• 26-04-2024
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La condena Rise

El Maccabi, campeón de Europa. El conjunto de Tel Aviv se llevó un partido trepidante frente al Real Madrid en la primera final del torneo resuelta en la prórroga (86-98) desde 1969, gracias a un Rice soberbio, que acabó llevándose el MVP.

El Real Madrid quiso poner broche de oro a un año fantástico en Europa en juego y resultados con un título que pareció ser capaz de conseguir durante muchos minutos, acabando por delante en el primer cuarto (16-15), en el segundo (35-33) y en el tercero (55-53). Sin embargo, el Maccabi dio el golpe final en el cuarto periodo y solo el orgullo blanco, con 4 tiros libres anotados seguidos en el último minuto, pudo igualar el partido y forzar una prórroga que el propio Rice quiso evitar con un triple (73-73).

El balón no entró pero la gloria esperaba al americano en el tiempo extra, en el que anotó 14 puntos sin fallo, con 20 de valoración, para acabar las esperanzas de un Real Madrid que vuelve a caer con la cabeza alta pero con lágrimas en los ojos por haber tenido el título tan cerca por segundo año consecutivo. Las del Maccabi fueron de felicidad. Y ya van seis.

Rudy contra el infierno amarillo

No lo consiguió el humo de la presentación. Tampoco la dichosa oscuridad. El amarillo estaba presente. El amarillo que chillaba. El amarillo que amenazaba, el amarillo de un Maccabi que se presentaba como último obstáculo para que el Real Madrid tocase el cielo. Milán parecía Tel-Aviv, sí, con miles de aficionados desplazados y pagando oro en la reventa por un huequito para ver un sueño en directo. Su propio sueño europeo.

Cogía la bola Rudy, seguro en la mirada, triunfante en el gesto, para inaugurar el partido con un triple. Decía, gritaba más bien, que él siempre, siempre, siempre aparece en las finales. Que la del año pasado le dolió como ninguna y que esta Euroliga tenía que ser para él. Tenía que ser para el Real Madrid. Schortsanitis no estaba de acuerdo. El griego, titular, parecía omnipresente y era el epicentro de todo el juego israelí en cualquier zona (5-4, m.3). Su equipo, contagiado por su buen inicio y por una presión que dejaba al cuadro español sin ideas en ataque, creció de la mano de los puntos de Smith, que encendió la primera alarma seria en el cuadro español: 7-13.

Y cuando el Real Madrid huele humo, Sergio Rodríguez no suele tardar en aparecer para apagar el incendio. Con 6 abajo a falta de poco más de dos minutos para el final del primer cuarto, Lasole llamaba para salir a pista. Jamás pisaría el parqué el canario en ese primer cuarto y, paradójicamente, fue lo mejor que le pudo ocurrir a su equipo. Y es que el partido, frenético e intenso a más no poder, simplemente no le permitió un parón para incorporarse, con su equipo volando mientras él esperaba en banda. Rudy, siempre Rudy –colosal en el rebote, en el tiro, en las asistencias, en todo-, encendía la mecha con un triple, Llull lanzaba a los suyos con asistencias y Reyes ejecutaba con la misma facilidad con la que capturaba rebotes en ataque.

En solo dos minutos, había cambiado el signo del encuentro, que no el escenario del mismo.Borousis culminaba el 9-0 de parcial y Tyus despedía un cuarto precioso en cuanto a ritmo y pelea con un marcador mucho más bajo de lo que las sensaciones exclamaban. 16-15.

Literatura y corazón

Cuando el cuarto inició con un mate excelso de Rudy, su Real Madrid se sintió grande. Cuando tras aterrizar, gritó de rabia acompañado por Reyes, su Real Madrid se sintió invencible. Y cuando el Real Madrid se siente invencible, su baloncesto es literatura. La poesía de Sergio Rodríguez, con un triple que obligó a pedir tiempo muerto a Blatt en solo minuto y medio. La prosa de Reyes, que suena a Bukowski, porque Felipe es real, porque su basket es auténtico y porque jamás entendió de eufemismos. Sus tacos son rebotes en ataque, o tiros de 5 metros de los que no avisa. Puñetazos en la mesa que dolían al Maccabi, que dolían al partido, que empezaba a romperse con sangre amarilla (24-15, m.14) tras un 17-2 de parcial madridista.

