El básquet femenino a nivel internacional fue prácticamente de la mano que su versión masculina. Pero en el caso de Argentina, tuvo su primera aparición a mediados de la década del treinta, cuando los varones ya contaban con campeonatos argentinos y una organización federativa avanzada.
Mediante la Asociación Cristiana Femenina de Buenos Aires, la rama femenina tuvo sus primeras competencias. Esta entidad se encargó de nuclear a otros equipos para llevar y así fundar en 1931 la Asociación Metropolitana Femenina de Básquetbol (AFMB). El 7 de septiembre de 1935, Lidia Picchi (Parque Patricios) y Amanda López (River) aparecieron en la tapa de El Gráfico, y abrió la puerta a la cobertura periodística de las mujeres en el básquet.
Pese a algunos esfuerzos, hubo que esperar hasta 1965 para que apareciera la primera entidad nacional: la Federación Femenina de Básquetbol de la República Argentina (FFBRA), se compuso con Capital Federal, Jujuy, Mendoza, Córdoba, Salta y Tucumán como socias fundadoras. Si bien desde 1936 la FIBA incorporó a las mujeres en sus competencias, recién en 1976 las mujeres tuvieron su lugar en los Juegos Olímpicos. En 1946 se jugó en Chile el primer Campeonato Sudamericano, donde Argentina fue representada por jugadoras de la Asociación Metropolitana, que finalizaron en el segundo puesto, sólo detrás del local.
En 1948, la segunda edición del certamen se disputó en Buenos Aires y allí Argentina fue campeona, por primera vez. Hubo que esperar hasta el 2018 para que esto volviera a suceder. Sin duda, una señal ineludible de que la competencia interna estaba lejos de tener la fuerza que tenían los torneos masculinos.
En 1953 se disputó el primer mundial femenino, y Argentina formó parte, en Santiago de Chile. Finalizó sexta de diez equipos. Cuatro años después, el seleccionado nacional terminó noveno entre doce equipos, en el torneo que se disputó Brasil. En 1961, ni Argentina ni ningún otro equipo americano viajó hasta la Unión Soviética para disputar el tercer Mundial, que en plena Guerra Fría sólo contó con países de Europa del Este (Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania, Yugoslavia y el local), más Corea del Sur. En Perú 1964, Argentina quedó en el último lugar entre trece participantes.
El básquet en Argentina estaba cada vez más en baja, hasta que en 1998 la Selección Mayor Femenina retornó a los Mundiales tras 27 años de ausencia (1971 había sido su cuarta y última actuación). Por eso en septiembre de 2010 jugó su cuarto mundial seguido, algo que nunca habían podido conseguir.
El recorrido fue ascendente. En Alemania 1998 terminó en el 15° lugar entre los dieciséis equipos participantes, en China 2002 subió hasta el 10° puesto y en Brasil 2006 terminó en el noveno escalón. Y más allá de la posición final, ganó su zona ante España y Brasil, quedó afuera de los octavos de final por diferencia de gol, terminó con récord positivo (cinco victorias y tres derrotas) e inmortalizó el apodo que está unido desde entonces al seleccionado: “Las Gigantes”.
En todas esas citas el entrenador fue el mismo: Eduardo Pinto, que asumió el puesto de director técnico en 1991 y se mantuvo en su cargo hasta fines de 2010. También fue el entrenador de las categorías formativas, que en 2009 alcanzaron un hito inédito: el tercer puesto en el Mundial Sub-19.
Fue la primera ocasión en que Argentina subió a un podio de un torneo de esa magnitud. Tras ese Mundial Juvenil, “Las Gigantes” consiguieron por primera vez jugar la final de la Copa de las Américas (donde perdieron ante Brasil, el local) y terminaron el año festejando su ingreso al top ten del ranking mundial de la FIBA.
Pese a no haber conseguido una Liga Nacional con el peso que tuvo la masculina, Argentina supo tener en el ámbito internacional a jugadoras de gran nivel. La pionera en la década del setenta fue Lilia Ravazzoli, pivote que jugó en Brasil y Paraguay. La siguió Karina Rodríguez, quien estuvo cerca de jugar en la WNBA. En 1987 fue campeona sudamericana de cadetes y juveniles con la selección, y con ello llegó al básquet brasileño.
Allí fue la máxima anotadora (28,8 puntos en la temporada 1999/00). Entrenó con el Miami Sol estadounidense, aunque no quedó en el plantel definitivo. Donde sí jugó fue en España: en 1990 ganó la Copa de la Reina con el Banco Zaragozano, marcando 48 puntos en la final. Pero poco se supo de ella en la selección argentina y no supo causar impacto en las locales.
Gisela Vega fue figura en España, y máxima reboteadora en el mundial 2006, pero no continuó en la selección por cuestiones dirigenciales. Entre las grandes del básquet argentino podemos encontrar a Sandra Pavón, quien vistió la camiseta albiceleste durante 13 años, Paula Reggiardo, Noelia Mendoza, Marcela Paoletta y Érica Sánchez.
Con los dorados masculinos, el básquet volvió a la escena nacional. Y con ello, llegó una nueva generación de jugadoras que tuvieron la intención de destacarse a nivel nacional. La Liga Femenina se empezó a disputar de manera ininterrumpida y dotó de nombres como Meli Gretter, Andrea Boquete, Vicky Llorente, Julieta Alé y tantas otras que están regando el suelo internacional con la bandera argentina.
Lo que tal vez haya sido el hito más importante de los últimos años para el básquet femenino fue sin duda el drafteo de Florencia Chagas en la WNBA. Algo que casi sucede años atrás con Karina Rodríguez, pudo hacerse realidad con la chica de 20 años, ahora en las filas del Magnolia de Italia, forma parte de Indiana Fever desde 2021.
Desde el surgimiento de Las Gigantes en 2006, el básquet femenino fue en alza. Aún queda mucho camino para recorrer, lugares por conquistar, pero las chicas tienen peso en el deporte internacional. Habrá que buscar una liga más federal, y seguir el Programa Nacional Formativo 2028 para que más chicas tengan el acceso a un espacio de juego profesional, que les permita desarrollarse con igualdad de condiciones que sus pares masculinos.
Sol D´Amato
Pick&Roll
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