Es un tema cada vez más recurrente y de allí la invitación al debate. En los últimos meses hubo dos casos resonantes al respecto.
Por un lado la francesa Valeriane Ayayi, que con la aprobación de su ginecólogo y el conocimiento de esto por parte del médico del equipo y la entrenadora Valérie Garnier, jugó para su selección el último EuroBasket y los Olímpicos, escondiéndole incluso a sus compañeras que estaba embarazada. Recién una vez que obtuvo la medalla de bronce en Tokio dio a conocer la noticia.
Por el otro la estadounidense Leslie Knight, compañera de Melisa Gretter la última temporada en el Estudiantes de Madrid. Ella antes de renovar con las “women in black” le avisó a la dirigencia de su deseo de ser madre, y una vez que el hermoso milagro de la vida se dio, lo comunicó y dejó la actividad momentáneamente.
En el primer hecho lo escondió y siguió jugando. En el segundo, lo anunció y paró. Ahora, ¿Qué pasa si la noticia se conoce y la jugadora continúa en actividad?
Quizás el hecho más paradigmático al respecto lo represente Rebekkah Brunson (foto que ilustra la nota), la cual en 2013 fue campeona de la WNBA con Minnesota Lynx estando embarazada de 8 meses. Incluso peleó cabeza a cabeza con Maya Moore el premio MVP.
Las crónicas de esas finales remarcan cambios de humor, antojos a mitad de partidos, calambres abdominales e incluso durante el Juego 2, la creencia de haber entrado en trabajo de parto, aunque finalmente se trató de una contracción “Braxton Hicks”.
Pionera en varios aspectos, la liga profesional por excelencia de los Estados Unidos tiene aceitado y naturalizado este tipo de escenarios, con marco regulatorio y un convenio actualizado a comienzos de 2020. Pero, ¿Qué ocurre en los demás países y principalmente en nuestra región?
Nadie puede prohibirle a una madre seguir desarrollando su profesión. Esa decisión la debe tomar ella. Tendrá la última palabra ya que es quien lleva en el vientre la nueva vida. Pero, ¿Qué pasa con el resto?
Si bien cada persona es única y será el ginecólogo que la atiende quien pueda aconsejar de la mejor manera, la bibliografía especializada indica que se deben evitar los deportes de contacto durante la gestación. Al mismo tiempo, refieren que no es buena la utilización de fajas o cualquier otro elemento que oprima el abdomen.
El interrogante se repite. ¿Cómo afecta al resto de jugadoras, compañeras y rivales, saber que alguien está compitiendo embarazada?
Tras este disparador se generan muchos más. ¿El club está notificado formalmente? ¿La jugadora debe hacerlo? ¿La jugadora en cuestión tiene un seguro médico acorde? ¿Lo obtiene ella o se lo debe proveer la institución?
Las preguntas siguen. ¿El entrenador puede negarse a que juegue? ¿Sus rivales tienen derecho a negarse a competir contra ella sin perjuicio de sanción o quita de puntos? ¿Sería discriminación si lo hacen? Si ocurre algo en una práctica o en un partido, ya que todos saben de la gestación, ¿Puede caber causa penal? E incluso sin llegar a ese extremo, ¿Cómo afecta a las rivales saber que enfrente tienen a una embarazada?
Abriendo con esto otra ventana importante. Que se sepa que una jugadora está embarazada, en cierto punto, ¿No genera una ventaja para su equipo? ¿El rival la atacará con las mismas fuerzas sabiendo lo que lleva en su vientre? Consciente o inconscientemente, ¿No alterará el desempeño de las adversarias tenerla dentro de la cancha?
A corto, mediano o largo plazo ¿Cómo puede afectar a ella o a terceros cualquier situación que se de en la cancha e involucre directamente a ese bebé que viene en camino? ¿Quién responderá ante ese cuadro emocional que se viva?
No hay reglamentación marco al respecto en FIBA. En 2009 la Federación australiana emitió una guía de dos carillas, en donde sugiere pasos a seguir a la jugadora embarazada, a la asociación y club, a los entrenadores y a los árbitros. A las demás jugadoras no les asigna un apartado directamente. Resumiendo aún más lo escueto de ese documento:
A la involucrada en cuestión se le solicita que obtenga recomendaciones de médicos expertos, que lo hable y debata con su grupo en el club, que use el sentido común y no tome riesgos innecesarios, que tenga en cuenta cómo esto modificará su físico, y por consiguiente, que no eleve el nivel de exigencia de entrenamiento ni de juego.
A la asociación y club, que tenga en cuenta las leyes sobre discriminación, que se asesore legalmente y busque tener resguardo ante indemnizaciones. Del mismo modo, que brinde información sobre embarazo y deportes de contacto.
A los entrenadores se les pide que refuercen la comunicación con las jugadoras, que no presione a la embarazada ya que la persona está primero, que no dude en buscar asesoramiento profesional cuando sea necesario y que le recuerde a sus dirigidas las implicaciones médicas de participar.
Por último, a los árbitros se les señala que apliquen el reglamento equitativamente, que sean respetuosos y que pongan por encima de todo la seguridad y el bienestar de las jugadoras.
En el cierre del documento la Federación Australiana se ampara abiertamente, sosteniendo que lo que se acaba de leer tiene “carácter de comentario general solamente” y tras un punto seguido reafirma que “ninguna responsabilidad u obligación puede ser aceptada” por dicho organismo “por cualquier pérdida, daño o lesión que pueda surgir de cualquier persona que actúe en cualquier declaración o información contenida en estas pautas y todas las responsabilidades están expresamente excluidas”.
Parafraseando lo dicho en el primer párrafo, es un tema que por recurrente debe llevarnos al abordaje y la reflexión para darle un contexto reglamentario. No solo en Argentina sino en toda la región.
Que una embarazada cuenta con la elección de jugar o no está claro, como también debe estar siempre presente, que mi derecho termina donde comienza el de los demás.
Emanuel Niel
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Andrea sarries 01/09/2022
La última pregunta te la puedo contestar xq lo viví en cancha... No la querés tocar xq jamás me perdonaría lastimarla a ella o el bebé. Uno nunca va a lastimar pero es un deporte de contacto... Yo cuando estuve embarazada estaba anticoagulada así que ni en el tren roca osaba viajar.
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