Para colmo, un alley oop salido de las manos del omnipresente Rudy lo transformó Slaughter en mate en el mejor momento del Real Madrid, que aguantó la réplica israelí con un triple de Carrolly otras dos canastas de Reyes de su propia cosecha (33-22, m.17).

Pero… ¡eh! El Maccabi estaba delante. El de las 5 Copas de Europa hasta este domingo. El que nunca se rinde, el de las remontadas. El infravalorado, el amarillo orgulloso. El de Rice, que hacía daño fabricándose puntos como una hormiga. El de Hickman, que por fin aparecía. El de Blu, retirado un año para darle más épica a cada una de sus acciones, para darle más épica a su carrera (35-28, m.19). Un par de chispazos más, dos tiros libres y un triple del mismísimo Blu, y el Maccabi conseguía reducir todos los méritos blancos hasta casi casi la nada. 35-33. Blattgritando de júbilo camino al vestuario y el Real Madrid empezando a darse cuenta de que ni la poesía ni la prosa bastaban con un corazón que latía tanto.

El aviso del Maccabi

El tercer cuarto empezó como el primero y terminó como el segundo. Rudy convertía el triple nada más empezar y Schortsanitis respondía desde la pintura para impulsar a su equipo. Como entonces, cogía el relevo Devin Smith, los puntos más callados de Europa, apareciendo desde el 6,75 para poner el partido más apretado que nunca.

El Maccabi creía, con Ohayon por el suelo rebañando balones y Hickman dándole por fin la iniciativa a los suyos (40-41, m.23). Y pese a que en un primer momento, los de Tel Aviv encontraron respuesta con un 5-0 blanco, el ritmo del encuentro le pertenecía y la sombra deHickman era cada vez mayor, con Tyus haciendo de Reyes –un rechace por aquí, una canasta fácil por allá- y Smith como denominador común (47-49, m.27).

Sin embargo, al igual que en el cuarto anterior, todo el trabajo de uno se vino abajo en unos pocos chispazos del rival. Estos, a cargo de Sergio Rodríguez, otra vez mago, otra vez bombero, otra vez oliendo a MVP. Un triple con su rúbrica y un pletórico 2+1 le daba nuevamente ventaja a su equipo al término del cuarto (55-53), que terminaba como comenzó, como si no hubiera pasado nada en esos 10 minutos. Por desgracia para el Real Madrid, sí que había pasado. Ni más ni menos que el Maccabi se acababa de dar cuenta de que no solo tenía argumentos para responder al Real Madrid. Además, tenía argumentos para ganar el partido. Para reinar Europa.

Un empate, una victoria

Si en tres cuartos pareció haber tres partidos enteros, en el epílogo del encuentro, largo, extremo, intenso y cruel, pareció jugarse un año entero. O toda una vida, la de cada jugador que creció soñando jugar algo así, ganar algo así, dedicándole toda una carrera a ese anhelo. Por momento, el baloncesto era boxeo. Todo golpe tenía respuesta. Toda respuesta tenía su golpe. Tapón deDarden, mate de Tyus. Triple del Chacho, réplica de Rice (58-60, m.32).

“Golpea mejor quien golpea primero. Levántate antes de que cuente hasta diez”, decía la canción. Y todos se levantaban antes, porque dudar era la muerte. Y la duda acechó, como cuando Darden, tras un reverso de fantasía, puso con 4 de ventaja a su equipo (67-63, m.36). O como cuando el Maccabi, tras empatar a los pocos segundos, respondía con un 2-10 de parcial para disfrutar de idéntica ventaja (67-71), ahora con solo minuto y medio por disputar, con Ricedándose golpes en el pecho de puro orgullo, creyéndose ganador , creyéndose héroe como 48 horas antes.

