El sueño del Mundial 2023 en Sudamérica parece estar cada vez más cerca. Esta semana llegó una comisión de FIBA para visitar las potenciales sedes y pasó por Buenos Aires, Córdoba, Montevideo y Mar del Plata. La candidatura conjunta de Argentina corre con ciertas ventajas: apoyo oficial de ambos gobiernos, la influencia que pueda llegar a ejercer el tucumano Horacio Muratore como presidente de la Federación y los antecedentes directos de organización por parte de los dos países (el último FIBA Américas, distintos torneos juveniles e incluso la elección para organizar el Mundial U17 en Rosario para el 2018).
Pero, ¿cómo están parados los demás candidatos? Todo indicaría que el rival más fuerte está en Asia, donde Indonesia, Japón y Filipinas combinaron sus potencialidades (poder económico, infraestructura y cultura basquetbolística, respectivamente) para que su elección tenga muchas aristas positivas. Además, Japón sumará estadios de primer nivel para los Juegos Olímpicos del 2020, mientras que Filipinas -donde verdaderamente se respira básquet- ya organizó exitosamente el Asia Basket 2013. ¿Qué les podría jugar en contra? Los nipones ya fueron sede en el 2006 y el próximo Mundial será en China, lo que generaría que se repita el continente anfitrión.
Otro candidato que suena con fuerza es Turquía, aunque también tiene un antecedente mundialista muy próximo, ya que fueron sede en el 2010. Más allá del potencial económico y de la difusión que tiene la disciplina en el país, los turcos muestran capacidad de organización en cuanto evento relevante les toque. El último Final Four de la Euroliga y la fase final del Eurobasket 2017 son algunos ejemplos.
El que parece correr desde atrás es Rusia, que si bien cuenta con la vidriera de haber cumplido con los plazos para el Mundial de fútbol del 2018, no tiene experiencia inmediata en torneos de Mayores importantes y nunca organizó una competición mundial. Al mismo tiempo, existe el precedente de la sanción de FIBA a la Federación Rusa por considerar ilegítima la elección presidencial en el año 2013. La medida, que se levantó en el 2015, impidió a todas las selecciones rusas competir internacionalmente. De todas formas, desde la asunción de Andrei Kirilenko como máxima autoridad del básquet del país, las relaciones entre ambas instituciones fueron mejorando.
Nota:
Fernando Brovelli (@ferbrovelli)
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