cerca del partido ideal (tiró un espantoso 15/35 en libres, 43% que le prohibió un distancia mayor) pero fue sin dudas un partido sin fisuras. Cuando tuvo que rotar encontró mejores respuestas en lo suplentes respetando el mismo plan de juego. Atacó el rebote ofensivo hasta con los perimetrales, defendió la primera línea con una intensidad agobiante y sacó a Quilmes de la cancha. Todo en 40 minutos de furia para ratificar que el campeón no quiere que nadie le arrebate el trono.

Síntesis
Peñarol (88): Alejandro Konsztadt 3, Franco Giorgetti 6, Adrián Boccia 18, Leonardo Gutiérrez 8 y Martín Leiva 3 (FI); Gabriel Fernández 6, Justin Giddens 9, Alejandro Diez 8, Luciano Massarelli 11, Fabián Sahdi 16. DT: Fernando Rivero.

Quilmes (74): Luis Cequeira 17 (x), Walter Baxley 28, Federico Marín 2, Ivory Clark 8 y Tayavek Gallizzi 4 (FI); Maximiliano Maciel 2, Luca Vildoza 7, Ruben Wolkowyski 0, Lucas Ortíz 6. DT: Leandro Ramella.

Parciales: 17-18, 42-32 y 62-57.
Árbitros: Juan Fernández y Roberto Smith.
Estadio: Polideportivo Islas Malvinas.

FotoS: Majo Gil (@MajoPick)
Crónica: Pablo Tosal (@pablotosal)