Ni siquiera ahí, tras la tormenta de los Blu y Tyus, tras el puñetazo al estómago del partido del genio Rice, el Real Madrid tiró la toalla cuando el partido agonizaba, ya en el minuto final (69-73). Medio siglo más tarde de saborear por vez primera la gloria europea, en aquel Frontón Fiesta Alegre en el que 400 personas eran sinónimo de llenazo. 19 años después del cielo que abrióSabonis, del abrazo de Arlauckas, del edén de Zaragoza. Transcurrido un año de la pesadilla en Londres, de la remontada de Olympiacos. La revancha, la redención, la historia, el triunfo de un estilo. El premio a un año de récords, el premio a tanto dado al baloncesto. Todo junto, todo mezclado. Todo pesaba y a la vez soplaba a favor en cada tiro libre de Sergio Rodríguez. Acierto. Acierto. 71-73. Habría partido.

El Maccabi fallaba y Borousis era objeto de falta, lanzando aún con más presión que el base canario. Sangre helena, sangre helada. Otros dos encestes desde el 4,60 y empate a 73, con 21 segundos por jugar, que pasaron rápidos hasta que Rice se levantó desde el triple, cuando el mundo se paró. Quiso Tyrese ser Djordjevic. Quiso ser Corney Thompson, mas la bola huyó de la leyenda. El palmeo final de Tyus se perdió en el limbo. El de las remontadas, remontado. La primera prórroga en la historia de las Final Four era una realidad y el empate, una victoria blanca. Sería la última.

El hambre de un genio

45 años sin que el máximo cetro continental se decidiese en una prórroga y solo 5 minutos para saborear el momento. 5 infiernos para unos, 5 cielos para otros. Y eso que el Real Madrid miró de reojo a las nubes cuando Borousis anotaba sin parar tiro libre tras tiro libre (77-76). Sin embargo, una zona 2-3 macabea y la inspiración de Rice acabaron pronto con tanta igualdad.

Con la misma hambre con la que Reyes jugó toda una carrera buscando este título, un chico más joven, generación del 87, le daba mordiscos al partido. Tyrese Rice, el hijo de Richmond, aquel que se aburría a anotar en Boston College sin que nadie le mirara. El de los 34 puntos en una sola mitad a North Carolina en un partido en el que acabó con 46, el que jamás oyó su nombre en el draft. El perdido en equipos modestos continentales antes de que el Maccabi viera lo que él veía en el espejo cada día. La rabia del ganador insolente, del mago anónimo. Su segundo triple en la prórroga (77-81) hizo daño. Su alley oop para Tyus, supo a muerte.

“Pues yo lo tuve aún más difícil”, pareció gritarle Hickman con su robo. En cada paso de esa entrada a canasta recordó sus orígenes y su camino hasta la gloria, uno de los más sorprendentes en la historia del baloncesto europeo. “Esto va por Rumanía. Y esto por Finlandia”. Allí era muy pequeñito. Hoy parece inabarcable. Ni siquiera su tiro libre fallado (¡en todo el partido solo se había fallado uno en los 43 minutos previos!) dio esperanzas a un Real Madrid cuyo único amago de reacción en la prórroga fue un triple del Chacho a falta de un minuto (82-88).

De ahí al final, fiesta amarilla, con las gradas brindando por Berkovic o Aroesti, por Jamchi oMagee, por Jasikevicius o Parker. Y por Rice, claro, y por Rice, que le daba a su MVP la leyenda (14 puntos sin fallo y 20 de valoración en la prórroga) que le faltaba para compartir honores con los Mcadoo, Kukoc, Sabonis, Rivers, Bodiroga, Navarro, Spanoulis y compañía. Cuando Ohayon se colgaba del aro a lo Pep Cargol para el 86-98 final, en Tel Aviv y en Milán hacía ya un buen rato que se estaba celebrando la sexta Euroliga de su historia. Quizá, por lo imprevisto, la que provocó más lágrimas de todas.

Crónica: Daniel Barranquero (@danibarranquero) - acb.com

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